La periodista Raquel Calvo es una de las impulsoras de ‘Durangas’, un proyecto audiovisual de recuperación de la memoria viva de la localidad desde la Guerra Civil a nuestros días a través de las mujeres que lo habitan. Junto a Zuriñe López de Sabando, su socia en Huts laborategia, proponen cada viernes por la tarde en Andragunea una serie de talleres y actividades “para volver a mirar, escuchar y buscar otros sentidos a lo vivido, individual y colectivamente”.
Se trata de que cada una de las participantes den sentido a su memoria insertándola en un imaginario colectivo sobre la evolución social, urbana, económica y relacional de Durango. “Queremos construir un relato que complete la memoria compartida y que incluya los ires y venires de aquellas que tantas veces no han podido contar su visión de la historia”.
No es el único proyecto en el que la periodista ha estado inmersa en los últimos meses. De hecho, acaba de debutar hace unos días como directora, guionista y productora de un documental en la sección oficial de Zinebi, el Festival Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao. Su ‘ópera prima’ es ‘Yungay’, una cinta sobre el terremoto-alud que en 1970 sepultó la ciudad andina.
-Fue hace unos cinco años cuando viste que tu vida necesitaba “un cambio vital”, así que te echaste la mochila al hombro y recorriste durante cerca de seis meses Latinoamérica. ‘Yungay’ nace de aquella experiencia.
-Sí, aproveché el viaje para visitar proyectos de cooperación que habíamos impulsado en Guatemala y Honduras, y también para conocer algunos países. Primero viajé por Argentina y Bolivia, y después llegué a Perú, donde estuve alrededor de cuatro meses. Me atraía mucho la zona andina porque había leído mucho sobre la gestión del agua en esas comunidades. Estando allí ya fui consciente de que la historia de Yungay había que contarla.
Tensiones históricas
-En la sinopsis del documental habláis de memoria y olvido, pero también de la lucha de una comunidad por su reconstrucción para volver a ser lo que fue bajo la amenaza del pico más alto del Perú, el Huascarán, que les proporciona agua mientras amenaza con aplastarlos de nuevo.
-Hablamos de reforma agraria, de desigualdades sociales, de tensiones históricas que tienen mucho que ver con el colonialismo… De recuperar sus recuerdos y la vida cotidiana. Se cruzan muchas líneas. También es un pequeño homenaje a la radio local por contribuir, con su pluralidad, a esa reconstrucción. En mi estancia en Perú, con los medios que teníamos, no pude hacer gran cosa, así que tuve que esperar unos años. Finalmente, en 2019, gracias a la Beca de Creación Artística y Derechos Humanos del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz y el centro cultural Montehermoso, pude volver con un pequeño equipo para iniciar el rodaje.
-‘Yungay’ se acaba de estrenar en Zinebi, ¿qué recorrido os gustaría que tuviera?
-La idea es que pueda estar en otros festivales. De hecho, aún no te puedo contar nada, pero algo hay. Y, como punto final, tengo claro que quiero presentarlo en la ciudad andina. Es un compromiso personal que tengo con la gente de allí. Me da un poco de vértigo, pero quiero que lo vean y lo juzguen.
-A lo largo de tu trayectoria laboral has trabajado como periodista en distintos medios de comunicación y gabinetes vinculados a la cooperación para el desarrollo. ¿Surge de forma natural lo de cambiar de registro e inclinarte hacia lo audiovisual?
-Fui a vivir a Gasteiz por trabajo y allí me apunté en el taller de cine digital de la Escuela de Artes y Oficios. Lo que más me gusta en esta vida es escuchar y leer historias, pero también me gusta contarlas.
Mujeres atrevidas
-Volvamos a ‘Durangas’. ¿De dónde viene el nombre de esta propuesta audiovisual?
-Recuerdo que algunos historiadores me comentaron que la expresión ‘Durangas de Embote’ (por el monte Anboto) ya aparecía en documentos antiguos como referencia a mujeres que actuaban al margen de la legalidad y la moralidad, con una maldad sin fin y a las que también se les achacaba el ‘defecto’, que para mí no lo es en absoluto, de ser capaces de descubrir lo que estaba oculto. Que se atrevían a hacer cosas que no debían.
-¿Cómo y cuándo concebiste este proyecto?
-Hace bastantes años atrás. Trabajando como periodista, entrevisté a la arqueóloga Belén Bengoetxea y me contó que en la Torre de Lariz se podían apreciar perfectamente las distintas edades y vidas que había tenido el edificio. Aquello se me quedó grabado y me empecé a imaginar la historia de Durango a través de aquellas paredes y las mujeres que la habían habitado. Presenté una propuesta a una beca de Gerediaga que finalmente no fue seleccionada y ahora he recuperado la idea para un documental que no va a ser sobre la historia oficial, sino sobre la historia vivida por las mujeres participantes y otras a las que entrevistaremos.
-Serán cerca de seis meses de talleres y actividades. Imagino que cuántas más mujeres participen, más plural y enriquecedor será el resultado.
-Sí, ahora tenemos un grupo estable de siete mujeres de entre 55 y 70 años, pero el proceso sigue abierto y cuantas más vengan, mejor. De hecho, también nos gustaría que hubiera gente de otras edades. Queremos que las participantes aprendan a manejar herramientas físicas y conozcan técnicas narrativas para que piensen cómo contar sus vivencias. A estos momentos de formación añadiremos otros de debate y reflexión.