El feminismo lleva tiempo denunciando el carácter depredador del capitalismo patriarcal y racista, que está arrasando los derechos de los pueblos y las comunidades, y tensionando al máximo el conflicto capital-vida. Esta dinámica se ve favorecida principalmente por las alianzas entre las corporaciones transnacionales y los Estados, con la connivencia de organismos internacionales como la ONU.
La Marcha Mundial de Mujeres ha convocado para mañana una jornada de 24 horas de Solidaridad Feminista, en la que activistas de todo el planeta “nos conectaremos globalmente con nuestras denuncias, con nuestras alternativas, con nuestra fuerza de mujeres auto-organizadas y en marcha hasta que todas seamos libres”, proclaman las organizadoras en un comunicado que puedes leer íntegro aquí.
“Se cumplen 7 años de la tragedia de Rana Plaza en Bangladesh, donde 1.134 trabajadoras textiles murieron al derrumbarse un edificio”
Las feministas del mundo denuncian que las transnacionales han expoliado tierras y otros recursos naturales destrozando vidas humanas y la vida de comunidades enteras a lo largo y ancho del planeta, con el único fin de aumentar exponencialmente sus beneficios.
La tragedia de Rana Plaza
Esas grandes corporaciones, denuncian, “son en gran medida responsables del dominio cada vez más intenso del capitalismo sobre nuestros territorios y nuestras vidas”. Incluso han llegado a practicar una “incorporación fragmentada y despolitizada de los discursos identificados como feministas”, trivializando “la agenda del feminismo, y eliminando su radicalidad, lo que hace invisible al movimiento organizado”.
Siendo esto alarmante, no es lo único que preocupa. El movimiento feminista alerta del “entrelazamiento de la división internacional, social, sexual y racista del trabajo” dentro de una “estrategia cruel que socializa los riesgos y concentra la riqueza”.
La manifestación palpable de esos desmanes son la deslocalización de empresas con sus consecuencias de precariedad y esclavitud laboral, la ‘uberización’ de trabajo, el dominio de la distribución de alimentos por parte de unas pocas empresas y la mercantilización de nuestras formas de vida perpetrada por las denominadas economías digitales.
Precisamente, recuerdan, se cumplen 7 años de la tragedia de Rana Plaza en Bangladesh, donde 1.134 trabajadoras murieron y más de 2.000 resultaron heridas al derrumbarse el edificio en el que trabajaban para la industria textil.
Lectura crítica de la crisis sanitaria
Las impulsoras de manifiesto hacen una lectura crítica de la gestión de la crisis del coronavirus. Consideran que esta emergencia ha revelado “muchas cosas que han formado parte durante mucho tiempo de nuestra crítica feminista al capitalismo racista”.
En concreto, se hacen mucho más evidentes, a su juicio, “los trabajos esenciales para la vida, el cuidado (remunerado o no), la producción de alimentos y todos los trabajos diarios, a menudo invisibles”, realizados por mujeres de varias maneras: empleos “con bajos salarios y a menudo sin derechos, y a nivel comunitario, con relaciones de cooperación y solidaridad (como las cocinas comunitarias en varios países), en la producción campesina y agroecológica, que es fundamental para la alimentación de la mayoría de la población”.
“Nos enfrentamos a la pandemia del coronavirus y al autoritarismo de muchos gobiernos”
Los impactos de las desigualdades
Además, la crisis del coronavirus está demostrando “los impactos de las desigualdades sociales y económicas en la vida de las personas”, promovidos en los últimos años por “ataques provenientes de la extrema derecha, articulados con los intereses de las grandes empresas transnacionales”.
La pandemia ha puesto asimismo de relieve “el resultado de las políticas de austeridad de muchos países, responsable del debilitamiento de los servicios de salud pública, que están colapsando”.
Los movimientos feministas del mundo proponen alternativas a las vigentes políticas austericidas (que matan la vida). Entienden que las soluciones pasa por aplicar los “principios de la economía feminista: poner la sostenibilidad de la vida en el centro de nuestras prácticas de resistencia y nuestras propuestas de transformación”.
Resistencia necesaria porque la amenaza no es sólo sanitaria: “Nos enfrentamos a la pandemia del coronavirus y al autoritarismo de muchos gobiernos, y nos hemos planteado el reto de movilizarnos manteniendo la distancia necesaria para la prevención”.
Solidaridad y autogestión
La propuesta feminista se desglosa en los siguientes puntos:
- Fortalecer las iniciativas de solidaridad que reconstruyen y refuerzan los lazos comunitarios y la autogestión de la vida en común.
- Hacer visible, denunciar y proteger a las mujeres que viven en situaciones de violencia.
- Fortalecer y apoyar las movilizaciones de las trabajadoras por los derechos y las mejores condiciones de trabajo.
- Conectar la demanda de políticas públicas para combatir la pandemia con la lucha por transformaciones urgentes en nuestras sociedades. Esto incluye: la demanda de sistemas de salud pública y universal; la excarcelación masiva; el derecho a una vivienda en condiciones dignas, con saneamiento básico; la reorganización de las prioridades de los recursos públicos y las obras esenciales; y la reforma agraria y soberanía alimentaria para poner fin al poder de las empresas agroindustriales y los supermercados sobre nuestros alimentos
- El internacionalismo es fundamental en esta agenda. Por eso exigimos el derecho a la autodeterminación de los pueblos, el fin de los bloqueos económicos y las sanciones contra países como Cuba, y repudiamos las amenazas y operaciones militares de Estados Unidos contra Venezuela.