Desesperada, destrozada… Son calificativos que describen, con voz rota, articulada por ella misma, el estado de Inmaculada fuentes, víctima del falso Síndrome de Alienación Parental (SAP), a quien no dejan comunicarse con su hijo, enfermo de cáncer ni le informan de su estado de salud.
“Es inhumano lo que estamos viviendo”, deploraba ayer esta gasteiztarra, después de una recogida de firmas que amigas y componentes del equipo de madres de rugby Vitoria-Kamalehoiak promovieron en la plaza de la Virgen Blanca para que desaparezcan las trabas jurídico-administrativas que le impiden abrazar a su hijo.
El objetivo era que se haga efectivo su derecho a visitas otorgado el pasado 28 de enero, que quedó en suspenso después de que el padre solicitara y consiguiera que le aplicaran una orden de alejamiento, pero que se ratificó de nuevo el 16 de mayo. Su derecho se reduce a 4 horas a la semana, míseras migajas que no puede saborear por culpa de la burocracia y, en su opinión, también por falta de voluntad de quienes tienen que hacer cumplir los mandatos judiciales.
Silencio administrativo
Fuentes, con todo, sobrellevó la tortura institucional con entereza hasta que supo, hace poco más de una semana, que su hijo estaba ingresado en el servicio de Oncología Infantil de Cruces. Sin poder verlo y sin noticias de su estado de salud –es al padre a quien corresponde informarla- saltó como un resorte y escribió a distintos medios de comunicación, entre ellos andra.eus, para pedir que se diera a conocer la injusticia de la que estaba siendo objeto.
Toda la semana pasada ha sido un trajín de apelaciones a la Consejera de Igualdad, Beatriz Artolazabal; al jefe del servicio de Justicia Juveni, Patxi López Cabello, al punto de encuentro… Silencio administrativo, mientras recibía malas impresiones –que no noticias- sobre el estado del chaval.
En medio de un sufrimiento extremo, le sostienen los apoyos que está recibiendo de sus más allegadas
Inmaculada asegura que, tras días sin permiso para visitarlo, su hija pudo ver a su hermano veinte minutos el pasado viernes, y tres el domingo, siempre en presencia del padre -con quien no tiene relación-, y que lo encontró desmejorado. El niño pregunta por su madre, quien le ha hecho llegar sus galletas favoritas, crema para hidratarlo y la bandera del equipo de rugby al que pertenece, firmada por sus compañeros. Mientras, Inmaculada sigue sin recibir información sobre su estado y la autorización a que tiene derecho para verlo.
En medio de un sufrimiento extremo, le sostienen los apoyos que está recibiendo de sus más allegadas. Sus compañeras y compañeros de trabajo la animan y le dan todo tipo de facilidades; las madres del equipo de rugby, al que pertenece, promueven iniciativas; su hija y sus padres la acompañan. El abuelo y la abuela lo hacen, no obstante, a duras penas, ya que sufren por doble partida, pues tampoco les dejan ver al niño.
Campañas de apoyo
Tras una intensa semana, en la que aprovechó unos días libres que le correspondían para intentar activar resortes administrativos y, aunque con pocas fuerzas, hoy ha vuelto al trabajo. “Me ofrecen la baja porque estoy destrozada, pero en casa, y sin poder verle, me vuelvo loca y, en mi puesto, puedo centrarme en mi tarea”.
Mientras soporta una espera que se le hace eterna, sigue embrollada en la maraña judicial y observa con agradecimiento las iniciativas que las madres de rugby de Vitoria-Kamalehoiak, amigas suyas, promueven en su favor. Sigue también abierta la campaña en medios virtuales.
El próximo sábado se disputará en las instalaciones de Gamarra un torneo estatal de rugby de madres mayores de 35 años y, junto a la mesa de ‘merchandising’, se dispondrá otra de recogida de firmas a favor de esta víctima de violencia vicaria e institucional. Por un rato, la atenderá su hija, su aliada más incondicional.