Marcela Lagarde hace un llamamiento a la unidad de las feministas a pesar de las diferencias. Advierte de que “el feminismo no es una religión” y cree que para que la lucha progrese es imprescindible “buscar las sintonías, más que atacar las diferencias”.
La antropóloga y feminista mexicana participó en el cierre del curso Teoría Feminista, dirigida por Rosa Cobo y organizado por la Universidad de A Coruña. En su intervención, lanzó un mensaje de unidad de acción, propugnó la necesidad de tener en cuenta la genealogía del movimiento y exploró la violencia contra las mujeres y niñas.
Frente a las divisiones que está experimentado el feminismo defiende que “necesitamos crear pactos y alianzas entre mujeres, no opresivas, no supremacistas y que estén basadas en la igualdad desde el reconocimiento entre unas y otras”, insistió.
“La agenda global pertenece a todas”
El feminismo dispone, a su juicio, de una “agenda contemporánea integral”, que pertenece a todas y que precisa tener en cuenta “lo que contribuye a la unidad de acción desde esas diferencias”.
Esa agenda se basa en una “crítica epistemológica y deconstructiva de la modernidad” que censura a la democracia pero al mismo tiempo la toma como modelo. “El paradigma es la democracia genérica, la igualdad entre mujeres y hombres, y el desarrollo humano sostenible con una mirada ecofeminista”.
En su opinión, en esto puede haber un acuerdo. Se trata de “un aporte, no lesivo” para nadie, que puede “ayudar a difundir una perspectiva feminista sórica o sororal, que no se da entre mujeres espontáneamente, sino que hay que construirla entre diversas”.
“Todas sufrimos violencia”
Dentro de esa agenda está también el combate de la violencia y a este respecto recordó que la violencia machista no es algo que afecta solo a otras mujeres. “Cada una de nosotras podemos decir en qué y cómo hemos sido violentadas, y la respuesta es ‘me too’; a mí también me sometieron a través de violación, también me hicieron daño sexual y personal, sufrí acoso hostigamientos y, desde luego, violencia feminicida”, concepto, por cierto que, según reveló, representantes políticas españolas con quienes se entrevistó se resistieron a asumir como aplicable a las mujeres del Estado.
El concepto de feminicidio fue acuñado por ella misma para designar “ese oprobio brutal de la violencia, muchas veces cometida por próximos, novios, parejas, ex parejas… contra mujeres de bien, trabajadoras, estudiosas, que participan en su comunidad y se esfuerzan por vivir de una manera distinta y son violentadas y castigadas por ello”.
La violencia la sufren mujeres de toda condición, incluso mujeres poderosas difundieron el hashtag #MeToo
La violencia la sufren mujeres de toda condición, incluso mujeres poderosas difundieron el hashtag #MeToo. “A ellas también les había pasado y fue una innovación en el movimiento feminista, que se iluminó de pronto con esta declaración de esas mujeres que rompen el mito de que la violencia de género está asociada a la explotación y a la opresión social”.
A partir de ahí se produjo una catarsis global de mujeres, que dijeron ‘me too’, en México, Argentina, Ecuador, Guatemala y otros países, y el feminismo adquirió una dimensión nunca vista en la historia, hasta el punto de que lo constituyen ahora mismo “millones de mujeres, que estamos en la calle, y también en gobiernos municipales, locales, regionales y autonómicos”.
“Nuestra genealogía empezó hace siglos y debemos saber que no somos las primeras”
Las mujeres feministas “ocupamos todos los espacios, influyendo con nuestro análisis y dotando a la sociedad de una perspectiva de género para identificar aquello que origina la afrenta a las mujeres”.
Y no hemos llegado hasta aquí por casualidad. Lagarde apeló a la genealogía y repasó algunos nombres, amigas suyas. “Empezamos hace siglos y debemos saber que no somos las primeras”, recordó, al tiempo que invitó a conocer la historia de los feminismos locales, nacionales y regionales para saber quiénes fueron las primeras y nos precedieron”.
“Ya no somos las otras”
La teórica y política feminista instó a hacer un esfuerzo de divulgación del feminismo y de la educación feminista, lo que requiere de nosotras conocimientos mínimos de la historia del movimiento. Esto no siempre se da. “Noto que muchas veces gana el pragmatismo y se desprecia la formación en historiografía feminista”, admite.
El conocimiento de la historia y de los “derroteros de esta travesía feminista” nos ayuda, en su opinión, a “colocarnos en el amplio espacio incluyente del feminismo”, donde se da una “visión feminista de pluralidad de ideas, acciones, de mujeres diversas”.
“El feminismo contemporáneo se rige por la diversidad en nosotras mismas y en todas las demás. Nosotras no somos ya las otras, sino parte de un sujeto histórico transformador, trastocador que somos las mujeres e impulsamos la defensa de nuestros derechos y el conocimiento y la divulgación de esta historia apasionante del feminismo”, remachó.