Sin pretender quitar importancia al ‘pico de Rubiales’, porque la tiene -las mujeres conocemos de sobra el regusto que dejan las agresiones de todo tipo-, este turbio asunto está opacando lo que de verdad importa: que la talentosa selección de fútbol femenina ganó el Campeonato del Mundo contra todo pronóstico.
Una no es aficionada al fútbol, pero se sumó a los 5,6 millones de personas (un 65,7% de audiencia) que vieron la espectacular final. Y lo que allí se contempló es a un grupo de mujeres que, no sólo exhibieron un juego más limpio y elegante que el masculino, sino, y, sobre todo, a un equipo que desplegó un fútbol increíble, tal y como ha reconocido la propia seleccionadora inglesa, Sabina Weigman, y que ha acreditado merecer el mismo apodo que sus rivales, ‘las Leonas’. Fue un espectáculo verdaderamente emocionante. Tanto como para lamentar el no haber disfrutado de los partidos previos. La justicia deportiva prevaleció y España superó a Inglaterra gracias a un espléndido gol de Olga Carmona.
Lo que se invierte y lo que se obtiene
Para hacernos una idea de la proeza de estas mujeres examinemos algunas cifras, porque lo que se obtiene de algo tiene mucho que ver con lo que se invierte en ello. Encuentro en ‘La Información’ los siguientes datos:
- La Women’s Super League británica representa el modelo para el resto de selecciones europeas, aunque lejos de la de Estados Unidos, que es la más potente. En 2022 firmó un acuerdo con una entidad financiera por el que recibe casi 12 millones de euros por temporada. De los 10 equipos femeninos más ricos, 8 son ingleses.
- La liga F española, registró pérdidas de 20 millones de euros en la temporada 2021-2022, según los últimos resultados del Consejo Superior de Deportes. Obtuvo 18,1 millones de ingresos y 38,1 de pérdidas. Está en litigio con Finetwork, que se echó atrás en su acuerdo de patrocinio. Si resolviera las diferencias, recibiría 15 millones en 3 años.
“La Federación ha mantenido ¡durante 27 años! a un seleccionador que maltrataba sicológicamente a las convocadas”
Resumiendo: a la Federación Española, a las entidades patrocinadoras y a la prensa la Liga F les importa un bledo. Tan poco que, según muestra un documental que circula ampliamente, se ha mantenido ¡durante 27 años! a un seleccionador, Ignacio Quereda, que maltrataba sicológicamente a las convocadas.
Según los testimonios de las jugadoras, recogidos por la periodista Danae Boronat en ‘No las llames chicas, llámalas futbolistas’, el seleccionador les dirigía comentarios como “Esta lo que necesita es que le metan una guindilla por el culo”, “A ti lo que te hace falta es un buen macho” o “Eres una gorda”. Además, las abroncaba y pellizcaba continuamente.
Agresor impune
Este agresor y lgtbifóbico actuó con total impunidad bajo el mandato de Angel María Villar, que desoyó las continuas quejas de las futbolistas. Finalmente, se plantaron y ofrecieron una rueda de prensa para denunciar la falta de interés del técnico en la preparación de los partidos del Mundial femenino de Canadá, en la que España no logró superar la fase de grupos. El sustituto fue Jorge Vilda, actual seleccionador, nombrado por Rubiales.
¿Mejoraron las cosas con el cambio? Algo, pero muy poco. Las jugadoras han estado en pie de guerra permanente y hace ahora un año, quince de ellas, tras quedar apeadas del Europeo, enviaron a la federación otros tantos correos electrónicos para reclamar mejoras deportivas y extradeportivas.
Respuesta: no sólo fueron ninguneadas, sino que en las portadas de algunos de los periódicos de más tirada se pudieron leer titulares a toda plana que las llamaban “Niñatas y caprichosas” o que advertían de que “El chantaje es inaceptable”.
Sí, esos mismos diarios deportivos que cuando Alexia Putellas se convirtió en la primera mujer en conseguir dos veces el premio más prestigioso del mundo, el Balón de Oro, le hicieron compartir las fotos principales con el francés Benzema (ejercicio de agudeza visual: encuentren a la campeona en la portada de abajo).
Con todo y con ello, este equipo, acostumbrado a no contar más que con el apoyo de la confianza en sí mismo y la calidad de sus jugadoras, siguió adelante. A muchas de ellas, esa última sublevación les pasó factura, ya que, pese a ser indiscutibles en sus puestos, no fueron convocadas para el Mundial.
Lamentablemente, poco se ha hablado de su gesta en agosto. Ni de cada una de ellas. Ni de su carácter combativo dentro y fuera del campo. Ni de cómo atender las necesidades de unas jugadoras a las que, mientras el resto de potencias internacionales observan con admiración (España es el único país del mundo que ha logrado el impresionante triplete de convertirse en campeona del Mundo en todas las categorías: sub-17, sub-20 y absoluta) se han visto obligadas a convocar una huelga por el convenio para las dos primeras jornadas de Liga. Un acuerdo que lo que busca básicamente es garantizar un trato justo y digno a las futbolistas, y abordar y reducir la ‘brecha’ salarial.
“En un mar plagado de ‘Rubiales’, hay padres que mandan a fregar a las ‘zorras’ que se atreven a jugar, a entrenar o a arbitrar”
Tampoco se ha hablado mucho en el último mes de la ‘sororidad’ y el feminismo de las jugadoras. Ni del orgullo lésbico de unas cuantas. Ni de cómo apoyar más al deporte femenino en general. Nada de esto. Lo que está en el ‘candelabro’ es la fiesta en Ibiza de Jenni Hermoso y los testículos de Rubiales.
Un mar plagado de ‘Rubiales’
De todos modos, y entre bambalinas, entrevemos que algo se mueve entre el fango. Las jugadoras se niegan a volver a la selección mientras permanezcan los actuales dirigentes y a Vilda, que se aferra al cargo, le están buscando sustituta. Sonia Bermúdez, seleccionadora sub-20 y sub-19, es la mejor situada.
Su nombramiento sería una gotita de esperanza en un mar plagado de ‘Rubiales’, donde a éste lo sucederá otro parecido, porque el fútbol, como la prostitución, siguen siendo los últimos reductos del machismo más recalcitrante. Baste recordar lo que ocurre los fines de semana en los campos de fútbol más modestos, donde, todavía hoy, padres con actitudes nada edificantes, mandan a fregar a las “zorras”, como las llaman, que se atreven a jugar, a entrenar o a arbitrar.