Entre los nombres que habría que escribir con letras mayúsculas en la historia del feminismo vasco hay uno incontestable: el de la abogada navarra Begoña Zabala, de 69 años. Luchó por derribar la dictadura franquista y participó en las asambleas de mujeres desde sus inicios, en el año 1976. Ahora pertenece al grupo Emakume Internazionalistak y se ha implicado en la organización de las jornadas feministas que se celebrarán del 1 al 3 de noviembre en Durango bajo el lema ‘Salda badago’. Participará también en ellas como ponente y explicará cómo abordar la violencia machista desde el feminismo.
Articulista y activista infatigable, es autora de un ensayo sobre la historia del movimiento feminista, ‘Movimiento de mujeres. Mujeres en movimiento’ (ed. Txalaparta), que conoce de primera mano. Su visión panorámica le otorga una posición privilegiada desde la que observar y analizar las dinámicas y los cambios que se han producido en estos años dentro de las asambleas de mujeres, así como en las jornadas feministas que se han organizado a lo largo de la historia.
-Empecemos por un repaso de la historia de las jornadas de Durango que se prevén históricas. ¿Cuándo se vio la necesidad de organizarlas y quién tomo la iniciativa?
-Hacia el año 2016, diferentes grupos de mujeres que nos conocemos y coordinábamos actividades puntuales nos dimos cuenta de que estaba habiendo una nueva eclosión del movimiento con la incorporación de gente joven. Habíamos hecho la gran manifestación contra la propuesta de repenalización del aborto de Gallardón en Iruñea, que hizo que terminara dimitiendo el ministro. Después, tuvo lugar otra gran protesta contra las agresiones sexistas en Gasteiz, con una participación muy numerosa, diversa y contestataria. Vimos que había mucha movilización, mucha rabia, muchas ganas de salir a la calle y de protestar, pero también de plantear nuevas lecturas del feminismo. En una primera reunión que convocamos bajo las siglas genéricas de Euskal Herriko Mugimendu feminista estábamos grupos de los cuatro herrialdes e incluso de Iparralde. Vinieron los grupos ya en activo y también muchas asambleas que han organizado la huelga del 8 de Marzo. Ahí vimos que había caldo -de ahí el lema ‘Salda badago’-, que había cosas para debatir y poner en común.
-¿Como cuántos grupos han participado activamente en la organización?
-Unos treinta grupos históricos bien asentados. Luego nos hemos dividido en comisiones y también desde los propios herrialdes hemos llamado a grupos más pequeños de los alrededores. Es como un movimiento en cascada, una red que funciona por los whatsapp y ese tipo de medios, así que, claro, controlar cuánta gente participa ahora en esa red es complicado.
“Se ha hecho un esfuerzo importante para que participen por encima de todo grupos de mujeres racializadas o que vienen de otros pueblos”
-¿Cuál es la filosofía que preside estas reuniones preparatorias y la de las propias jornadas?
-La filosofía del proceso es máxima participación del movimiento. Máxima quiere decir que tiene vocación de llamar a los grupos de toda Euskal Herria. Ese proceso se inicia antes de llegar a las jornadas. Porque esto no es reunirte y organizar unas jornadas como si fuese una asesoría. El propio proceso nos va poniendo en comunicación a los grupos, grupos diferentes, y vamos unificando posturas, posiciones… Vamos actuando en un diálogo permanente. Esta vez, se ha hecho un esfuerzo importante para que participen por encima de todo grupos de mujeres racializadas o que vienen de otros pueblos, de minorías étnicas que cuesta más que se integren en las redes normalizadas por los horarios o los idiomas. Otro elemento importante es que nuestra lengua fundamental es el euskera con todo lo que esto supone de cantidad de gente que no sabe hablar o que lo entiende pero no habla. Las sesiones se harán con traducciones al momento (‘xuxurlariak’) para que todo el mundo entienda lo que se va diciendo. Otro elemento es que hay grupos nuevos y hay que visibilizarlos y darles cabida, grupos que igual no son como los de toda la vida, porque son gente joven que tiene otras formas de organizarse y movilizarse.
Sorpresas positivas
-¿Qué sorpresas positivas os habéis encontrado por el camino?
-Muy positivo ha sido cómo está estructurado el debate. Hay unas grandes mesas centrales que abordarán unos ejes centrales –esto es un clásico de las organizaciones feministas cuando nos reunimos en jornadas– y una de las sorpresas ha sido que en lo otro –eso que llamamos talleres, representaciones– ha habido un montón de aportaciones, ochenta y pico. Además, desde las grandes movilizaciones del 8 de marzo contra la violencia y contra el aborto se está incorporando mucha gente joven. Esas chicas tienen planteamientos muy radicales y están poniendo la vida en ello. Otra sorpresa ha sido ver que hay un montón de grupos de racializadas a las que vamos a visibilizar y escuchar. Son muchos grupos, que están bien organizados pero de formas diferentes a las nuestras.
