Este reportaje se podría haber titulado de muchas formas: ‘Tratado de autodefensa feminista’, ‘Manual contra la violencia machista’, ‘La violencia machista y sus retos’, ‘La violencia contra las mujeres es mucho más de lo que crees’… Porque de todo esto y de mucho más habla Maitena Monroy en ‘Autodefensa feminista (Más allá de aprender a decir no)’, que acaba de ser editado por Penguin Random House y se está presentando en distintos foros feministas. La activista feminista y escritora Amelia Tiganus aporta un interesante prólogo.
Es tanto y tan profundo lo que cuenta Monroy que podía haberle dado para más de una publicación. Hay muchos hilos de los que tirar y lo que hace, sin embargo, es condensar en este volumen todo su saber y amplia experiencia a lo largo de décadas de activismo perseverante, como formadora en autodefensa a más 30.000 mujeres del Estado y Latinoamérica, y estudiosa de la teoría feminista. Ofrece perspectiva para contemplar el “cuadro completo” de lo que supone la violencia machista, el principal desafío hoy de salud pública de las mujeres y también, como recalca, “un grave problema de impunidad”.
Autodefensa y autodefensa feminista
La intención de entrada de la autora, expresada en las primeras páginas, es deshacer malentendidos sobre las formaciones de autodefensa. Distingue la autodefensa a secas de la autodefensa feminista (ADF), que ha sido fruto de un largo proceso de elaboración colectiva y que define así: “La ADF no puede ser entendida como un mero aprendizaje de técnicas físicas, sino que debe estar envuelta en toda la experiencia y reflexión de las que nos han dotado la teoría feminista y la teoría de género para despatriarcalizarnos”. Es, resume, una herramienta de política de sensibilización, prevención y actuación.
Además, añade, “permite enmarcar la violencia sexista en el contexto social y político actual, en la narrativa cultural”, a lo que hay que sumar “técnicas físicas, psicológicas y emocionales de autodefensa, habilidades comunicativas” y el conocimiento de “marcos legales vigentes, recursos institucionales, y las organizaciones feministas de proximidad…”
‘Malestar difuso’
Es decir, abarca todo lo que necesita una mujer para comprender el estatus que le asigna el sistema patriarcal y conocer cuáles son las consecuencias que de ello se derivan en términos de vulnerabilidad, pero también de resistencia. Y, sobre todo, se trata de comprender a qué obedece ese malestar difuso que Betty Friedan denominó el ‘malestar sin nombre’, que tiene relación con mandatos de género como la obligatoriedad de los cuidados a cambio de la expropiación del tiempo propio de las mujeres, la discriminación en todos los ámbitos, la ideología del amor romántico y los sacrificios que exige, etc.
¿Y cómo se relaciona todo esto con la violencia? La violencia no sólo es física o psicológica (material). Es también estructural (sistémica y expresada en acceso desigual al poder y a los recursos) y simbólica (modos de ser y de comportarse sexistas y estereotipados que se interiorizan acríticamente). Y, sobre todo, como explica Monroy, la violencia o la amenaza de ejercerla son el instrumento para que las mujeres nos ajustemos a un modelo “en el que posiblemente nunca hemos encajado y que ha necesitado siempre de la violencia para ponernos en el sitio donde nos quiere el patriarcado”.
“Antes de aprender a defendernos deberíamos preguntarnos de qué nos tenemos que defender”
Las implicaciones de la violencia contra las mujeres son tantas que “antes de aprender a defendernos deberíamos preguntarnos de qué nos tenemos que defender” para comprender que no sólo es a individuos trastornados o a hechos aislados a lo que nos enfrentamos, sino a un sistema discriminatorio que lo permea todo, lo público y lo privado.
De modo que Monroy entiende la ADF, no sólo como un recurso para actuar frente a la violencia sexista, sino también para “despatriarcalizarnos” y en este proceso de entender la violencia sexista “se necesita sensibilidad para ver, conciencia para actuar y formación para atender”. Todo ello tiene que funcionar al unísono y estar dotado de recursos, lo que de momento está lejos de producirse.
A lo largo de las páginas, la autora desentraña los mecanismos que sistema emplea para desempoderar a las mujeres (no sin ofrecerles siempre espejismos de igualdad), como pueden ser la mirada androcéntrica, la ideología sexista y las prácticas y conductas machistas, que de naturalizadas que están apenas se notan.
La violencia sexista es diferente a otras violencias
Explica Maitena Monroy que la violencia sexista es diferente a otras violencias, ya que: se produce en el espacio íntimo, en la esfera de la afectividad, desde lugares no esperados y por victimarios no esperados. Es una forma de intimidación que descoloca a las víctimas. Además, destaca, es el único tipo de violencia en el que “se exige a las víctimas no serlo”; es decir, “se les dice que se puede salir como si bastara su decisión para que el maltratador se evaporara”.
Terror sexual
Es interesante la exploración que realiza del concepto de terror sexual, desarrollado también por teóricas como Nerea Barjola y que se refiere a las narrativas de los medios de comunicación sobre los terribles peligros que acechan a las mujeres en la calle y más aún de noche, relatos terroríficos que limita su forma de actuar y los espacios en los que se mueven, cuando resulta que la violencia contra las mujeres, niñas y niños se produce principalmente en el ámbito privado.
También es destacable su insistencia en la necesidad de valorar todas las estrategias que utilizan las mujeres para afrontar la violencia machista sin menospreciar ninguna por insignificante o contraria al sentido común que parezca. Valdría incluso el sometimiento al agresor que algunas víctimas utilizan para protegerse y tomar fuerzas antes de emprender nuevas acciones.
No es ese el momento más peligroso para las mujeres en situación de violencia, sino el de la separación o el anuncio de salida del hogar. ‘Autodefensa feminista’ les ofrece de estrategias de seguridad para esa situación y para salir reforzadas después. Proporciona también pistas para reconocer la violencia y distinguir sus distintas formas -explica muy bien cómo actúan los maltratadores-. Asimismo, ayuda al entorno de la víctima a tratarla de manera adecuada.
“La ADF quiere busca “recursos que rompan con los estereotipos de fragilidad”
Y es que la ADF quiere empoderar. Busca “recursos que rompan con los estereotipos de fragilidad”. Estrategias eficaces para combatir la opresión y la violencia, tales como “el derecho a la autonomía y al ejercicio del deseo que nos permita una proyección vital propia”. Todo ello mientras nos ocupamos de desmontar “el imaginario que avala el abuso masculino, clasista, racista…”
Nuevas narrativas
‘Autodefensa feminista’ repasa también otras formas de violencia como la institucional y destaca la importancia de desarrollar nuevas narrativas que separen sexualidad de violencia porque no son sexo la prostitución, las violaciones en los conflictos bélicos… No es sexo ningún acto sexual no deseado.
Repasa también el concepto de víctima y sobreviviente y cree que el reconocimiento, la reparación y la ayuda a las mujeres que han salido de contextos de violencia es un reto pendiente del feminismo. Otro desafío es la práctica de la sororidad. “Estamos acostumbradas a sobrevalorar lo masculino, a atender las necesidades de los hombres, a exculpar sus errores, a infantilizarlos. No solemos ser tan indulgentes con las otras. Posiblemente, es el patriarcado interno que nos lleva a ser más duras con nosotras mismas”, reflexiona Maitena Monroy.
La publicación se completa con testimonios de mujeres que han practicado la autodefensa feminista y comentan sus aprendizajes y sus beneficios. La experiencia de la propia autora cierra el volumen.