Las mujeres musulmanas se agrupan en cuatro asociaciones en la Comunidad Autónoma Vasca. Tres están radicadas en las capitales. La cuarta, en Durango. Lleva por nombre ‘Al-Nour’ (‘La Luz’) y la preside Mariam El Harrak, marroquí, de Larache. Esta una mujer de 39 años, alta de estatura, sonriente y de voz suave, aunque firme y con capacidad de liderazgo, no sólo es la interlocutora de las mujeres árabes en esa localidad vizcaína, sino también referencia de la comunidad marroquí.
El Harrak participa habitualmente, junto a las componentes de su asociación, en las manifestaciones que organiza el movimiento feminista de la localidad, particularmente en las del 25-N y el 8-M. Poco a poco, han podido conocer a otras duranguesas y actualmente tienen “muy buenas” relaciones con las dos asociaciones feministas más veteranas, Andereak y Bilgune feminista. También con Cáritas, ya en el ámbito asistencial.
El velo y la túnica
El Harrak porta velo y túnica, como el resto de mujeres de Al-Nour. Ello no le impide sentirse una más en los ambientes reivindicativos, si bien reconoce que no ocurre lo mismo en general, ya que considera que existen todavía muchos prejuicios en torno a las musulmanas. “Hay gente que piensa que somos incultas, sumisas, que no tenemos ni voz ni voto, que nos obligan a llevar el velo, que somos esclavas de los machos de la casa…”, se duele.
Diplomada en Traducción, ejerce en casa, y como profesora de español, en Zumárraga (Gipuzkoa). Desempeñar su profesión en el hogar le resulta cómodo porque le permite compaginarlo con el cuidado de sus tres hijas e hijo. Sus horas libres las dedica a Al-Nour y a la asociación de mujeres jóvenes Bidaya, la de Bilbao, de la que también forma parte.
Lamenta no tener tiempo para mucho más, ya que es consciente de que la relación con la población y los grupos de Durango favorece la integración y el cononcimiento mutuo, y con ello uno de los objetivos de la asociación, que es desmontar los estereotipos sobre las mujeres musulmanas.
Al-Nour, registrada en 2011 pero con actividad a partir de 2006, ofrece un espacio de encuentro donde las mujeres marroquíes pueden compartir sus vivencias y problemas. Además, organizan talleres, actualmente de yoga y español, y han participado también en cursos de autodefensa.
“Feminismo suena a libertad”
-¿Qué te dice la palabra feminismo?
-Me dice mucho. Me identifico con ella porque me suena a libertad y a defensa de los derechos de todas las mujeres. Me gusta sentirme libre. Tener la opción de tomar mis decisiones sin imposiciones de otras personas, de los hombres.
-¿Y qué significa para ti llevar velo?
-Es una manera de ver la vida que tiene que ver con la religión. Es una opción libre. La adopté con 15 años y mis hermanas no lo hicieron. Me hace sentir que mi cuerpo es mío. Lo guardo para mí y lo muestro a quien me lo permite mi religión.
-Eso suena a restricción y parece contradecirse un poco con la idea libertad.
-He optado por la religión y actúo en consecuencia.
La vestimenta es precisamente uno de los caballos de batalla de estas mujeres, pues es un signo externo claro de sus creencias y suele suscitar incomprensión. En verano, por ejemplo, no falta quien ironiza sobre el calor que se supone que soportan. “Hay quien se sienta a tu lado en el autobús y empieza a resoplar o te dicen: ‘¡Qué calor tienes que pasar!’… ¡Aunque tenga calor, es mi cuerpo, aparte de que en verano llevamos telas finas!”, exclama mientras muestra el delgado grosor de su túnica.
Estos comentarios no le preocupan tanto cuando se dirigen a ella, “porque puedo responder”, como cuando se los hacen a otras mujeres con menos recursos expresivos y que se pueden sentir intimidadas hasta el punto de llegar a salir menos a la calle. “Eso no ocurriría si nos tratasen sin fijarse en lo que llevamos en la cabeza”, razona.
También ha escuchado algunas veces recriminaciones más claras y directas por no adoptar las formas de vida occidentales. “Me han dicho lo de ‘A donde fueres haz lo que vieres’, pero en Tánger, por ejemplo, donde yo estudié, hay un montón de españoles y españolas que mantienen sus costumbres. Tienen sus bares y sus actividades. Es normal. Cuando emigras formas comunidades y tienes nostalgia de tu país de origen”.
Respeto y violencia machista
‘Respeto’. Para El Harrak es la base de la convivencia y el antídoto contra el machismo, el racismo y la xenofobia. Y tan importante le parece ese concepto y lo que representa que, para el 25-M, Día contra la Violencia hacia las Mujeres de 2017, entre varias la bordaron en una sábana tela escrita en árabe (‘ihtiram’), castellano y euskera (‘errespetua’). Desde entonces, procuran exhibirla allá donde acuden.
La violencia machista es precisamente lo que les vinculó a las asociaciones feministas del municipio y es otro foco importante de atención para Al-Nour, ya que la comunidad musulmana no es ajena a este problema. “Hay mujeres que la sufren y callan porque están solas aquí y desconocen los recursos que tienen, y eso nos preocupa. Nos gustaría hacer más pero nos faltan recursos, personas expertas”.
“La vida sigue” en Ramadán
Desde el 6 de mayo, celebran el mes sagrado de Ramadán. Se abstienen de comer y beber durante el día, entre otros preceptos. Es un período de profundización en la vida espiritual, que sirve para reflexionar sobre las necesidades de otras personas mediante el ayuno, y supone una oportunidad para resolver conflictos, explica.
-¿Cómo cambia la vida de las mujeres durante este mes?
–Yo hago lo mismo, salvo comer y beber durante el día. La vida sigue. Quizás dedico algo más de tiempo a preparar la cena, a partir de las siete, y me acuesto un poco más tarde después de hacer los rezos.
La religión musulmana es también objeto de estereotipos y quiere aclarar que “el islam no condiciona que estudiemos o seamos amas de casa, tenemos derechos de herencia, podemos elegir a nuestra pareja, tenemos derecho a llevar una vida digna y el maltrato no es aceptable”, sentencia.
“Hay que vivir bien la vida”
El Harrak pertenece a Al-Nour desde su fundación. La asociación tiene una junta directiva estable y mujeres que van y vienen porque hay bastante movimiento de familias hacia otros países europeos, sobre todo en los últimos años, debido a la crisis. Además, asegura, cuesta encontrar mujeres que estén dispuestas a realizar trabajo voluntario.
Ella, en cambio, se mantiene al frente sin cansancio aparente. “¡Es que Al-Nour me da energía! –asegura con entusiasmo-. Hago parones pero vuelvo a levantarme, veo que avanzamos en nuestros objetivos y disfruto de los logros, por ejemplo cuando las mujeres mejoran su castellano o se animan a ir solas a la consulta del ambulatorio o compruebo que se nos empieza a ver de otra manera”.
La asociación es, de hecho, ya tan parte de sí misma que la equipara en importancia a todos sus otros quehaceres. “Asociación y vida las tengo al mismo nivel”. Incluso sus hijas e hijo son partícipes y le ayudan muchas veces, lo que opina que resulta educativo, pues sirve para “crearles la idea del trabajo voluntario”.
Pero su empuje y su constancia tienen también otro origen. Con todas las dificultades de desenvolverse en una cultura muy diferente a la suya y en ocasiones hostil, El Harrak procura ver el lado positivo y ser fiel a una máxima que le da fuerza: “Se vive solamente una vez y hay que vivir bien la vida”.