Hay una parte del feminismo que acepta el ‘trabajo sexual’ como opción ‘libremente elegida’. A ella se opone otra parte que considera la prostitución violencia sexual extrema y que cree que la industria que la sostiene debe ser desmantelada.
En este último grupo figura Sarah Berlori, 49 años, vizcaína, superviviente de la prostitución de lujo, activista por la abolición en numerosas asociaciones vascas y colaboradora de proyectos cuyo fin sea erradicar la violencia contra mujeres y niñas. Para ella, no hay ‘prostitución buena’ y avisa: “Los proxenetas van a las universidades a buscar a tu hija y a tu hermana para ir incrementando el negocio”.
Diez años como ‘acompañante’ de puteros VIP y otros tantos para empezar a sanar las profundas heridas que arrastra desde su niñez y que las interacciones con los hombres no han hecho sino agravar, le han dado visión suficiente para percibir con claridad lo que supone el inframundo de la explotación sexual de las mujeres.
La primera conclusión que esta periodista extrae de su relato –aparte de una inmensa rabia y tristeza- es que la cosificación y la degradación; la violencia extrema que sufren las mujeres en la prostitución es la misma y es la máxima imaginable estén donde estén situadas en el escalafón de la criminalidad proxeneta. A todas las mujeres prostituidas se les arrebatan sus derechos humanos fundamentales, y con ellos su salud, su dignidad, su vida y su luz; y las principales responsables son las instituciones, que no las protegen ni les ofrecen oportunidades y alternativas.
Procede de una familia de clase media y aparentemente tuvo una vida normal. Su desembarco en la prostitución fue consecuencia de un duro y complejo proceso vital”
Sarah (Berlori no es su apellido real) procede de una familia de clase media y aparentemente tuvo una vida normal. Su desembarco en la prostitución fue consecuencia de un duro y complejo proceso vital que reproduce el de otras mujeres que también han sido explotadas sexualmente.
Familia numerosa desestructurada
“Vengo –arranca- de una familia numerosa, tradicional, desestructurada”, en la que reconoce ahora que sufrió “abandono emocional”. Sus padres se divorciaron siendo ella una niña y este hecho supuso un “trauma para toda la familia”, y para ella en particular. Sufrió acoso escolar en el colegio, también por parte del algún profesor. Suspendía muchas asignaturas y nadie se preocupó por descubrir y, mucho menos, incentivar los talentos que poseía, uno de ellos el dibujo.
El malestar que sentía era tremendo e iba en aumento y, de ser una criatura agradable que buscaba la aprobación de las personas adultas, pasó a presentar conductas hostiles. Se rebelaba constantemente “sin saber muy bien contra quién y por qué” y traía de cabeza a su madre.
Cree que aquella niña habría necesitado una atención y una escucha que nunca tuvo. En su lugar, cosechó reproches y culpabilidad, pero también al mismo tiempo halagos como que tenía un “corazón de oro”. Mensajes ambivalentes que le produjeron “dolor” porque “te sientes inútil, desnuda, sin armas frente a la vida”.
Las relaciones con los chicos fueron también origen de desgarros internos. Fue presionada para mantener relaciones sexuales y ya con 14 años comenzaron a llamarla puta por la calle. La falta de seguridad y autoestima, y el sometimiento a las demandas ajenas, le llevaron a soportar maltrato en sus relaciones (“Ninguna pareja me ha tratado como a una igual”).
Entiende que las particularidades de su entorno familiar y social la fueron arrastrando poco a poco a la prostitución. “Yo no reconocía mi propio deseo, porque jamás fue relevante para los hombres. Hasta los veintipico, en que comencé a tener relaciones deseadas, considero que fui coaccionada y normalicé la violencia sexual”.
“La pornografía educa a los hombres en el abuso y a las chicas en el sometimiento”
En este punto de la charla, manifiesta su inquietud por la generalización en el consumo del porno desde edades muy tempranas. “Deberíamos preocuparnos por el tipo de deseo sexual que hemos ido creando a través de la cultura. La pornografía educa a los hombres en el abuso y a las chicas en el sometimiento”. Sostiene que no hay mujeres que deseen la violencia sexual como sugieren esas producciones audiovisuales y, si así fuera, “sería preocupante y habría que ver qué se esconde detrás”.
Con 17 años comenzó a trabajar en la hostelería. “Era muy buena y me siento muy orgullosa de mi profesionalidad”, recalca. Las vicisitudes en su vida comenzaron cuando, con 21 años, decidió ser madre soltera aunque contara con poco apoyo y recursos.
