Cerca de medio centenar de mujeres y dos hombres de Durango se reunieron el pasado sábado en el teatro San Agustín de Durango, en un taller organizado por Andereak elkartea, para reflexionar sobre cómo traer la filosofía indígena del Buen Vivir a la localidad. Divididas en seis grupos de discusión, tomaron conciencia de las consecuencias que suponen en nuestro día a día las políticas neoliberales y aportaron ricas e interesantes ideas para posteriores desarrollos y reflexiones.
En general, se habló de un nuevo uso de los tiempos, de crear redes de apoyo entre las vecindades, del cuidado de la vida, la naturaleza y las personas mayores, de huertos comunitarios, de nuevos ritmos de vida y de reflexionar sobre el modelo de sociedad, con especial incidencia en los modelos de consumo.
La socióloga colombiana Adriana Rodríguez Salazar facilitó el taller. Su tesis doctoral se centra el la filosofía del Buen Vivir, pero además ha convivido con comunidades de Los Andes y la Amazonía, de donde es originaria esa forma de vida y pensamiento.
En la primera parte de la jornada (clica para ver vídeo) explicó que “existen muchos buenos vivires y que dependen de cada territorio, sus características particulares, el entono, sus ancestros, su mitología, las creencias y la posibilidad de ir tejiendo ese nuevo mundo que ya ha nacido”.
Antes de pasar a trazar las líneas para construir un Buen Vivir en Durango, expuso los valores de este modelo. El cuidado de la naturaleza y de la vida adquieren una importancia central, así como el reconocimiento a la diversidad y la construcción de alternativas desde lo local.
Defensa de los territorios
“No hay fronteras entre el territorio y el cuerpo. Eso ha creado movimiento de articulación muy potente de defensa de los territorios” y recordó a Berta Cáceres, asesinada por oponerse a la construcción de una hidroeléctrica en territorio indígena Lenca, en Honduras.
Otro elemento importante son los consejos de abuelos y abuelas, y una educación permanente y práctica, en la que participa toda la comunidad. No existe la competitividad, porque prima la vida comunitaria, lo que no excluye lo personal y eso “pasa por la espiritualidad, que es la vida consciente: cómo me relaciono, cómo me siento parte, cómo me conecto con las demás personas” y, para favorecer la relación, la cultura andina establece tres principios básicos: no robar, no mentir y no ser ocioso.
En resumen, se trata de “saber bailar, saber comer, pensar bonito, vivir bonito, recuperar esa esencia de lo que somos descolonizando el pensamiento, respirar, comunicarse con lo que somos, colaborar, soltar el miedo y volver a lo que nos da plenitud”.
Es un modelo biocéntrico, donde el ser humano es ‘parte de’, opuesto al modelo antropocéntrico propio de la cultura occidental, que lleva al hombre a “apropiarse del territorio, el cuerpo, la naturaleza y la riqueza”. Este modelo fomenta el individualismo, frente al planteamiento comunitario del Buen Vivir; es jerárquico, piramidal y competitivo frente al modelo asambleario, horizontal y rotativo; machista, frente paritario y respetuoso con las mujeres; y que se mueve en un tiempo lineal (del pasado al futuro sin sentir el presente) frente al tiempo circular, donde todo son ciclos y se vive el ahora con referencia al pasado para construir el futuro.
“No necesitamos tener más, la cuestión no es vivir mejor que el resto, sino vivir bien”
El Buen Vivir rompe con la lógica de la razón pura poner un poco más del corazón; por eso se habla del “sentipensar, permitir que la parte derecha del cerebro se active o el corazón sin que haya censuras”, puntualizó Rodríguez Salazar.
La socióloga aportó algunos referentes de esta filosofía ancestral en Europa, donde existe un “pensamiento crítico muy potente”: el postdesarrollo, ligado a los conceptos de “mal desarrollo y el malvivir”, el decrecimiento, el slow food… “No necesitamos tener más, la cuestión no es vivir mejor que el resto, sino vivir bien”.
Sistema agotador y cuidado colectivo
Posteriormente se dio paso a la discusión en grupos sobre cómo construir las alternativas al buen vivir y en la tercera parte se pusieron en común las aportaciones de cada uno (clica para ver vídeo), que sorprendieron por su riqueza.
En sus conclusiones, Rodríguez Salazar destacó que el cambio es posible. “Hay mucha gente que está haciendo cosas, que está construyendo ‘bombas de amor’ porque parece que eso tuviera que estar limitado a la pareja y no es así”.
Señaló que el taller había sido una muestra de ello y animó a las participantes a continuar con la reflexión. “Espero que haya mucho buen vivir, aquí, ahora y siempre”.
Admitió que este sistema “genera agotamiento” y cree que el antídoto es el cuidado en colectivo, porque “somos como células conectadas entre sí y tenemos la capacidad de renovarnos”.