Retos del feminismo del s. XXI
Amaia Pérez Orozco
El discurso oficial sobre la realidad socioeconómica está alternando los mantras de “crisis” y “recuperación” prácticamente desde que estallara la burbuja financiera de 2008 hasta la actualidad. Para la doctora en Economía y activista feminista Amaia Pérez Orozco, sin embargo, la crisis “es estructural”. No sólo ha venido para quedarse, sino que ha “instaurado la precariedad como régimen vital”.
Pérez Orozco fue una de las ponentes del congreso ‘Igualdad, Sociedad y Futuro’, organizado el pasado mes de febrero por la Diputación de Gipuzkoa para analizar los retos del feminismo del siglo XXI. En su intervención, analizó las características del capitalismo “depredador, extractivista y mercantilista” que impera en la actualidad. Expuso también cuál es, a su juicio, el papel de los feminismos para crear alternativas a este sistema heteropatriarcal, colonialista y racista, que lleva imponiéndose “al menos 500 años” y que amenaza con destruir, no sólo la vida humana, sino también el planeta.
Para esta economista, la crisis que estamos viviendo en estos momentos en el Norte Global tiene muchas similitudes con la que se vivió en América Latina en los años 80-90 del siglo XX. Allí la crisis de endeudamiento fue la excusa para “abrirse en plancha” a las políticas neoliberales, que trajeron consigo la “feminización de la pobreza y unos desastrosos indicadores sociales”.
Las feministas latinomaericanas hicieron aprendizajes que luego se han aprovechado aquí y han servido para analizar las consecuencias del estallido financiero. “Lo primero que vieron era que lo que estaba en juego era la vida misma. Se preguntaban qué estaba pasando con la vida”. La pérdida de empleo estable abrió la puerta a la multiplicación de empleos flexibles dirigidos a las mujeres; la mercantilización de la tierra expulsó a comunidades campesinas, en especial a mujeres, y la privatización de los servicios públicos obligó a las mujeres a suplir lo que faltaba con trabajo gratuito.
A juicio de Pérez Orozco, esa crisis puso de relieve el profundo conflicto existente entre los procesos de acumulación de capital y la vida. “La vida humana y no humana es el nicho de negocio para que vayan bien los procesos de mercado”. La pregunta que surgió fue “cómo sacar la vida adelante en este contexto de trabajos invisibilizados de las mujeres que el capitalismo necesita para prosperar”.
A la luz de aquella experiencia y ahora que Europa padece las políticas neoliberales en toda su crudeza, esta investigadora y activista tiene claro que la resistencia pasa por “poner la sostenibilidad de la vida en el centro”. Para ello hay que hablar, no de cifras, sino “desde los cuerpos, desde la vida”, que es lo que la gente entiende.
Cuidadoras “inmoladas”
“La vida no va bien”, subraya Pérez Orozco. Pero, frente a las explicaciones de los Estados que echan la culpa al envejecimiento de la población o a la inserción de las mujeres en el mundo laboral, la economía feminista se pregunta qué papel juegan en los malestares cotidianos la precarización del mercado laboral, las privatizaciones, los modelos de crecimiento urbano incompatibles con la vida, en una sociedad que gira en torno a los mercados y donde las mujeres ya no están dispuestas a ser “cuidadoras inmoladas”.
Además, la reivindicación del derecho al empleo por parte del feminismo ha topado con “límites insalvables”. El primero “la política de tierra quemada”. Es decir, las mujeres hemos podido acceder a un puesto de trabajo cuando el empleo ha dejado de ser un privilegio, cuando “se ha precarizado y ha dejado de ser un fuente estable de ingresos y de derechos”. En segundo lugar, el acceso de algunas en condiciones dignas al mercado laboral se ha hecho a costa de que otras se ocupen del trabajo invisibilizado. En tercer lugar, muchas de esas trabajadoras asalariadas encuentran un sinsentido el priorizar lo económico frente a los cuidados pero la cuestión es cómo priorizar la vida “sin caer en la idealización del trabajo invisibilizado de las mujeres”.
Las políticas de austeridad que se han impuesto en los últimos años —Pérez Orozco las llama “austericidas” porque “matan la vida”— han generado entre las mujeres dos tipos de estrategias de supervivencia que ya se experimentaron antes en América Latina: estrategias de rebusque (“Haz cualquier chapuza por dos duros”), de retales (poner en común los recursos), y economía gratis (“Si ni te lo lo da el Estado ni lo puedes comprar, hazlo gratis en casa”). Todo ello forma parte de algo que se ha denominado “crisis de reproducción social” impulsada por un sistema que “ataca a la vida para activar los procesos de acumulación mercantil”.