La prostitución fue un intento de ofrecer una estabilidad a su hijo, quien hoy día es su orgullo y uno de sus grandes apoyos. Ejerció durante diez años alternándolo con la hostelería, pero nunca alcanzó su objetivo: “Jamás encontré el momento de traer a mi hijo conmigo porque jamás tuve dinero”.
La industria de la explotación sexual fue su última opción. Los primeros meses y años de su hijo resultaron sumamente difíciles para ella. Trabajaba de camarera y los ingresos no alcanzaban. Tampoco le resultaban fácilmente compatibles el cuidado de la criatura y la profesión.
“Me habría gustado criar a mi hijo en un entorno seguro facilitado por las instituciones”
Pidió ayuda a las instituciones y éstas no respondieron. “Todo eran excusas. Lo único que me ofrecían eran casas de acogida con mujeres con problemas de drogas, y yo eso no lo quería. Una vez les pregunté: ¿Tengo que estar debajo de un puente para que me ayudéis? ‘Sí’. Te lo decían así. Me habría gustado criar a mi hijo en un entorno seguro facilitado por las instituciones”, remacha.
Con 27 años marchó a trabajar a Ibiza. Su hijo se quedó con su madre como solución temporal. Allí se introdujo en el mundo de la prostitución de lujo a sugerencia de una conocida, porque lo vio como la “alternativa a volver a casa como un fracaso” y como una oportunidad para encontrar la seguridad ansiada para ella y para su hijo. Comenzó dando ‘masajes’. Ahí aprendió a disociarse y dos años después pasó a prostituirse en pisos de Barcelona. “Cuando atendí al primer hombre pensé que, si a lo largo de mi vida me había acostado con chicos que no deseaba, por qué no hacer lo mismo cobrando. Hasta ese punto tenía normalizado que no era sujeta de deseo”.
“Los puteros quieren que seas una abogada viciosa y que los desees, con lo cual tú tienes que aparentarlo”
-¿Cómo es la prostitución de lujo?
-Tiene que parecer que eres de clase alta, que tienes estudios universitarios, que vienes de buena familia, que estás ahí para tus caprichos, no para tus necesidades. Los puteros quieren que seas una abogada viciosa y que los desees, con lo cual tú tienes que aparentarlo y, como noten que no estás a gusto o que estás ahí porque lo necesitas, te tratan con desprecio, porque estás dañando su ego.
“No fui constante, mi psique no lo aguantaba”
-En el imaginario colectivo, la prostituta de lujo es una mujer con dinero. Sin embargo, no pudiste ahorrar.
-No fui constante en la prostitución. Mi psique no lo aguantaba. No quiero decir que las que estaban todos los días su psique lo aguante, ¿eh? Pero yo sólo puedo hablar de lo mío. Para aguantarlo te metes en drogas y ganas para pagarte las drogas, y todo es un desorden. Encima los pisos en Barcelona son carísimos… Había fines de semana en que encontraba trabajo de camarera y me dedicaba a ello porque yo necesitaba psicológicamente tener un trabajo normal. Pero no me daba para subsistir.
-¿Son iguales todas las formas de prostitución?
-Los motivos que nos llevan ahí son los mismos. La única diferencia es el dinero que pagan por violarte. Por lo demás: ¿Tienes la posibilidad de elegir algo? ¿De poner algún límite? Si alguna vez decía que no quería hacer algo te respondían que para eso se follaban a su mujer. Yo he estado en ‘agencias’ que son puticlubs y que en lugar de decir prostituta dicen ‘escort’. Pero es lo mismo.
-¿Has tenido relación con mujeres que se prostituyeran por su cuenta?
-Yo nunca conocí a ninguna. En general, pensábamos que eso es arriesgado (para la integridad física) aunque las ‘agencias’ tampoco te ofrecen ninguna protección. Lo que pasa es que todo el sistema te hace creer que sí, que si te pasa algo esa agencia, o sea un proxeneta, responderá por ti. ¡Una mierda! La única ventaja es la comodidad de que sean ellas las que capten a los ‘clientes’. Esta quizás sea la diferencia con la pobre muchacha que está en la calle y que pasa frío. No creo que duela menos porque lo hagas en un sitio con calefacción o muy bonito y con espejos. La violencia ejercida es la misma. He visto ‘books’ de famosas y también ellas son explotadas sexualmente. Pagaban más por violarlas, pero era lo mismo, no pueden elegir. La prostitución no es un trabajo. Es explotación sexual, aunque sea de lujo. Ahora lo veo claro. Entonces, me sentía afortunada.
