Fui a ver ‘El último duelo’ atraída por el señuelo feminista de una historia basada en el hecho real acerca de una violación y su denuncia pública en plena Edad Media. Resultaba aún más sugerente cuando supe que para afinar el tema se ha contado con la colaboración del movimiento #MeToo y de la Fundación Geena Davis, dedicada a denunciar el sexismo en los medios de comunicación.
Como valor añadido, la dirección del solvente Ridley Scott y la intervención de ese excelente actor que es Matt Damon, autor también de la historia junto a Ben Affleck (que me convence sólo a ratos y aquí está bastante bien como secundario) y Nicole Holofcener, una directora de cine y televisión discípula de Scorsese.
Al imponente coprotagonista y ‘violador’ Adam Driver no lo recordaba, pero luego he averiguado que interpretó al ‘marido’ de Scarlett Johansson en la imprescindible ‘Historia de un matrimonio’. En cuanto a la tercera protagonista, Jodie Comer me divirtió en ‘Killing Eve’, una serie irreverente y transgresora que conviene explorar.
Hasta ahí los posibles atractivos, porque las historias de caballería y guerras no me llaman en absoluto pero, bueno, era un inconveniente que había que arrostrar (a la postre acabó pesando demasiado).
Empieza la película. Deslumbra la poderosa producción: excelente ambientación, gran cantidad de secundarios, extras y demás; encuadres superefectivos, impactantes efectos visuales… Un derroche de imaginería de muchos quilates.
¿Y la historia? Pues a lo largo de las casi dos horas y media (hay que sumar al metraje la publicidad previa) te cuentan la misma película tres veces con escasas variaciones, una desde el prisma de cada coprotagonista (el marido, el violador y la víctima). El planteamiento es interesante, pero durante el desarrollo de la trama miro el reloj impaciente varias veces.
La historia me aburre y me abruma la cantidad de machismo que destila, que ninguna de sus virtudes (fílmicamente, muchas) logra compensar
Lo único que concita mi atención en lo que al guión se refiere es la parte final, que refleja el punto de vista de la víctima y en la que Jodie Comer interpreta de forma eficaz el pensar, el sentir y el actuar de una mujer agredida sexualmente que, además, no está dispuesta a callar. Pero esto ocupa poco metraje.
Tengo que reconocer que disfruto con las interpretaciones y con el proceso de denuncia pública de la violación y las consiguientes reacciones, que suenan muy actuales. Y con la fortaleza y determinación de una mujer que en aquellos tiempos se atrevió a alzar la voz para que se hiciera justicia.
Y creo que el hecho de que se vehiculice a través de una superproducción que llega a millones de personas ayudará también a sensibilizar un poco más sobre esa terrible y secular violación de los derechos humanos que es la violencia hacia las mujeres.
¿Recomendaría la película? Si lo que te atrae es el mensaje feminista que quiere transmitir y si te gusta que te cuenten buenas historias, ahórrate el tiempo y el dinero. Si te gustan las superproducciones espectaculares y las buenas interpretaciones, la disfrutarás. A mí, el relato me aburre y me abruma la cantidad de machismo que destila, que ninguna de sus virtudes logra compensar.