La filósofa Amelia Valcárcel volvió a defender ayer en la Escuela Feminista Rosario de Acuña de Gijón lo que considera el feminismo genuino para diferenciarlo de otros movimientos que se reclaman también herederos de esta tradición pero que, a su entender, no la representan.
El feminismo es, según su definición, “un pensamiento político de raíz ilustrada que ha utilizado de modo consecuente argumentos éticos para propiciar cambios sociales y políticos, lo cuales han desembocado en una mayor asunción de derechos y capacidad de individualidad y acción de las mujeres concretas que habitamos esta sociedad”.
Dispone de un canon “que no se puede socavar y te indica la sucesión en la que te reconoces”. Arranca en el feminismo barroco ilustrado de Poulain de la Barre, Olympia de Gouges y Wollstonecraft, continúa con las sufragistas y la “explosión” de los años 60 con Simone de Beauvoir y Betty Friedan, hasta llegar a las radicales Firestone y Millet.
En ese punto se produce, a su entender, una “suplantación” cuando algunas sitúan como continuación a la teoría queer, corriente que para ella no es heredera de la genealogía feminista, sino un “efecto con el que no contábamos y al que hay que enfrentarse”.
Y es que, para la filósofa asturiana, el feminismo, además de una teoría explicativa, consiste en una “agenda de transformación social cumplida por una vanguardia que consigue cosas para las mujeres y para todas las demás personas”.
Las seguidoras de la teoría queer “no comparten teoría, ni comparten vanguardia y, lo más significativo de todo, no comparten agenda” con el feminismo. Es más, para Valcárcel, han utilizado “artimañas intelectuales” para “destruir” el canon clásico del feminismo y ello ha tenido como efecto práctico el “desbaratamiento de la agenda”.
“Tuve la suerte de que nadie me contara que defender la prostitución o la pornografía fuera feminismo”
En este punto de su discurso se congratuló por no tener 30 años menos, lo que ha posibilitado que nadie la haya engañado con respecto a lo que es el feminismo. “Tuve la suerte de que nadie me contara que defender la prostitución, estar a favor de los vientres de alquiler o la pornografía fuera feminismo”. Como correspondía a su generación, le tocó construir la agenda de derechos políticos y civiles.
No fijó ese período al azar. Fue, precisamente, hace treinta años cuando comenzó a permear en el feminismo “un discurso confuso”, en el que se empezaron a escuchar unas voces que, dice, no eran las de las mujeres que estaban empezando a ensayar el uso de su libertad y a encontrarse cómodas en sus cuerpos como resultado de un proceso de individuación y de reivindicación de sus aspiraciones.
“Se presenta un deseo de otros ocupando ese hueco”, a la vez que se invocaban ideas como la inclusividad, la tolerancia y la interseccionalidad.
Visiblemente disgustada reconoció que “cada vez que oigo todo esto junto lo único que me pregunto es de qué tamaño es el pollo que me quieren vender”. Y es que, para ella, este tipo de términos evidencian “impostura intelectual” porque, insistió, “lo importante es la agenda”. Tanto que “la teoría será purificada por la agenda”.
“A quienes no comparten la agenda feminista hay que levantarles la calificación de feministas”
El feminismo, recalcó, “tiene muy clara su agenda: qué cosas se deben conseguir y cómo hay que hacerlo y, en su opinión, a quienes no comparten esta agenda “hay que levantarles la calificación de feministas”.
Ultimamente se han producido discusiones muy acaloradas e incluso agresiones físicas y verbales por cuestiones relacionadas con el sujeto feminista, el sexo y el género, o la propia definición de mujer. Estas fricciones se han trasladado también a los partidos que conforman el Gobierno central.
Para Valcárcel, sin embargo, no se trata de debates, que los ha habido, y muchos, en los 300 años de historia del feminismo. Lo que ahora se escuchan son “insultos y amenazas”; es “acoso”. “El feminismo está siendo acosado”, sentenció.
El feminismo, una “lucha pacífica”
Nada de esto, insistió, tiene que ver con el feminismo pues “el feminismo no es inquisitorial” sino “una tradición de lucha pacífica”. Aunque tiene como objetivo acabar con el sometimiento de las mujeres, feminismo y mujeres tampoco son lo mismo, aclaró.
Y se anticipó a una posible pregunta sobre el sujeto político del feminismo. “Esa expresión no me dice nada. Yo sé lo que es una vanguardia política, sé incluso lo que es el objeto de algo. El feminismo no consiste en comparar a varones y mujeres sino en comparar las declaraciones universales y en ver cómo se aplican a las mujeres”.
La filósofa abordó también someramente el debate del género y el sexo afirmó que esta discusión es analítica. “La distinción sexo/género simplemente se da en el entendimiento; no es empírica. La mayor parte de las distinciones abstractas lo son. En un ser humano no se puede distinguir un género. Nos encontramos con un individuo, una especie. Más tarde, podemos decir que es del género tal pero como un elemento de taxonomías cada vez más concretas”. Otra utilización del término género ha sido como sinónimo de feminismo y para evitar la utilización de este término.
Reivindicaciones LGTBI
Un sector del feminismo ha sido acusado de torpedear las reivindicaciones LGTBI. Valcárcel puntualizó a este respecto que “el feminismo ha defendido que el ámbito de la libertad personal de quienes inclinan su afecto amoroso y/o sexual hacia personas de su mismo sexo tiene que ser garantizado por las leyes”.
Fue incluso pionero al plantear esta demanda. Su conclusión es, por tanto, que “el feminismo ha cumplido con la agenda moral de la elección amorosa, personal y sexual de una manera correcta y completa”, por lo que “nada más que lo que ya ha hecho le puede ser requerido”.