“Me sentía dentro de una élite de mujeres porque había ‘normalizado’ la violencia. Me horrorizaba pensarme en la calle a la vista de la gente”
-¿Afortunada?
-Sí, pensaba: ‘Menos mal que tengo el recurso de la prostitución porque si no, ¿que hubiera hecho yo?’ Me sentía dentro de una élite de mujeres. Ya había ‘normalizado’ la violencia. Me producía horror pensarme en la calle, a la vista de la gente. Por lo menos, tenia una privacidad Todo esto te lo hace creer el proxenetismo. Te insiste mucho en la idea de que tú no eres una puta cualquiera. En que tú eres una chica de compañía.
-¿Cómo es la vida de una chica de compañía?
–Todo está controlado. Nosotras teníamos una plaza. Una plaza es un sitio para dormir en un piso. Son las mismas habitaciones que para prostituirte. Tenías que tener disponibilidad las 24 horas del día, porque los puteros llamaban a cualquier hora. Y era levantarse, arreglarse y arreglar la cama. Podíamos salir pero teníamos que pedir permiso, avisar e informar. Había servicios en el mismo piso o a domicilio, hotel… No tienes vida. Yo a veces salía con mis amigas a divertirme, pero siempre tenía en la cabeza la idea de que en cualquier momento me podían llamar y, como dijeras que no, perdías la plaza y te tenías que ir a otro lado.
-¿Quién cobraba?
-Pasaban por la madame de turno y ella cobraba. En unas agencias cobraban de una manera y en otras de otra. Si ibas a un lugar donde estaba el putero y te pagaba a ti luego lo tenías que entregar y te daban lo que consideraran. En unos lugares más, en otros menos, en otros te engañaban. Había de todo.
“La prostitución de lujo está totalmente romantizada desde ‘Pretty Woman’. Muchas soñaban con encontrar al hombre definitivo que las retirara”
-¿Había un sistema de multas?
-Sí, multas y amenazas. Se venden drogas en los prostíbulos. Te dejaban sin un duro porque te cobraban por todo. ¿En que trabajo te venden la droga en el puesto de trabajo? Había lugares donde te cobraban por la comida porque las mujeres comían allí mismo. Te sacaban dinero de todas partes. Abonabas los condones, las esponjas para la menstruación. Yo tuve que ir a urgencias con una esponja una vez y me trataron fatal. ‘¡Que sea la última vez que vienes así!’, me dijeron. Se pudren, pero tratabas de no ir a que te la sacaran salvo que no te quedara más remedio.
-¿Cómo es la relación entre las mujeres en prostitución?
– Son mujeres destrozadas. Mujeres inestables. Utilizan muchos mecanismos de defensa. Cada una se disociaba como podía y nos juntábamos por grupos según afinidades. Yo estaba en el grupo de las que se disociaban con drogas, que éramos casi todas. Había algunas que abandonaban porque comenzaban una relación con el putero y luego las dejaba y volvían más destrozadas todavía a la prostitución…
“Yo quería salir constantemente. Quería ponerme a estudiar. Quería traerme a mi hijo. En la prostitución no avanzaba, estaba peor que nunca”
-¿Funcionan las redes de solidaridad?
-Ellos hacen lo posible para que no se puedan establecer redes de solidaridad entre nosotras. Incentivan la rivalidad. Es un ambiente tan violento, tan sórdido… No eres capaz de ver dónde estás, no eres capaz de ver nada. Te deshumanizan, te quitan toda la luz que tienes, estas anestesiada, como sin energía, apagada.
-Lo que cuentas parece que tiene poco que ver con ‘Pretty Woman’ y bastante con lo que cuenta Amelia Tiganus de los prostíbulos de carretera.
-La prostitución de lujo está totalmente romantizada desde películas como ‘Pretty Woman’. Está romantizado hasta el putero. Incluso muchas de las mujeres en prostitución soñaban con encontrar al hombre definitivo que las retirara y lo que encontraban eran relaciones de maltrato, de violencia, de echarte en cara que eres una puta. Te tratan como a basura, te deshumanizan. Muchos son violentos. Todos son violentos. Nadie pone el foco en cómo somos tratadas… A las prostitutas nos tratan como una mierda y encima no se pone el foco en quienes nos maltratan, que son los puteros y los proxenetas.
-¿Cómo fue tu salida de la prostitución?