La crisis generalizada ha acortado el camino entre la precariedad y la exclusión, todo ello en un contexto de hiperfragmentación social. “La precariedad se instala como nuevo régimen vital del capitalismo patriarcal del siglo XXI”, sentencia Pérez Orozco.
Malestar y neofascismos
El resultado es la sensación “difusa” de malestar que vivimos hoy día, en que el discurso de la recuperación, “que te dice que todo el mundo puede lograr su sueño de éxito individual y si no lo consigue es por su culpa”, se produce en “un contexto de degradación de las condiciones vitales”. Un momento propicio para que los neofascismos “agarren el malestar y se instalen con fuerza”.
No obstante, esa “crisis de reproducción social” es parte de una crisis más profunda “una crisis política, de sentido ético y del proyecto civilizatorio colonial que dura ya 500 años y que está dejando en evidencia que aquí no cabemos todas las personas”. Panorama que convive con un “colapso ecológico” que, a su juicio, nos obligará a vivir con menos recursos.
Estamos, por tanto, en una “transición ecosocial” en la que el feminismo tendrá que decidir si se quiere hacer cargo de buscar alternativas a las dos únicas opciones que se nos ofrecen como viables y que son las siguientes: la primera, lo que el feminismo latinoamericano llamó “neoliberalismo de colores”, un capitalismo “con un poco de rostro humano”, una economía de mercado capitalista con derechos civiles y políticos e igualdad de oportunidades para las mujeres y donde se supone que todos cabemos; la segunda, una alternativa que “nombra el malestar” y dice que “aquí no cabe todo el mundo”, por lo que propone “expulsar a quien sobra, quedándonos la comunidad nacional, blanca y ordenada por clase social y género”. Este último sería el proyecto neoconservador de Trump que ofrece además una “vuelta a la maternidad consagrada, la familia y la domesticidad”, frente al primero, el esquema neoliberal de la UE, que “esconde lo que Trump dice a las claras” y donde se expulsa a las personas “con tanta violencia como en EE UU”. No en vano, el continente se ha convertido ya en la “Europa fortaleza”.
¿Qué vida queremos vivir?
El feminismo rechaza ambas vías y reclama “otras perspectivas críticas emancipatorias”. La reflexión partiría de dos preguntas: qué vida queremos vivir en colectivo “transformando nuestra noción actual de bienestar” y cómo queremos organizar el sistema socioeconómico para hacer eso posible.
Se trata de un debate que “no corresponde a las instituciones ni a la academia, sino a la ciudadanía global”, donde los feminismos “tienen que estar porque hablan desde los cuerpos y la vida, y tienen la capacidad de anticipar otras miradas”. Por ejemplo, son capaces de establecer una conexión entre la violencia machista y la violencia del poder corporativo.
Pero no vale cualquier feminismo. Tienen que ser feminismos politizados, que den “un sentido a esa sensación de malestar, tomen conciencia de por qué se produce y decidan hacia dónde queremos ir”. Tiene también que ser feminismos que “hablen desde el conflicto, no desde el pacto”, ya que entiende Pérez Orozco que si queremos una sociedad donde quepamos todas y todos “tenemos que hacerlo en ruptura directa con el neoliberalismo y el capitalismo”, que son los responsables del “conflicto entre capital y vida, que se sostiene sobre los trabajos invisibilizados”.
Feminismo de la “generosidad y el contagio”
Esos feminismos deberían también abordar los conflictos que los atraviesan para “entender el problema común y ver cómo se concretan las desigualdades en cada una de las vidas”, ya que “ la precariedad como régimen vital esta desigualmente repartida”. Todo ello con el objeto de construir un “sujeto político fuerte”, al que se podría denominar “mujeres plus, mujeres bolleras y trans, la clase obrera reformulada, las poblaciones racializadas…”
El feminismo “del conflicto”, en opinión de Pérez Orozco, tendría que ser compatible, sin embargo, con un “feminismo de la generosidad y del contagio”, con una política “que salga de la agresividad” del sectarismo. Cree que ese nuevo concepto del feminismo se está ensayando en la Huelga del Mujeres, “con errores pero también con una potencia de politización enorme”.
Esta teórica y activista advierte, por último, de que el movimiento que ha puesto en marcha las huelgas feministas supone un aprendizaje, no sólo para el movimiento de mujeres, sino también para “otras miradas políticas emancipatorias” si no queremos que esta transición ecosocial “nos lleve hacia el abismo”.
Utzi erantzuna
Iruzkinak bidaltzeko saioa hasi behar duzu.