Cada quién ve lo que quiere ver y cree lo que le conviene. Básicamente, lo que le permite vivir dentro de su zona de seguridad. Da igual que se le expongan argumentos incontestables que cuestionen sus certezas.
Sucede porque en el mercado del pensamiento hay mucho donde escoger y, lógicamente, se elige lo que se ve más congruente. Coincide, además, que atravesamos momentos difíciles –la pandemia, la crisis…- y preferimos ver el lado lúdico de las situaciones en vez de adentrarnos en sus sombras.
Internet y las redes sociales nos procuran distracción con mensajes superficiales que mueven vísceras y hace tiempo que se sabe que las creencias no entran por la vía de la razón, sino por los circuitos emocionales. Para convencer, hay que seducir.
El feminismo nunca ha sido simpático. Las activistas llevamos siglos enfadadas, y con mucha razón. Más incómodo, si cabe, es el feminismo abolicionista: ese que dice que la prostitución, la pornografía y los vientres de alquiler son cosificación y violencia extrema contra las mujeres, y que reclama la erradicación de esas violencias contra los cuerpos de las mujeres. Ese que quiere trasladar el estigma a los verdaderos protagonistas de esta distopía: los proxenetas y los puteros o prostituyentes.
Arantza Campos: “Basta un argumento para ver que la prostitución promueve la desigualdad: el 99% de las que la ejercen son mujeres, y el 100% de los demandantes, varones”
El pasado viernes participé en una jornada de reflexión y debate organizada por la asociación contra la violencia machista Andereak en Durango (Bizkaia), en colaboración con medicusmundi Bizkaia, en el marco del Día internacional contra la trata con fines de explotación sexual. La siguieron más de 120 personas por la mañana y otras tantas por la tarde, presencialmente y online.
Quiero trasladar parte de su contenido con la intención de que agite los cuerpos, y de apoyar la idea de que el feminismo no puede ser sino abolicionista.
La activista de la asociación guipuzcoana Plazandreok, profesora de Teoría del Derecho de la UPV-EHU y codirectora del Máster de Igualdad de la misma universidad Arantza Campos expuso que, más allá de hablar de prostitución libre y forzada, basta un único argumento para comprobar que la prostitución promueve la desigualdad: es “una institución en la que el 99% de las que ejercen son mujeres y el 100% de los demandantes son varones” y en este caso, además, no se habla de brecha laboral ni de discriminación positiva.
En su opinión, es necesaria una ley abolicionista al estilo de la ley sueca, que castigue a proxenetas y consumidores de prostitución y ofrezca recursos y salidas a las mujeres involucradas y, si bien dejó claro que las leyes no resuelven los problemas, enfatizó que “sientan las bases jurídicas para poder actuar”.
Sarah Berlori: “Si la prostitución es un trabajo que lo sea para todo el mundo, no para que lo hagan otras”
Sarah Berlori, activista feminista y superviviente del sistema prostitucional, ofreció un valiosísimo testimonio que dejó claro que ninguna mujer se prostituye porque quiere -ella no ha conocido ninguna que soñara con conseguir mejoras laborales ni una buena jubilación-, sino porque se dan unas circunstancias que la abocan a esa actividad, en la que es muy fácil entrar pero muy difícil salir.
Además, recalcó que las prostitutas realizan prácticas sexuales no deseadas, lo que está reñido con la libertad sexual. En prostitución ni hay sexo ni hay libertad, lo que hay es una cantidad enorme de violencia, zanjó. La brutalidad que sufren las mujeres en prostitución la resumió en una imagen: “Que te arrojen encima 200 euros no te quita el dolor” de una violación.
Berlori, vasca y de clase media, hija de médico, e involucrada en las redes de la prostitución de lujo, ciñó su exposición a dos aspectos que son precisamente los que están en el centro del debate feminista: el consentimiento y si la prostitución es o no un trabajo.
Consentimiento “viciado”
Reconoció que puede haber consentimiento, pero que está viciado por elementos como los devastadores efectos de la socialización patriarcal sobre las niñas, la coacción, el engaño, el miedo, la necesidad (precariedad económica) y la normalización de la violencia sexual. Todos ellos se dieron en su caso y los enmarcó en episodios de su vida, que narró al auditorio. “La libre elección siempre está del lado de quien somete y nunca de quien es sometida”, rubricó.
Afirmó rotunda que la prostitución no es un trabajo porque no se puede regular por las normas que amparan la actividad laboral y porque, de ser así, cualquier mujer u hombre se vería obligado a aceptarlo. “¿Trabajo? Bien, pero que sea para todo el mundo, ¿eh? Porque lo que no se puede es pedir que se regule como un trabajo pero para que lo hagan algunas”, advirtió.
