La precandidata indígena a las elecciones presidenciales de México del pasado año María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy (Tuxpán-Jalisco, 1963), y portavoz del Concejo Indígena de Gobierno (CIG) —que reúne a 150 representantes de los pueblos originarios— llegó a Euskal Herria el pasado viernes. Tiene una agenda tan apretada que se ve obligada a recibir a esta periodista en plena comida entre el postre y el café.
La misión de esta defensora de los derechos humanos es la misma que las representantes de las comunidades indígenas mexicanas invitadas anteriormente por la asociación de apoyo a los pueblos zapatistas Lumaltik: denunciar el expolio a que el Gobierno federal está sometiendo a estas comunidades en connivencia con las multinacionales. La diferencia es que su visión es más global pues, por su precandidatura presidencial, ha estado en contacto directo con multitud de etnias.
El panorama, afirma, se agrava día a día. Marichuy denuncia, con voz dulce pero contundente, que situación es insostenible y apunta directamente a las altas esferas de la política: “El Gobierno nos ha declarado la guerra. Presume de ser de izquierdas pero ha hecho lo que nadie nunca antes: matar a miembros del Concejo Indígena de Gobierno, como Samir Flores, que era una de las voces que más se oponía al proyecto de Morelos”.
El Proyecto Integral Morelos se extiende desde esta ciudad hasta el Yucatán y prevé termoeléctricas, acueductos, gasoductos, autopistas, parques eólicos y otras infraestructuras que afectarán a más de 60 comunidades campesinas indígenas de tres estados. A eso hay que sumar proyectos turísticos como el Tren Maya.
“Están utilizando el crimen organizado”
Samir Flores tenía 35 años y lo abatieron a tiros cuando salía de su casa el pasado febrero. “Están utilizando el crimen organizado para imponer esos megaproyectos”, acusa Marichuy.
Las comunidades indígenas se oponen a estos planes porque “sólo benefician al capital” y, en cambio, las despojan de sus tierras, contaminan sus aguas, “acaban con lo poco que queda vivo y traen destrucción y muerte”. Dice que la vasca Iberdrola es una de las empresas que operan allí.
Marichuy ejerce como médica tradicional. Las multinacionales farmacéuticas tratan también de apropiarse de los saberes medicinales de las mujeres. En 1999, el Gobierno publicó un decreto para prohibir 85 plantas medicinales, entre ellas algunas muy corrientes, como el epazote que se usan como fines alimentarios, o la valeriana, vegetales que recolectan en sus tierras gratuitamente y que los laboratorios quieren comercializar en pastillas.
A esa arbitrariedad, 750 médicos tradicionales de todo México respondieron con un foro en defensa de la medicina tradicional. El expolio de los saberes ancestrales ha llevado también a privar a las parteras de una prerrogativa que tenían: la expedición de certificados de nacimiento. Ahora hay que obtenerlos en el hospital y muchas de ellas han dejado de ejercer.
“Al participar en las elecciones queríamos poner el reflector en las comunidades e invitarlas a organizarse desde abajo”
Precandidatura electoral
Todos estos desafueros han elevado la indignación en las comunidades. Una rabia que viene de lejos y que les llevó a intentar presentar una candidatura a las elecciones presidenciales del pasado año. La persona elegida por el Congreso Nacional Indígena para representar a los pueblos originarios fue precisamente Marichuy.
No consiguió las firmas suficientes para presentar su candidatura, porque el Instituto Nacional Electoral (INE) exigió que los avales se hiciera por móvil y, según precisa, “la firma tenía que ser igual a la que se hace en un papel”. El precio de los teléfonos —5000 pesos, el sueldo de un mes— la lejanía entre las comunidades y el hecho de que la mayoría no tuvieran cobertura dificultó enormemente la tarea.
Conscientes del enorme desafío que suponía la entrada en liza electoral, los objetivos que se planteaban ya de antemano eran otros y asegura que esos sí los consiguieron. El primero, “poner los reflectores sobre los pueblos y visibilizar sus problemas”, y el segundo, “invitar a las comunidades a organizarnos desde abajo”. El recorrido por pueblos y ciudades muy distantes entre sí les sirvió para escuchar las quejas que planteaban y se dieron cuenta de que “eran muy similares”.
“Responsabilidad y compromiso”
Fue elegida por ser mujer y reconoce que le asustó el “mandato de responsabilidad y compromiso”. Querían un referente que lograse incentivar la participación de las mujeres en la organización de las comunidades indígenas, que es escasa. Cree que también se ha logrado eso.
Recibió insultos machistas, racistas y clasistas en las redes pero asegura que no hicieron mella en ella. “Yo era la voz de las comunidades y, dada la gravedad de su situación, cómo me iban a preocupar esos comentarios; no les hacía ni caso”. Lo que le pesaba era “el encargo de representar a los pueblos” y de hacerlo dignamente.
Algunas publicaciones la han calificado de feminista. ¿Qué dice ella? Responde con una breve historia de su vida: Su padre era un “hombre muy recio”, que pensaba que las mujeres tenían que estar en casa y no debían estudiar, pues “para casarse no hace falta”. Ella se rebelaba contra esa forma de pensar, lo que le ha llevado donde está ahora. “Yo tengo tres hijos; podemos ir más allá de nuestra casa”, anima.
Cree que corresponde a las mujeres cambiar las conciencias para luchar contra la sociedad patriarcal y piensa también que, como las leyes no se cumplen, ellas tienen que implicarse en las comunidades y cambiar las costumbres en todos los lugares donde estén presentes.
El sistema de organización zapatista le parece un “ejemplo para los demás pueblos” puesto que las mujeres “tienen el derecho y el deber de participar en la toma de decisiones”.
Los principios zapatistas
También opina que los siete principios zapatistas del mandar obedeciendo son los que deben guiar el funcionamiento de las comunidades. Son los siguientes: servir y no servirse; representar y no suplantar; construir y no destruir; obedecer y no mandar; proponer y no imponer; convencer y no vencer; bajar y no subir.
En el orden práctico esas reglas se concretan en dar poder de opinión y de decisión a las asambleas y transmitir los mandatos a los órganos ejecutivos, que se limitan a ponerlos en práctica. Eso es lo que ella aplicó en su campaña política y es también la forma de gobierno que se está desarrollando en las comunidades indígenas. “Los hombres están formados para favorecer al capitalismo. Nosotras estamos en la tarea de cambiar las cosas para construir algo diferente”.
Marichuy inicia hoy una gira por Euskal Herria (ver cartel abajo). Ofrecerá conferencias en las tres capitales de la Comunidad Autónoma y después se desplazará a Madrid, a donde llegará el día 12 de octubre para participar en el acto ‘No hay nada que celebrar’. “No, no hay nada que celebrar, la conquista continúa y cada vez con más violencia”, sentencia.