-¿Por qué y cómo se han elegido esos ejes de debate?
-Es algo que no se ha hecho desde el centro. Se dijo a los grupos que preguntaran de qué querían hablar. Hicimos asambleas previas antes de poner los ejes. Todas estábamos de acuerdo en hablar de violencia pero luego hay otros debates que pertenecen a pocas pero que son muy centrales. De ahí surgió el eje de colonialidad, por ejemplo. Un tema recurrente también es qué es el movimiento feminista, quiénes lo componen y cómo se organiza. Es algo que todo el mundo quería debatir. Con todo eso han salido esos cinco ejes que son bastante integradores. Además, al ser ejes amplios, hemos podido incorporar todas las propuestas.
-¿Qué destacarías entre las dificultades?
-Que la gente se sintiera llamada a la organización, no sólo a participar. Ha habido que hacer un esfuerzo para que ninguna se sintiera excluida. Como ahora tenemos este vicio de las redes y la gente está conectada por la red, recibe y a veces aporta y a veces no. Tú das un botón haces un llamamiento y aparece un montón de gente que igual no vas a volver a ver. Pero a veces nos tenemos que ver. Y nosotras estamos intentando que la gente se reúna, se cuente, se vea físicamente. Yo creo que esta es una dificultad que vamos teniendo y que aquí también hemos tenido. Y una dificultad-virtud ha sido el idioma, un objetivo muy importante el del euskera, pero sabiendo que tiene que tener sus traducciones. Entonces, ¿a qué idioma tiene que tener traducción y con qué método? ¿Qué pasa con las mujeres que tienen diversidad funcional? Utilizamos mucho el sistema ‘xuxurlariak’ de traducir por grupos y es bonito pero a veces se forma un murmullo incómodo. Otra dificultad ha sido el presupuesto. No se pueden hacer cosas que cuesten mucho dinero y a la vez tienes que tener traducción o medios audiovisuales. Por suerte, contamos con gente que tiene experiencia en la gestión de presupuestos públicos y contamos con la generosidad de personas que han puesto medios.
La trayectoria del movimiento
-¿Cómo ha evolucionado el movimiento desde que empezaste?
-Empecé en 1976 en la Asamblea de Mujeres de Bizkaia. La primera reunión fue en Atxuri en febrero, después de unas jornadas estatales en Madrid a finales de 1975. Comenzamos a organizarnos con el sistema de las asambleas. También había entonces grupos anexos a los grupos políticos o de la universidad o amas de casa de Acción Católica, pero lo que es el movimiento de asamblea, el que luego fundamentalmente ha organizado las jornadas, empezó en la Asamblea de Mujeres de Bizkaia. En Nafarroa, ha habido tradicionalmente la Coordinadora Feminista de Navarra y esos son los grupos tradicionales. Ahora, por ejemplo, Bilgune Feminista no tiene la trayectoria de las asambleas pero grupos de la izquierda abertzale participaron en las asambleas y también militantes a título particular.
“La dictadura era lo peor que nos podía pasar a las mujeres y eso aglutina mucho”
-¿Qué destacarías de todos estos años?
-Ha cambiado en una cosa muy radical. Nosotras, cuando nacemos, lo hacemos frente a la dictadura y para hacer un mundo diferente. La dictadura era misógina y sexista y, junto con la Iglesia católica, aglutinaba todos los males de nuestra vida. Eso unía mucho a todas y no existe ahora. Ahora hay gente que dice que es constitucionalista, nosotras no lo somos: somos soberanistas.
El segundo elemento que ha cambiado es que en aquellos tiempos tuvimos que ejercer formas alternativas de vida ya, directamente. Vivir en la clandestinidad, vivir nuestros amores clandestinos y vivirlos ya. Y eso también es importante porque ahora, entre comillas, casi todo es legal. En aquellos tiempos, todo era pecado o delito. Tuvimos que escudriñar en los movimientos clandestinos para poder abortar, tomar anticonceptivos, tener relaciones sexuales más libres, no casarte ni ser madre por obligación.
Otro tercer elemento que todavía está por ver es qué tipo de movimiento se conforma. Entonces el movimiento se organizó y articuló de una forma muy interesante, y creo que eso hay que volverlo a mirar, y que ahora el impacto que están teniendo las redes, los llamamientos por whatsapp y cómo se relaciona la gente es importante. Entonces, los centros de contestación fundamentales eran la calle y nuestras asambleas, pero donde se protestaba era en el mundo del trabajo y de la universidad. Ahora no sirven. Las universidades están siendo centros de adoctrinamiento o de conformación de mujeres más tranquilas. Ahora, seguramente en los gaztetxes hay muchísima más contestación y pienso que son un elemento fundamental para que las feministas se organicen y trabajen desde ahí.