Día: del 21 de junio al 20 de octubre
Lugar: Kutxa Kultur Artegunea, Paseo Duque de Mandas, 52 (Tabakalera). Donostia
Comisaria: Anne Morin
La muestra está constituida por 135 fotografías, de las cuales 33 nunca han sido expuestas antes en el Estado españo. Las fotografías se distribuyen en 6 secciones temáticas:
1. Retratos
Este apartado concentra, mayoritariamente, gran variedad de fotografías de mujeres, ancianos e indigentes. Estas imágenes son un testimonio de su curiosidad por la vida cotidiana y rasgos de las personas que llamaban su atención. Es en los retratos donde Maier se acerca al otro. Resulta oportuno hacer una distinción entre los retratos de personas que pertenecían a las clases más bajas –con las cuales se podría identificar ella misma– y los retratos de personas con una vida aparentemente cómoda. En algunos retratos, Maier imprime su rostro sobre los de las personas que está fotografiando. Esta peculiaridad hace que sus retratos representen también a su propia persona y, en definitiva, puedan considerarse, además de retratos, como autorretratos.
2. Autorretratos
Los autorretratos marcaron de forma especial su trayectoria fotográfica. Realizó infinidad de ellos, tantos como posibilidades de descubrir quién era ella misma; algo que se proponía con cierta insistencia y aparente obsesión. Aprovecha reflejos y elementos que encuentra en su día a día para realizar fantásticas composiciones en las que incorpora su figura.
3. Formalismo
Esta sección define a la perfección la obsesión de Maier, no tanto por la imagen en sí, como por el acto de fotografiar. Tomaba imágenes de personas, de la calle, de objetos, de paisajes... En ocasiones da la sensación de que concebía lo que fotografiaba solamente desde un punto de vista formal –fundamentalmente el encuadre y el equilibrio–, sin preocuparse por el discurso fotográfico, asignando la importancia de la imagen a los rasgos formales de los elementos que aparecen en las fotografías.
4. Escenas de calle
Fotografías memorables de la arquitectura y la vida urbana de Nueva York y Chicago, sobre todo de los años 50 y 60, especialmente de sus barrios más populares. Simplemente fotografiaba lo que veía; no intentaba captar nada excepcional, solo las pequeñas cosas, las verdaderamente importantes en la definición de cada persona o situación: un detalle, un gesto, una actitud, una inflexión en la realidad transformada en anécdota.
En sus escenas callejeras no entraba en el escenario que fotografiaba; se quedaba en su umbral, en el límite. Ni demasiado cerca para interferir, ni demasiado lejos para ser invisible.
5. Infancia
Vivian Maier tenía una gran empatía con los niños. No en vano trabajaba como niñera. La infancia es una constante de vital importancia en su obra y los niños son protagonistas, ya sea posando de forma individual, jugando en grupo o mirando fijamente a la cámara.
6. Fotografías a color
A partir de 1965, Maier comienza a abordar la fotografía en color, ya que empieza a trabajar con una Leica. El cambio a una cámara mucho más ligera y con el visor situado a la altura de la mirada, respecto a la Rolleiflex que había usado hasta entonces, refuerza su contacto visual con las personas que fotografía.
A la selección de fotografías acompaña otra de películas en super 8 mm, realizadas a partir de 1960, que nos permite seguir la mirada de Vivian Maier en movimiento. Como en sus fotografías, nos ofrece una experiencia visual, resultado de una observación discreta y silenciosa del mundo que la rodea. No hay narrativa, no hay movimientos de cámara (el único movimiento que se puede llamar cinematográfico sería el del autobús o el metro en el que va montada). Vivian Maier filma aquello que le lleva a la imagen fotográfica: observa, se detiene de forma intuitiva sobre un sujeto y lo sigue. Hace zoom con su objetivo para acercarse desde la distancia y se centra en una actitud o un detalle (como las piernas o las manos de algunas personas en medio de la multitud). La película funciona más bien como un documental –un hombre que está siendo arrestado por la policía o los destrozos provocados por un tornado– o como un objeto de contemplación –la extraña procesión de ovejas hacia los mataderos de Chicago–.
La artista
Vivian Maier (1926-2009) trabajó como niñera en Nueva York y Chicago a principios de los años 1950 y durante más de cuatro décadas.
Toda una vida que pasa desapercibida hasta el reciente descubrimiento, en 2007, de su corpus fotográfico: una obra importante, imponente, densa, que consta de más de 120.000 negativos, películas super 8 y de 16 mm, varias grabaciones, fotografías, y una multitud de negativos sin revelar. Esta pasión, que acabaría desbordándola, la ha encumbrado al nivel de los grandes fotógrafos emblemáticos de la Street Photography y forma ya parte de la Historia de la Fotografía junto a Diane Arbus, Robert Frank, Helen Levitt o Garry Winogrand.
El descubrimiento in extremis de su obra, condenada a la desaparición, incluso a la «desfiguración», se revela casi como un contrasentido, un revés del destino en la vida de Vivian Maier, ya que dicho descubrimiento hace que esta modesta nanny se convierta, a título póstumo, en Vivian Maier. Vivian Maier, fotógrafa.
Encontramos en toda su obra temáticas recurrentes, como escenas callejeras, retratos de desconocidos y de personas con las que podía identificarse, el mundo de los niños, que fue el suyo durante tanto tiempo, y también una cierta predilección por los autorretratos, muy numerosos en la obra de Vivian Maier, bajo distintas formas y con infinitas variaciones, que se convierten casi en un lenguaje dentro del lenguaje. Un desdoblamiento.
En esta exposición, se presenta una visión panorámica de su trabajo a través de sus temas principales, que solo exploró horizontalmente a lo largo de su vida como fotógrafa, que reflejan —desde sus primeras imágenes, realizadas desde finales de 1940 hasta los años 90— las especificidades de su escritura fotográfica. También se presenta en exclusividad, en el marco de esta exposición, una selección de 30 imágenes nunca exhibidas antes, una muestra de esos 2.500 negativos sin revelar de su archivo, cuyo tratamiento ha permitido recoger ahora los frutos. Un gran descubrimiento.
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