El padre y la madre de una adolescente vasca de 16 años han emprendido una campaña para reclamar al Gobierno vasco una unidad de salud especializada en trastornos de la conducta alimentaria. Lamentan que la gravedad que reviste la anorexia de su hija y la falta de este servicio específico les haya llevado a ingresarla en Albacete, a 700 kilómetros de su casa.
Revelan también que fueron los mismos profesionales de la unidad de agudos Infanto-juvenil del Hospital Donostia quienes se lo recomendaron. “Ella se pasó el año 2021 entrando y saliendo de la unidad. Allí los profesionales hicieron lo que pudieron, pero fue insuficiente. Fueron ellos mismos los que nos recomendaron buscar una unidad especializada. Lo contrario habría sido dar a nuestra hija por perdida, cronificar su enfermedad, dejarla marchar…”, relatan en change.org, donde han activado la campaña.
Los desesperados progenitores detallan el terrible progreso de la enfermedad: “A sus 15 años, nuestra hija Nagore quedaba con sus amigas, se apuntaba a mil planes, tocaba el saxofón… Pero un día se empezó a apagar. Se aisló en su cuarto, no hablaba, no comía… Parecía deprimida. Pensamos que podría ser por el confinamiento a una edad difícil, pero era mucho más”.
“No podía ni hablar”
“En unos meses –prosiguen- empezó a perder 2 kg. por semana, se quedó sin fuerza… le dolía hasta vestirse. No era capaz de bailar. No tenía aliento para tocar el saxofón. Cada comida en casa se volvió una tensión, no quería tomar ni agua… Llegó un punto en que balbuceaba, porque ya no podía ni hablar”.
Un día descubrieron que Nagore se había hecho cortes en los brazos. “Era muy grave y no sabíamos qué hacer. Pagamos un psicólogo privado. La cita para el psiquiatra se la daban tres meses después”.
Advirtieron que si esperaban tres meses “se nos muere”, pero aseguran que sus temores fueron ignorados. “Un día, desesperados, sentimos que la perdíamos y corrimos a urgencias. La ingresaron tres meses. Luego salió, entró, volvió a salir… y 6 meses así. En los centros no especializados sólo les ingresan cuando su vida está en peligro, y luego les vuelven a dejar. Así no se cura un TCA”, arguyen.
El ingreso en Albacete fue, según explican, una circunstancia obligada porque “en toda nuestra comunidad autónoma (País Vasco) no existe ni una sola unidad médica pública especializada para su enfermedad”. La única alternativa es privada a un coste de 5.000 euros al mes.
Sin alternativas
No vieron otra solucion tras la dura experiencia de comprobar que “tu niña se apaga cada vez más, que pesa cada vez menos y que nadie te ofrece una alternativa para curarla”.
Les ha animado la experiencia de una mujer andaluza, Patricia, “con una situación igual que la nuestra”, que lo consiguió el año pasado, “gracias a una petición como ésta y al apoyo de 382.000 firmas”.
Aseguran que “somos miles y miles el País Vasco y no podrá mirar hacia otro lado”. Han dirigido la petición al Gobierno vasco, desde donde han reconocido que “no existe ningún recurso especifico de hospitalización”. También les han respondido que “hay un compromiso por parte del departamento de Salud y a través del Consejo asesor de salud mental de Euskadi, de evaluar su necesidad, proponer y, si es el caso, implementar recursos.”
Pero sostienen que “no queremos palabras” porque “éstas no curan la anorexia”, mientras que sí lo hacen las unidades específicas”.