Alianzas entre el capital transnacional y los Estados están desarrollando, desde hace más de una década, en América Latina, un modelo económico neoextractivista. Proyectos agrícolas, hidroeléctricos, eólicos, de construcción de carreteras o mineros extraen materias primas para los países capitalistas mientras destruyen la vida de las colectividades locales. Los megaproyectos están desplazando a comunidades, arrasando la naturaleza y amenazando y asesinando a quienes alzan la voz para defender su territorio.
Recientemente visitó Bilbao la maestra maya María Olga Coronado. Su comunidad y otros pueblos indígenas se han rebelado contra los trabajos de explotación minera e hidroeléctrica que se desarrollan en el departamento guatemalteco de San Marcos.
Violaciones de los derechos humanos
Su paisana de la asociación Lumaltik -organizadora del acto-, Idily Mérida, la retrató como “mujer, indígena, perteneciente al pueblo maya. Su idioma es el mam y tiene una identidad propia: la identidad heredada de su pueblo y su cosmovisión maya. Es maestra de educación primaria y madre de cuatro hijos. Cuando da clases en su comunidad, juega, canta, ríe y baila. Toca la guitarra y la marimba. Una de sus experiencias más satisfactorias es compartir sus experiencias de lucha con la juventud y con las mujeres, para así juntos y juntas defender el territorio y la vida”.
La presentación resumió perfectamente qué clase de mujer es María Olga Coronado y cuáles eran los motivos –importantes y urgentes- que le habían llevado a cruzar el océano. Dos básicamente: denunciar las graves violaciones a los derechos humanos que están padeciendo los pueblos indígenas de Guatemala, y por extensión de Latinoamérica, y reclamar la ayuda y la solidaridad vasca e internacional.
“Han venido a las comunidades diciendo cosas bonitas que para ellos son desarrollo, pero para nosotros como pueblo es saqueo, muerte, desesperación y división”
“El departamento de San Marcos, como todos lo de Guatemala, se han convertido en una mercancía para EE UU y Canadá, y para lograr sus objetivos, han venido a las comunidades diciendo cosas bonitas que para ellos son desarrollo, pero para nosotros como pueblo es saqueo, muerte, desesperación y división” –su intervención arrancó contundente y sin rodeos tras un breve saludo en su lengua materna.
Coronado explicó qué es lo que, en contraposición al modelo occidental, representa el desarrollo para el pueblo maya: “Es tierra y agua. Sin agua no podemos vivir, nuestras plantas y animales tampoco y, si no tenemos esto, es muerte, que es lo que han generado los proyectos llegados de otros países a nuestro territorio”.
Para la cosmovisión maya, la tierra es un organismo vivo, una extensión del propio cuerpo. Los proyectos mineros suponen una violación (del cuerpo-territorio) y además no les aportan nada más que la destrucción de su hábitat: “Utilizando el término desarrollo, vienen a destruir los recursos naturales, a sacar el esqueleto, los huesitos de nuestra tierra, que es el oro, para que se hunda y se muera”.
Engaño mediante dinero y alcohol
Y esto lo están perpetrando, según Coronado, mediante engaños a las personas responsables de las comunidades y también del Estado, si bien no lo han logrado “en su totalidad”. Las artimañanas empleadas con la comunidad, explica, se articulan de dos formas: la primera, a través de “pequeños apoyos económicos, que están matando la vida y la organización, y han dividido a las familias”; la otra, mediante la alcoholización de los hombres, método utilizado desde la primera “invasión”. “En esas condiciones podemos firmar algo sin darnos cuenta de lo que hacemos”, constata.
A pesar de que las empresas extranjeras que han ocupado su territorio “han hecho todo lo que han querido”, cree que aún es tiempo de “vitalizar nuestra vida” y se muestra optimista porque la movilización de las comunidades ha logrado “detener un poco” los proyectos que se desarrollan en el departamento de San Miguel. Se trata, en concreto, de una explotación minera y de proyectos hidroeléctricos, que “nos quitan el agua para generar energía para otros lugares”.
“Las familias indígenas no tienen nevera ni plancha, ni agua caliente. Sólo usan dos focos y tienen que pagar por ello 400 e incluso 1.000 quetzales (el salario mínimo está entre 2.500-2.700)”
Como muestra de que estos proyectos no benefician en absoluto a sus comunidades, expuso que justo el día anterior a su presencia en Bilbao le habían comunicado que habían cortado la energía eléctrica en un municipio por impago. “Las familias indígenas no tienen nevera ni plancha, ni agua caliente. Sólo usan dos focos y tienen que pagar por ello 400 e incluso 1.000 quetzales (el salario mínimo está entre 2.500-2.700 quetzales)”, denunció.
En este quebrantamiento de los derechos políticos y culturales de las comunidades, los gobiernos estatal y local juegan también, a su juicio, un papel determinante. “Al Estado no le importa que nosotros vivamos o no, sino tener más de lo que tienen. El Ministerio de Minas dijo que los lugares de los proyectos no estaban habitados, que sólo había bosque. Pero viven allí muchos indígenas y se les está desplazando. Sin embargo, esto no está afectando sólo a gente indígena, sino a San Marcos, a la población guatemalteca y a todo el mundo”.
Los daños no profanan sólo la vida de los pueblos originarios, sino también los derechos humanos de sus gentes. “Están criminalizando a líderes, hombres y mujeres, que han sido perseguidos y eliminados física, política y psicológicamente”. Coronado urge a unirse a la batalla por los derechos no sólo a “nuestro pueblo, sino también a todo el continente”, porque todo él está afectado por estas políticas y prácticas depredadoras.
“Sólo queremos vivir en paz”
Desde su cosmovisión indígena, cree, además, que todas las personas tenemos la responsabilidad de “cuidar esta casa grande que tenemos” y para ello plantea cuatro actitudes representadas por otros tantos personajes: “Tenemos que ser sensatos como la paloma; como la serpiente, avanzar sin detenernos en la lucha; como la sangre coagulada, observaremos quiénes están con nosotros y quiénes en contra; y como el tigre vamos a defender nuestra vida con dientes y garras”.
Coronado, en nombre de los pueblos indígenas, exige que se respete su modo de vida. “Sólo queremos vivir en paz, una vida plena que respete lo que nos dieron nuestros abuelos, pero esto lo han interrumpido esos proyectos a los que estamos sometidos”. No obstante, y a pesar de todo lo expuesto, confesó sentirse “feliz” compartiendo las “vivencias” de su comunidad “como pueblo, como cultura y como mujer indígena”.