Alguien le preguntó si era posible ejercer la prostitución por libre. Aseguró que no, que es prácticamente imposible esquivar las redes de proxenetismo y que, sin formar parte de ese entramado, es difícil sobrevivir.
La profesora de Sociología de la Universidad de A Coruña y activista Rosa Cobo abordó las dimensiones del negocio de la prostitución y su importancia en las economías ilícitas de cantidad de países empobrecidos que exportan mujeres para abastecer el mercado de la industria de la explotación sexual del Norte global.
La académica y literata Carolina Escobar, quien dirige el centro La Alianza de atención integral a víctimas de trata y de violencia sexual en Guatemala, relató por videoconferencia que en su país hay cantidad de pequeñas abandonadas en las calles, que son abusadas y tratadas desde los seis años, y que, en su mayoría, proceden de comunidades pobres e indígenas.
Rosa Cobo: “Opiniones que argumentan que la prostitución es empoderamiento de las mujeres nunca han surgido del feminismo”
Una asistente le preguntó a Rosa Cobo cómo es posible que algunas feministas defiendan la regulación de la prostitución, al tiempo que mostraba su preocupación por el arraigo de esta postura en el feminismo vasco.
La socióloga aseguró que para entenderlo es preciso “investigar cuál es la génesis ideológica de muchas mujeres que se autodefinen como feministas y que lo serán en muchas cosas, pero no en esto” y señaló que proceden “de cierta izquierda”, porque en el feminismo, desde su surgimiento en el siglo XVIII hasta el XX, la prostitución ha sido entendida como un elemento constituyente del sistema patriarcal y como una herramienta que permite su reproducción.
Idea “irracional” insertada en el feminismo
Recordó que Mary Wollstonecraft se refirió a la prostitución como a una “esclavitud humillante” y que Simone de Beauvoir aseguró que “en la puta se juntan todas las opresiones de todas las mujeres”.
“Es importantísimo saber que opiniones que argumentan que la prostitución, lejos de ser una herramienta del sistema patriarcal, es una herramienta de empoderamiento de las mujeres, no han surgido nunca del feminismo”, insistió.
Esa idea, explicó, nació en la década de los setenta alrededor de la obra de la teórica Gayle Rubin, que tenía “un pie en el feminismo y otro en lo que hoy llamamos el movimiento LGTB”. El objetivo principal de Rubin era acabar con la opresión sexual, entendía que las mujeres en prostitución estaban sexualmente oprimidas y veía la prostitución y la pornografía como una manifestación de libertad sexual”.
Este análisis lo recoge y lo desarrolla después Judith Butler y ese movimiento “va a hacer una alianza muy fuerte con ciertos sectores de la izquierda, quienes van a implantar esa idea en sectores del feminismo”.
“Si no sabemos esto, es muy difícil comprender cómo un pensamiento tan absolutamente irracional ha podido prender en sectores que -se felicitó- creo que no son los sectores centrales del feminismo”.
Investigación a gran escala
Para Cobo, la única forma de acabar con este debate es, como ocurrió en Suecia cuando se preparó la ley abolicionista, realizar una investigación a gran escala que recoja todos los datos y todas las realidades de la prostitución en el Estado.
Una decena de organizaciones feministas han constituido Euskal Herriko Feminista Abolizionisten Koordinakundea (EHFAK)
“Hay que averigurar cuáles son los beneficios, las condiciones de vida de las mujeres que están en la prostitución, quiénes son los actores que intervienen: los que constituyen la industria, los que se aprovechan indirectamente -emplazó-. Cuando tengamos la foto en la que veamos a decenas de supervivientes de la prostitución explicando cuál ha sido su biografía dentro de la prostitución, creo que regulacionistas y abolicionistas vamos a poder quizá ponernos de acuerdo en algunas cosas. Para debilitar el regulacionismo, lo primero es hacer un buen diagnóstico, pero parece que hay gente que no quiere que se haga”.
Arantza Campos señaló que en el entorno vasco se leyó, no a Rubin, sino ‘Placer y peligro’ de Carol Vance, un texto de reacción a una ola conservadora. Lamentó que, a quien defiende posiciones abolicionistas en Euskal Herria, se le acuse de dar pábulo a los argumentos de sectores conservadores o de la Iglesia católica y, como no hay modo eficaz de explicar las diferencias, persiste la otra postura, y “la tristeza es inmensa, claro”, se dolió.
Sin embargo, se vislumbran luces en medio de la niebla. Recientemente, una decena de organizaciones feministas han constituido Euskal Herriko Feminista Abolizionisten Koordinakundea (EHFAK). La coordinadora se estrenó el pasado jueves con acciones conjuntas en las cuatro capitales vascas del Sur y en Durango, en lo que promete ser una respuesta a la indefinición ideológica y una esperanza para quienes creemos que el feminismo sólo puede ser abolicionista.