Manolita del Arco ocupa un lugar de honor en la historia de las mujeres, aunque su contribución a la lucha por la libertad y el feminismo no haya sido suficientemente valorada. Por un lado, porque la historia de las mujeres es la historia olvidada y, por otro, porque las ideologías dominantes sólo otorgan consideración a sus héroes y heroínas.
A su hijo, Miguel Angel Martínez del Arco, le duele especialmente que su madre, originaria de Bilbao aunque residente en Madrid, no hay obtenido el reconocimiento debido en su tierra natal después de haber dedicado toda su vida a la causa de la libertad. Además de ser la presa que durante más tiempo continuado permaneció en las cárceles franquistas -19 años, los mismos que su padre-, fue precursora feminista e infatigable activista antifascista.
Quizás en adelante su figura pueda ser más conocida y admirada a partir de la biografía novelada en la que Martínez del Arco la convierte en protagonista junto con otras mujeres que constituyeron su red de apoyo y familia para el propio autor. La creación literaria lleva por título ‘Memoria del frío’ y ha alcanzado ya la 4ª edición. El viernes pasado se presentó en la librería feminista y de izquierdas ‘Libreramente’ de Barakaldo.
Una vida dura, que imprimió en su cuerpo las secuelas de la tortura y la represión, no ha dejado, sin embargo, para la posteridad una huella oscura, sino “luminosa, de resistencia” producto de la “capacidad de opción combativa” con la que estas mujeres afrontaron la dura realidad que les tocó vivir. “De ella he heredado la gran capacidad de vivir y de gozar, además del compromiso político“, resume Martínez del Arco.
La novela es un homenaje a De Arco y a sus amigas, una red de apoyo político y de amistad
Tal vez tenga que ver en este hecho que nació una vez la liberaron y después de que sus padres mantuvieran un noviazgo de 19 años “de cárcel a cárcel”. Fue una explosión de felicidad que duró poco, pues, cumplidos él los ocho años, su padre volvió a ser encarcelado en Burgos y dice que fue el grupo de amigas de su madre quien lo educó y sostuvo.
Concepción gozosa de la vida
La novela es un homenaje a todas ellas. Escogió este género para alejarse de la “visión de la heroína, del martirologio” y porque creía que le ofrecía mejores herramientas para plasmar esa “concepción alegre y gozosa de la vida” que las caracterizó y para presentar a las mujeres de carne y hueso “con sus contradicciones, sus miserias, sus dudas razonables y sus miedos”. ¿Miedos? “Para ser valiente hay que tener miedo. Lo contrario es temeridad”, opina el autor de ‘Memoria del frío’.
Estas mujeres encarnaron el concepto hoy tan presente en el discurso feminista de sororidad. Se habían conocido en la cárcel, donde habían tejido redes de apoyo mutuo, que les llevaban a ocuparse unas de otras y a compartir sus escasos bienes. Habían constituido “una comunidad de vínculos afectivos y políticos” tan fuertes como los familiares. Y aunque con su liberación algunas separaron sus caminos, siempre estuvieron en contacto.
En la cárcel compartieron experiencias de encierro en condiciones inhumanas y de represión brutal y después “las esperanzas de cambio en el Estado” y, ni siquiera la muerte del dictador en su cama las descorazonó, pues “siguieron militando hasta que murieron y con ochenta años seguían siendo sujetos políticos”.
Resistente y resiliente
Manolita del Arco era hija de madre soltera analfabeta de Carranza. Su hijo cree que la dureza del carácter euskaldun moldeó su personalidad. “El hecho de ser vasca la hizo resistente y resiliente. También silente. Atendió la vida con mucho silencio, con una cierta dureza resultado de la historia dolorosa y enajenada de este pueblo”.
Esas mismas características se podrían aplicar a su vida de resistente, en la que “no hicieron otra cosa que exponer su vida en acciones políticas y poner sus cuerpos en posición de combate”, rememora Martínez del Arco.
A Manolita del Arco le encargaron organizar el PCE en Euskadi en la posguerra, lo que revistió dificultades diversas. Por un lado, la imposición de puntos de vista “del exterior con una manera diferente de entender la realidad” y, por otro, el machismo en las organizaciones, su desenvolvimiento en un “mundo de hombres que esquinaron a estas mujeres”.
También fue una de las fundadoras de un movimiento feminista “clave en la transición”, el Movimiento Democrático de Mujeres, hacia 1965. Es otro encargo que recibió al salir de la cárcel. Desde ahí luchó por los derechos de las mujeres.
Dolores Ibarruri
Colaboró estrechamente con Dolores Ibarruri y otros dirigentes comunistas importantes aunque menos conocidos. “Trabajaron juntas durante la guerra. Mi madre era una adolescente y estaba en la Comisión de Cuadros, dentro del Comité Central. Luego cuando Dolores volvió del exilio volvieron a colaborar en el espacio de Relaciones Internacionales. Yo también la vi tangencialmente. Era muy impresionante”, recuerda.
Ya en la última etapa de su vida, fue reconocida “por autoridad y edad” como presidenta de honor del colectivo feminista Sororidad, de Madrid, un “espacio de debate y acción política” basado en el diálogo y el consenso.
Martínez del Arco lamenta las agrias discusiones que algunos temas están provocando dentro del feminismo actualmente. “En su tiempo, el gran debate regulacionismo-abolicionismo se mantenía y convivían las dos posturas. Me cuesta ver cómo andan algunas ahora a degüello, en una actitud muy patriarcal, si no es un atrevimiento decirlo. Ellas se peleaban justamente por lo contrario, por poder debatir”, se sorprende.
Cree que otro acontecimiento que horrorizaría su madre sería el advenimiento y expansión de la extrema derecha en Europa con su discurso de odio y exclusión. No en vano, ella y sus amigas arriesgaron su vida y su integridad por combatir el fascismo. Y, aunque el régimen del 78 las decepcionó, se mantuvieron animosas y “nunca perdieron la esperanza” de legar a las futuras generaciones un mundo mejor.