Con un creciente número de personas migrantes cada día más alto en Grecia como consecuencia del acuerdo Unión Europea-Turquía de 2016, y la restricción de movimientos impuesta por el gobierno griego a dichas personas, que les impide abandonar la isla por la que llegaron a Grecia -Europa- para solicitar asilo o refugio, nos encontramos en las últimas semanas con una situación en las islas griegas cada día más explosiva y peligrosa para todas.
Cansadas de las inhumanas condiciones de vida que tienen que soportar en el campo de concentración de Moria, en la isla de Lesbos, y de la violencia que en él viven a diario las más de 20.000 personas que allí se hacinan (violaciones y peleas diarias; cinco muertes y más de 100 intentos de suicidio en estos dos primeros meses del año), hemos vivido estas semanas varias manifestaciones de migrantes reprimidas por la Policía.
Se levantaron primero las mujeres y marcharon sobre Mitylini, la capital, ocupándola durante horas con sus gritos de protesta y reivindicaciones. Les siguieron después dos días de enfrentamientos con la Policía, que jugó la baza de retener a activistas de la UE durante las manifestaciones realizadas por las personas migrantes para que en las imágenes no se vieran cabezas rotas que nos dolieran (lamentablemente, personas europeas siendo reprimidas a golpes o siendo trasladadas a los hospitales ahogándose por los gases lacrimógenos levanta ampollas en muchas conciencias; sin embargo, si estas personas son de Afganistán, Irak, Congo o Siria no molesta igual).
Toda la población se ha unido para impedir la construcción de nuevos centros para migrantes y contra la llegada de 800 antidisturbios
Pero esta última semana se ha cruzado otro tema en la isla de Lesbos y es que toda la población (personas de las aldeas, pescadores y granjeros, la extrema derecha, que intenta aprovechar la situación, pero también grupos comunistas, activistas antifascistas y fuerzas progresistas que se posicionan en solidaridad con las personas migrantes en contra de la política del Gobierno) se ha unido contra la construcción de los nuevos centros cerrados para migrantes que plantea Atenas como solución.
Hace unas noches se bloqueó el puerto de Mitylini (Lesbos) con camiones del servicio municipal de recogida de basura para impedir que llegara a la isla un ferry con 800 policías antidisturbios, un camión con cañones de agua y varias gruas y buldocer para retirar tractores y barricadas. Tras dos días de huelga general y fuertes enfrentamientos continuos en la zona donde se quiere construir el centro, en un bosque, el gobierno se ha visto obligado a sentarse a dialogar y retirar a la Policía.
Los facistas atacan a migrantes y activistas, varios de cuyos coches han sido reventados con bates
Tras esta decisión del gobierno, esa inusitada alianza se ha desecho. Los fascistas han vuelto la cabeza de nuevo hacia migrantes, activistas y ONGs. En estos dos últimos días, varias estructuras de apoyo a migrantes han cerrado temporalmente sus puertas por miedo a que las personas usuarias pudieran ser atacadas en sus desplazamientos hasta ellas o por amenazas a quienes las gestionan. Varios coches de ONGs han sido reventados con bates. Y varias activistas intimidadas a punta de navaja gritándoles “¡Volveos a vuestro país!”
Reacción de Turquía
El viernes saltó la noticia de que Turquía abría sus fronteras, para que cualquier migrante pudiera cruzar a Grecia, tras los ataques sufridos en la ciudad siria de Idlib y el posterior éxodo de población.
Los diferentes grupos y equipos de rescate entraron en alerta ante la posible llegada masiva de ‘dinghies’ (pequeños botes) con migrantes a las islas. Pero también se pusieron en alerta los grupos antifascistas locales, ante la posibilidad de ataques por parte de fascistas, tras saberse que un grupo denominado Macedonios había llamado a una “excursión a Lesbos y Chios” para el sábado 29.
Digamos bien claro que todo esto no es sino consecuencia de las políticas impuestas por la Europa fortaleza que ve a estas personas como enemigas en vez de apreciarlas por todo el acervo histórico o cultural con el que nos pueden enriquecer con su llegada (y no solamente como mano de obra barata, cuando así lo requieren nuestros empresarios).
“Es necesario que la sociedad civil salga a la calle a protestar y que cree estructuras que faciliten la llegada de las personas refugiadas”
La salida a situaciones como estas no se encuentran en la construcción de centros de detención e incremento de las deportaciones, o con la retención o expulsión de activistas y ONGs que allí colaboran.
Apertura de fronteras
Es cada vez más necesario que se comprenda que la solución tiene que pasar por la apertura de las fronteras y por asegurar un pasaje seguro, continuados por la solidaridad y el apoyo ofrecidos en unos buenos y cálidos procesos de asilo y refugio que cumplan con los derechos humanos de quienes huyen de sus países, y les respeten sus derechos culturales, linguísticos, etc.
Pero también tienen que pasar por dar apoyo a las comunidades locales que reciben en primera línea toda la carga de esta migración, y no abandonarlas a su suerte como se ha hecho en las islas griegas, favoreciendo con ello el caldo de cultivo a la xenofobia que estamos viviendo.
También es necesario, no sólo que la sociedad civil, el pueblo, salga a la calle a protestar por todas estas violencias, sino que cree estructuras autoorganizadas que faciliten la llegada de estas personas a nuestras ciudades, o la estancia a las que ya se encuentran en ellas, aunque simplemente lo estén como tránsito hacia sus destinos definitivos.
¡Porque ningún ser humano es ilegal, exigimos el cierre inmediato de todos los hotspot (centros de internamiento) y la apertura de las fronteras!”