Las principales potencias occidentales han clamado por el arbitrario arresto domiciliario de la líder opositora Cristina Chamorro, que al parecer lideraba las encuestas de las elecciones presidenciales. Otros seis personas contrarias al régimen han sido detenidas en las últimas horas. Un periódico estatal lo atribuía a la “vocación despótica” del régimen. Se quedaba corto. Para las feministas nicaragüenses, la pareja que monopoliza despóticamente el poder desde hace décadas, la entente Ortega-Murillo, ha impuesto una “dictadura sangrienta”.
En un coloquio organizado recientemente por la red estatal de feministas nicaragüenses y por EH Feministak Nika, las participantes pintaron un país de gulag, donde imperan la violencia sexual e institucional contra las mujeres y la represión a las comunidades indígenas y las organizaciones opositoras. La corrupción y el control férreo caracterizan a todas las instancias, desde las más altas jerarquías hasta las bases populares.
Bandas de delincuentes y compra de voluntades
La representante de la Articulación Feminista de Nicaragua Eva Molina acusa al régimen de haber anulado la participación ciudadana “a través de la contratación de bandas de delincuentes, de la cooptacion de lideres opositores, de compra de voluntades, de la infiltración de gente en asociaciones ciudadanas, y de sobornar a una clase política sumisa a este poder”. Sostiene que eso ha permitido a la pareja gobernante “estar donde están a pesar de todo lo vivido”.
Esta dictadura férrea ha llevado a las organizaciones de mujeres en particular a retroceder en todas sus conquistas. Una ley de municipios “anuló los consejos de participación de la sociedad civil, entre ellos el movimiento de mujeres y los comités municipales, departamentales y estatales”, atestigua Molina.
Se pasó de una democracia participativa, en la que estos órganos representativos de la sociedad civil elevaban sus propuestas a las instituciones, a que el poder de participación y derecho de ciudadanía quedara en manos de la mujer de Daniel Ortega, Rosario Murillo.
“En 2008 se acusó a organizaciones de sociedad civil de lavado de dinero; se nos dijo que éramos golpistas empleadas del imperio”
A partir de ahí la represión contra los movimientos populares -el feminismo de modo especial- se agudizó, aunque el asedio ya venía de mucho antes. “En 2008 se acusó a organizaciones de sociedad civil de lavado de dinero; se nos dijo que éramos golpistas empleadas del imperio”, se indigna Molina.
Todo por haber denunciado los desmanes de Daniel Ortega. Desde la revelación de las violaciones a su hijastra Zoilamérica Narváez, allá por el año 2000, por las que sigue sin rendir cuentas y que, para las feministas, “simboliza la impunidad de las violencias machistas en Nicaragua”, hasta la demanda de libertad para 100 presas y presos políticos que continúan en la cárcel soportando “tratos crueles”.
Violaciones a manifestantes y 328 asesinatos
A ello se une la denuncia de que fuerzas policiales y parapoliciales torturaron y violaron a manifestantes detenidas durante las protestas sociales de 2018, en las que se cometieron más de 328 asesinatos, que continúan sin ser juzgados… La lista de tropelías es inmensa.
Uno hito en los retrocesos en los derechos de las mujeres lo marcó 2006, cuando el Frente Sandinista en alianza con partidos de derecha penalizó todo tipo de aborto (era legal el terapéutico). Ese año, a decir de Molina, comenzó el desmembramiento de la precaria democracia, “después de que las reformas de la constitución política de Nicaragua produjeran las primeras anulaciones de la participación de otros partidos y se les quitara personalidad jurídica para evitar para que participaran en elecciones”.
“Para las mujeres, se han profundizado la pobreza, el desempleo y el subempleo, y la violencia machista en su múltiples formas”
En 2012 se aprobó la ley 779 que “desvirtúa el concepto de femicidio, incluso de violencia”. Por detrás vino el desmantelamiento de las comisarias de la mujer, unos “espacios abiertos por la demanda y la lucha de las mujeres”.
A partir de 2018 se anuló toda participación y “se cerraron las consultas a presupuestos, donde las mujeres podían hacer proyectos desde municipios y comunidades, y se podían presentar a la municipalidad”, añade la representante de la Articulación Feminista de Nicaragua.
Desaparecidas, a diario
La representante de la Plataforma de Unidad Azul y Blanco Mirna Blandón destaca que “continuamos expuestas a los femicidios y su impunidad, y la violencia hacia mujeres y niñas no ha disminuido –hay desaparecidas a diario-. El acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva sigue siendo limitado o inexistente para la gran mayoría. Tenemos la tasa de embarazo adolescente mas alta de Latinoamérica y han cerrado y expropiado oenegés como castigo del régimen a la labor de las defensoras”.
Además, “acceder a educación de calidad en todos los niveles se convierte en un reto si se tiene en cuenta la represión y la manipulación y control que tiene el régimen de la red pública”.
En general, resume, “para las mujeres, se han profundizado la pobreza, el desempleo y el subempleo, y la violencia machista en su múltiples formas, porque el aparato de justicia se ha reafirmado en su servicio a la represión con la Policía y la Corte Suprema de Justicia como cómplices y perpetradores de la injusticia”.
Todas estas dificultades no las han arredrado. Las mujeres de Nicaragua han generado lugares de resistencia que les han servido para acompañarse y asistirse unas a otras. Blandón se enorgullece de haber construido un “espacio opositor plural, incluyente”, pues para hacer frente a una “dictadura sangrienta como la Ortega-Murillo necesitamos unirnos a otros actores”.
La simpatía que siente esta tierra por la revolución sandinista hace que las críticas de las feministas nicaragüenses no tengan demasiado eco
Fernanda Callejas, de EH Feministak Nika, observa la situación desde Euskal Herria. Tuvo que exiliarse y no le resulta fácil vivir aquí, a pesar de la simpatía que siente esta tierra por la revolución sandinista. Precisamente es esto mismo lo que hace que las críticas de las feministas nicaragüenses a la dictadura de los Ortega-Murillo no tengan demasiado eco. No es fácil, dice, “hacer activismo en esta tierra que romantiza la revolucion sandinista”.
El sueño de una Nicaragua feminista
Lamenta también que no se reconozca la terrible situación que viven en su país y que las nicaragüenses no sean acogidas como exiliadas y se les facilite una vida digna y en paz. Por el contrario, nada más aterrizar, se las traslada a una casa donde tienen que trabajar como internas 24 horas al día. Una pesadilla en la que no cabe siquiera el duelo migratorio.
Afortunadamente, tienen recursos. Ella revela el suyo propio. Cuando era pequeña, una adulta le enseñó a retirarse al ‘rinconcito de los sueños’, un lugar para pensar en positivo. Es un hábito que no ha abandonado. “Tenemos el sueño de que vamos a vivir en una Nicaragua libre y feminista, y no mañana o después de las eleciones, sino con el trabajo del día a día”. Ojalá, pues, que ese día no se haga esperar demasiado.