La criminalización de la protesta social no es algo nuevo. Muchas personas han muerto y son asesinadas cada día por su compromiso político. Hace justo hoy 40 años, un disparo en la nuca efectuado por un guardia civil acabó con la vida de la ecologista Gladys del Estal en Tudela. Organizaciones antinucleares y ecologistas vascas celebraban allí el Día de la Tierra. Era un acto autorizado.
Esta jornada había sido convocada internacionalmente como protesta por el accidente en la central de Harrisburg (EE UU) ocurrido el 28 de marzo de ese mismo año, que demostró que las centrales nucleares eran inseguras y provocó el rechazo de esa fuente de energía.
Gladys había nacido en 1956 en Venezuela, donde sus padres se habían refugiado tras la Guerra Civil. A su regreso, la familia se asentó en Donostia. Estudiaba Química en la Universidad y participaba en el grupo ecologista de Egia y en los Comités Antinucleares. En Euskal Herria, el acto político del Día de la Tierra se trasladó a Tudela para rechazar el Plan Energético Nacional —que contemplaba una central similar a la de Lemoiz en Arguedas— y al mismo tiempo el polígono de tiro de las Bárdenas.
Acto autorizado
Según distintos testimonios, la llegada de activistas y el programa previsto transcurrió con normalidad y después de la comida comenzó el mitin con algo de retraso. Había permiso hasta las 17.00 horas pero a las 16.15 la Policía tomó el recinto y exigió disolver la concentración.
Aunque la organización intentó aclarar que el acto estaba autorizado, sonó el silbato y comenzó la carga. “Pelotas de goma y botes de humo caen sobre los concentrados y cunde el pánico. Finalmente, la intercesión de un diputado foral consigue detener la violencia a cambio de que los presentes abandonen Tudela”, señala el periodista Toni Álvaro en su libro ‘Catálogo de decisiones y fragilidades’.
La multitud marchó ordenadamente hacia las afueras, en un pasillo formado por las fuerzas policiales y a la altura del puente sobre el Ebro, cerca ya del estacionamiento de autobuses y coches, “un grupo de jóvenes, entre los que está Gladys, deciden hacer una sentada (en protesta por el desalojo). La Guardia Civil no está para sentadas ni pacifismo y los obliga a levantarse a golpes y empellones”.
“Tiro de gracia”
De acuerdo al mismo testimonio, “el guardia civil José Martínez Salas le dirige un comentario obsceno a Gladys, que responde con un insulto. Martínez Salas dialoga como mejor sabe. Le propina un culatazo con su subfusil ‘Z-70’ en los riñones. Gladys cae de bruces al suelo. Cuando intenta levantarse, Martínez Salas se acerca y le pega un tiro en la nuca. El médico que certifica la muerte de Gladys del Estal habla de tiro de gracia”.
La joven tenía 23 años y murió prácticamente en el acto. Tras recogerla del suelo donde se desangraba, sus amistades consiguieron llevarla al hospital de Tudela pero no se pudo hacer nada por salvar su vida.
El asesino de Gladys fue juzgado y declarado responsable de un delito de imprudencia temeraria con resultado de muerte. Le condenaron a 18 meses de cárcel que no cumplió y en 1992 fue condecorado con la Cruz del Mérito Militar.
El colectivo Gladys Gogoan mantiene vivo el recuerdo de la joven ecologista. Trató de dar su nombre al parque Cristina Enea, situado en el barrio donostiarra de Egia, y no lo consiguió. Sí logró hacerlo con una de sus pasarelas, si bien el espacio es conocido popularmente como parque de Gladys y allí se le tributa un homenaje anual.
“Poderosos intereses económicos y especulativos”
Para Gladys Gogoan, “recordar aquellos trágicos hechos es reivindicar la lucha ecologista, la defensa de la naturaleza, de la tierra, del aire, del sol. Pero no nos equivoquemos —advierte—. No es sólo cuestión de pájaros y flores. Es recordar que hay muy poderosos intereses económicos y especulativos que no se detienen ante nada y que son capaces de devorar la naturaleza y a quienes en ella viven con tal de seguir engordando su insaciable faltriquera”.
Este año, con motivo del 40º aniversario, el colectivo está preparando actos especiales de homenaje, entre ellos un documental que se presentará en el festival internacional Zinebi el próximo mes de noviembre. El pasado sábado celebraron un festival en Pamplona, en el que participaron grupos musicales y representantes institucionales, además de personas cercanas a la joven donostiarra y al movimiento ecologista y antimilitarista.
El grupo proclamó que este asesinato está aún pendiente de justicia y reparación. “Seguimos reclamando reconocimiento del daño causado a quienes fueron responsables de esa muerte, a quienes violentamente rompieron la paz en aquella jornada festiva del 3 de junio de 1979, a quienes condecoraron a quien debían haber condenado, a quienes juzgaron benévolamente y a quienes miraron hacia otro lado”, denunciaron.