-Yo quería salir constantemente. Quería ponerme a estudiar. Quería traerme a mi hijo. En la prostitución no avanzaba, estaba peor que nunca. Me sentía fracasada incluso como puta. Como dice Amelia Tiganus, te sientes que no sirves ni para puta. Pero estaba atrapada. Encontré un trabajo de camarera en un macroprostíbulo. Allí ninguno tenía acceso a ti. Las camareras ganan una pasta alternando con puteros que van a por la que no ejerce de puta. Quieren tener a la que no pueden tener. Pero todas tenemos un precio. Todas somos prostituibles. Van a por nuestras hijas. Son clasistas.
Vuelta a Bilbao y “abandono emocional”
Cerraron ese prostíbulo. “Otro fracaso”, sentencia. Volvió a Bilbao y tras dos años de “abandono emocional total”, convertida en un “despojo”, inició un tratamiento psicológico. Hace dos años comenzó a interesarse en el feminismo y a partir de ahí comenzó su renacimiento.
Lamenta que no haya una red de acogida para las mujeres que abandonan la prostitución y eso es precisamente lo que quiere ofrecerles con sus compañeras feministas de la asociación Emargi, recientemente fundada.
-¿Qué ha supuesto para ti el movimiento feminista?
-Me ha ayudado a soltar lastre, a entender las relaciones con las mujeres, a establecer relaciones más sanas, a conceptualizar cosas. Me ha ofrecido un lugar en la vida y ahora sé hacia donde quiero ir. Quiero luchar para que las que vienen detrás no pasen por lo que yo he pasado. Y no voy a parar.
Dignificar los trabajos feminizados
-Estos días, la Plataforma para la Abolición de la Prostitución ha presentado una propuesta de ley orgánica abolicionista.
-Hay que exigir que se apruebe. Las mujeres en prostitución están abandonadas a su suerte. Seguimos con el discurso de que hay algunas que lo hacen porque quieren. ¿En qué cabeza humana cabe que una mujer pueda desear ser sometida a prácticas sexuales por puteros? ¡No por favor!… A no ser, claro, que esté enferma. Entiendo que pueda haber un debate social, pero las instituciones tienen que hacer algo. No pueden seguir mirando para otro lado. Son las responsables del bienestar social. ¿Donde está el derecho al deseo y a la libertad sexual de las mujeres? Facilitemos a todas las mujeres derechos, estudios, una vida digna y una renta mínima para que no tengan que verse obligadas a dejarse violar previo pago. La actual situación de alegalidad está legitimando que ese abuso ocurra.
-Eso es incompatible con otorgar a las prostitutas derechos laborales.
-Si queremos dar derechos laborales, ¿por qué no garantizamos los de las empleadas de hogar que no tienen derecho a paro? Eso es dar derechos a las mujeres: dignificar los trabajos feminizados. La falta de todo eso, mantenernos empobrecidas, es lo que nos arrastra a la prostitución. Fregar escaleras es incompatible con la vida de una madre soltera con hijos. Pero interesa tenernos empobrecidas para que nos sometamos y nos sometan sin problemas.
Por mucho que se multe a los puteros no vamos a acabar con la prostitución como tampoco acabamos con las violaciones metiendo a los violadores en la cárcel
-La ley prevé multas a los puteros.
-Por mucho que se multe a los puteros no vamos a acabar con la prostitución como tampoco acabamos con las violaciones metiendo a los violadores en la cárcel. El putero vulnera el derecho a libertad sexual de mujeres y niñas. Es un delincuente pero no se le penaliza porque las mujeres en prostitución no estamos reconocidas como victimas de violencia sexual. Si estuviéramos reconocidas como tales, habría que ir a por los puteros, pero nos encontraríamos con que habría que sancionar al 40% de los hombres, nada más y nada menos.
-¿Ves diferencia entre prostitución y trata?
-El putero demanda prostitución, pero no hay tanta mujer para tanto putero y de ahí viene la trata. Sin demandante, no hay prostitución y sin prostitución no hay trata.
Petición a las feministas
-La prostitución es un tema que suscita controversia dentro del feminismo. ¿Qué les pides a las compañeras del movimiento?
-Que respeten y reconozcan y que escuchen las voces de las supervivientes, que compartan mucho en sus redes nuestros testimonios, nuestra vivencia en primera persona. Las mujeres que están en la telaraña del sistema prostitucional no están en condiciones de salir a dar testimonio, entre otras cosas porque están dentro de un círculo de violencia y bastante tienen con sobrevivir al infierno que viven día a día. Una víctima de trata, menos aún lo va a hacer. Las que podemos hablar somos las que hemos tomado distancia.