MARINA SUBIRATS | SOCIOLOGA Y POLITICA 
«Una nueva conferencia mundial sobre la mujer podría suponer retrocesos»

La socióloga y política Marina Subirats, también experta en coeducación y a quien se le podrían asignar otros muchos atributos que la acreditan, opina que la fuerza destructiva de la violencia y la desigualdad, unidas al cambio climático, amenazan la integridad de la especie humana y del planeta, y considera que “lo único que puede reequilibrar la situación es la fuerza de las mujeres”.

A renglón seguido, sin embargo, especifica que no piensa que las mujeres “seamos mujeres ni peores”, sino que simplementenos hemos encargado de cuidar la vida”, mientras que ellos se han dedicado a “destruir para ser mas fuertes y apoderarse de lo que tiene el de al lado” en una espiral de devastadora “que ha llegado demasiado lejos”.

Subirats participó recientemente en una jornada organizada por Emakunde para presentar su Compromiso Vasco con la Igualdad, Beijing + 25, un pacto social por la igualdad y contra la violencia machista que el instituto lidera y en el que quiere comprometer a toda la sociedad.

La socióloga catalana se refirió a su participación en la Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing (1995), cita que albergó dos foros, uno institucional, y otro de colectivos feministas. Subirats, en aquel momento directora del Instituto de la Mujer, se integró en el institucional pero también se asomó al de asociaciones.

“Hay mucha oposición en el mundo al avance de las mujeres. Lo comprobamos en Beijing”

Esta iniciativa que plantea ahora Emakunde trata de reactivar los compromisos pendientes de la Plataforma de Acción de Beijing, muchos de los cuales están sin cumplir. Subirats lo achaca a que “hay mucha oposición en el mundo al avance de las mujeres”. Remacha que “lo comprobamos en Beijing, pero ganamos, aunque después se han reorganizado las fuerzas para parar a las mujeres”.

Como algunas otras, ve necesaria una nueva conferencia internacional pero teme que se celebre, ya que “podría suponer un retroceso”. Por ello, considera que antes “habría que crear las condiciones que nos permitieran avanzar”.

Con la perspectiva de los 25 años de Beijing, que se cumplieron el año pasado, juzga que “en muchos lugares del mundo hemos mejorado a pesar de todo” y no hay más que ver “el empuje y la fuerza del movimiento de mujeres”,  y en otros muchos las mujeres siguen estando “muy mal, utilizadas como objetos, vendidas, casadas con 5 años…” Considera que “tenemos el deber de influir” para que esa esclavitud cese.

Por si alguien considera que documentos como la Plataforma de Acción de Beijing son papel mojado, Subirats pondera que, tanto a los países más atrasados en derechos como a los más avanzados, “les ha dado un fundamento para poder avanzar”, ya que legitima a las mujeres para exigir a los gobiernos el cumplimiento de los compromisos firmados.

Por eso, no fue nada fácil preparar la declaración final. Tras tres años de trabajo previo, muchos aspectos llegaron a la conferencia sin acuerdo. Uno de ellos fue la cuestión del género. “No era aceptado por los países donde tienen gran influencia la iglesia católica y el islam. Hubo una alianza entre ambos, no así el mundo hebreo, que se puso al lado de las que queríamos avanzar”.

“El género se convirtió en bandera del feminismo y las consecuencias han sido complicadas”

Catolicismo e islam, explica Subirats, “han contado que las mujeres somos como somos, porque Dios o la naturaleza nos ha hecho así. Tenemos un cerebro que pesa poco y no podemos estudiar. Somos un útero andante y está claro que debemos dedicarmos a la crianza y a parir”. Entonces, cuando dijimos “que no sólo influye la naturaleza, sino también los modelos sociales impuestos que nos obligan a vivir de cierta manera y que esto lo podemos cambiar porque las sociedades pueden cambiar, se inventaron lo de la ideología de género”.

Otra consecuencia, a su jucio negativa, fue que “en lugar de un término académico para analizar la situación de las mujeres y el cambio, el género se convirtió en bandera del feminismo y las consecuencias han sido complicadas”.

Hubo un punto en el que las instituciones y organizaciones feministas tuvieron que claudicar y fue en el de los derechos sexuales y reproductivos, no admitidos por la iglesia católica, quien también puso obstáculos para renocer la diversidad familiar.

La conferencia impulsó el avance en el empoderamiento de las mujeres, término éste “muy feo pero no encontramos nada mejor para traducir ‘empowerment’ al castellano y para cuando nos dimos cuenta América Latina ya lo había publicado”.

“En unos lugares se necesitan mujeres en la políticas, pero en otros reclaman poder conducir, ir a la universidad o tener agua cerca de casa”

Además, el concepto tiene un significado diferente en cada país de acuerdo a las necesidades de las mujeres. “En España necesitábamos mas mujeres en política, economía o como docentes, pero en otros países reclaman poder conducir, ir a la universidad o tener agua cerca de casa”.

Otra “palabreja” que surgió de aquel foro fue ‘transversalidad’. Una idea a la que ya se habían aproximado desde las instituciones y que indica que los institutos de la mujer necesitan la colaboración de todos los ámbitos políticos. “La transversalidad es ver cómo llegamos a todas partes a través de todas las instituciones por los impulsos que van dando los organismos de igualdad”.

Como balance de los 25 años de andadura de los compromisos de Beijing opina que “las mujeres nos hemos empoderado, hemos entrado en las instituciones y hemos visto cómo funcionan y hemos visto que son androcéntricas, son de los hombres y de acuerdo a sus puntos de vista y necesidades, y no han comtemplado la parte de la vida que llevamos las mujeres por considerarse que pertenece al ámbito doméstico”.

De modo que cree que ahora toca “visitar la otra cara de la luna que complete lo que necesita el mundo”, es decir, “pensar en como tendría que organizarse la sociedad incorporando el cuidado de la vida”.

“Hay que eliminar el androcentrismo institución por institución”

Y ese nuevo horizonte debería plantear un pacto social y ciudadano por la igualdad y contra la violencia “que no llamo de género, si acaso de género masculino o machista”, y que “está incluida en el modelo de comportamiento que trasladamos a los niños” y que “a veces tiene que ver con los avances del feminismo.

Otro punto sería eliminar el sexismo institución por institución. Por ejemplo, “no puede ser que todavía en Sanidad, en cosas en que funcionamos diferentes los cuerpos femeninos y masculinos, las mujeres lleguen al hospital una hora después de haber sufrido un infarto. O que enfermedades de las mujeres no se hayan estudiado”.

Le parece también importantísmo evitar que haya mujeres que queden excluidas de los avances: precarias, madres solas, prostituidas o víctimas de trata –“me parece de lo peor que le puede pasar a una mujer”-. Porque el feminismo se basa, para Subirats, en que “las mujeres podamos decidir sobre nuestra vida y seamos dueñas de ella en la medida en que lo podemos ser”, si bien reconoce que contigencias como “el coronavirus nos ha demostrado que somos muy débiles y que estamos muy expuestas”.