El pasado 23 de mayo, tras 68 días en huelga y casi dos años de reivindicaciones, las trabajadoras de residencias de Bizkaia celebraban el acuerdo de renovación de su convenio colectivo. Reducción de la jornada semanal, aumento progresivo salarial, reducción de la temporalidad… son algunas de las mejoras firmadas en el acuerdo suscrito entre las patronales y fuerzas sindicales que acompañan a las gerocultoras, como es el caso de ELA y UGT.
La precariedad existente en los trabajos relacionados con el cuidado influye de manera severa en las realidades de estas trabajadoras, que, influenciadas por la división sexual del trabajo, ven en ocasiones la atención a las personas mayores como una oportunidad para acceder a un mercado laboral en constante cambio. Es por esto que, sin duda, la consecución de mejoras laborales supone un gran paso en la dignificación de este sector, ocupado por cerca de 5.000 mujeres en Bizkaia.
Más allá de las condiciones que incluirá el nuevo convenio, es importante reparar en el trasfondo de este conflicto, que guarda una estrecha relación con la manera de participación sociopolítica de las mujeres trabajadoras. En este sentido, se hace alusión a problemáticas estrechamente ligadas a la cuestión de género y el mercado laboral, que influyen en la configuración de las movilizaciones de las gerocultoras, que, además, coincide con la tendencia asociativa de las mujeres a lo largo de la historia.
“Las huelguistas, además de activas en la movilización, han hecho las tareas de cuidados necesarias para sostener esta sucesión de huelgas”
En primer lugar, cabe mencionar la posibilidad de que las trabajadoras puedan hacer agencia, es decir, asociarse, de forma que pueden compartir sus experiencias, con el fin de colectivizar una serie de problemáticas que azotan al sector reproductivo. Así, al tomar conciencia del valor que aportan a la sociedad a través de su trabajo diario, se han convertido en sujetas políticas con capacidad de actuación y reivindicación de mejoras laborales. En otras palabras, se han vuelto protagonistas de su propia historia de vida y realidad laboral.
Crisis de cuidados
Igualmente, llama la atención la manera en que estas reivindicaciones laborales han sido relegadas a un segundo plano, debido a que las protagonistas de los conflictos son mujeres abordando problemáticas de cuidados. A colación de esta idea, se plantea un doble esfuerzo realizado por parte de las huelguistas, ya que, además de participar activamente en la movilización, han realizado las tareas de cuidados necesarias para sostener esta sucesión de huelgas de larga duración. Por tanto, se vuelve necesario plantear este conflicto como una cuestión que va más allá de reivindicaciones laborales, para poder reparar en cuestiones de carácter social, como es la crisis de cuidados existente.
Continuando con esta idea, se podría decir que la cultura de la elevada productividad ha derivado en situar el trabajo en el centro de la vida. Esto, junto con el tambaleo de los cimientos del tercer sector, donde la sostenibilidad de la vida se encuentra en peligro, ha derivado en una crisis de los cuidados. Por consiguiente, esta crisis trae consigo la necesidad de establecer un cambio de paradigma en todas las esferas, debido a que cada vez es mayor la evidencia de las situaciones de precariedad existentes y que resuenan con más fuerza en los sectores de trabajo feminizados.
Masculinización en la negociación colectiva
Además, esta secuencia de huelgas ha servido de ejemplo para observar cómo la negociación colectiva aún se encuentra marcada por la masculinización, al albergar una tradición consolidada en los sectores productivos. Por ello, se debería felicitar a las gerocultoras vizcaínas, y a las mujeres huelguistas en general, por reivindicar fervientemente su lugar en el mercado laboral y hacer frente a los debates sociales que esto suscita, afectando principalmente a las mujeres y a su papel en la reproducción social.
“Importa cuidar a quienes cuidan para frenar el desequilibrio social provocado por la pésima gestión del tercer sector (re)productivo”
De igual manera, existe una estrecha relación entre sus condiciones laborales y los servicios que ofrecen a las personas que se encuentran a su cargo. Tal y como afirman reiteradamente las gerocultoras, coinciden en que les gustaría dedicar más tiempo a otras actividades que impliquen un contacto más cercano, ahora limitadas debido a la gran carga de trabajo y a la falta de compañeras. De esta manera, se evidencia la importancia de cuidar a quienes cuidan, para intentar frenar el desequilibrio social provocado por la pésima gestión del tercer sector (re)productivo.
En definitiva, esta lucha protagonizada por las gerocultoras vizcaínas manifiesta que hablar de mujeres, empleo, precariedad y sector reproductivo, es hablar de feminismo y de crisis de cuidados. Aquí es donde entra en juego la necesidad imperiosa del empoderamiento de las mujeres como motor de reivindicación sociolaboral.