‘Titane’, la película ganadora de la 74ª edición del festival de Cannes, dirigida por la desconocida Julia Ducournau, de 37 años, ha suscitado en la crítica opiniones dispares. En lo que se coincide es en que no deja indiferente y horroriza en todos los sentidos posibles. La realizadora francesa es la segunda mujer en conseguir la Palma de Oro después de Jane Campion con ‘El piano’, en 1993. Son películas que tienen poco que ver y cuyas sensibilidades están en las antípodas.
El argumento de ‘Titane’ es el siguiente: Alexia es una bailarina erótica con una atracción sexual por los coches, uno de las cuales, un ‘Cadillac’, la embaraza. También es una asesina en serie que, después de su última matanza, se hace pasar por el hijo perdido de un bombero adicto al trabajo.
“Veo el mundo como debería ser: fluido, y más fluido cada día, de muchas maneras”
La película explora la fluidez de género, si bien, tanto la realizadora, como prensa especializada, utilizan indistintamente los conceptos de sexo y género. En una entrevista en ‘Indiewire.com’, Ducuournau, quien trata de sustraerse a los encasillamientos, señala que “la fluidez de género es un tema y no es un tema para mí. Es uno de los temas principales de la película, pero no es un tema para el que tuviera un plan. Es bastante natural para mí pensar así. No es un panfleto político. Es la forma en que veo el mundo. Veo el mundo como debería ser: fluido, y más fluido cada día, de muchas maneras”.
Feminidad flexible
Por eso, con sus creaciones pretende sacudirse corsés: “No creo que nuestro género nos defina. Sin embargo, debido a que eso aún no es algo que se entienda socialmente, se convierte en un tema. A mí, como mujer, no quiero que mi género me defina en absoluto. Cuando la gente dice que soy una mujer directora, eso me molesta, porque soy una persona. Soy directora. Hago películas porque soy yo, no porque sea mujer. Soy yo”, insiste.
Quiere mostrar una “feminidad mucho más flexible y borrosa de lo que la gente piensa que es”, lo que le lleva a denunciar los estereotipos más caducos. La película empieza con una secuencia en un espectáculo automovilístico. “Hice que pareciera que los coches y las chicas son esencialmente lo mismo. Son igualmente cosificados”.
A continuación, lleva a la protagonista a reinvindicar su propio deseo alejándose de la mirada masculina, aunque avisa de que “uso toda esa configuración como una trampa, como un señuelo. Se siente como un poco de estereotipo, todo, y juego con ese estereotipo” y lo hace también con la ambigüedad: “Ella puede ser bastante violenta; en realidad, su sexualidad es bastante jodida. Oh, en realidad, ella puede ser un hombre. ¡Pensaste que era una mujer! Todo eso”.
“La monstruosidad es positiva”
El objetivo último es expresar “el nacimiento de un nuevo mundo, equivalente al nacimiento de los Titanes después de que Urano y Gea se aparearon. El cielo y la Tierra”. Una nueva humanidad “que sea fuerte porque es monstruosa, y no al revés. La monstruosidad, para mí, siempre es positiva”.
Se trata de desacreditar todas las formas normativas de la sociedad y la vida social, y continúa la línea trazada en la su película anterior, ‘Raw’ (2016) que, con la ópera prima ‘Mange’ (2012), completa su filmografía.
Ducournau admite la influencia del aclamado cineasta de terror David Cronenberg, aunque matiza que es una entre otras. Destaca también la de la fotógrafa Nan Goldin, de quien dice que “es alguien a cuyo trabajo llevo conmigo todos los días. Es increíblemente frontal y sincera, tan cruda…”
Su lenguaje fílmico es básicamente visual. Pone a sus personajes en situaciones extremas y traumáticas, y evita intelectualizar los mensajes. Eso hace que su impacto se imprima en el cuerpo. Guste o se lo considere un disparate, lo que sí parece garantizar su cine son las emociones fuertes.