“El mundo tiembla con nuestro ‘no’; lo verdaderamente afirmativo es el ‘no’ porque a las mujeres nos educan para el ‘sí’”
La escritora y periodista estadounidense Soraya Chemaly inició con estas rotundas afirmaciones su ponencia ‘El poder transformador de la ira’ en las jornadas internacionales ‘Disentir para ser libres’, organizadas por el Ayuntamiento de Santa Coloma de Gramanet (Barcelona) y celebradas on-line este pasado fin de semana.
La exposición se basó en ideas de su libro ‘Enfurecidas’, en el que explora esa emoción en las mujeres. En concreto, se pregunta cómo hacer de la ira instrumento de cambio y cómo puede aportar nuevos elementos transformadores y empoderadores para las mujeres.
Explicó cómo, desde pequeñas, las personas vivimos las emociones en función del género. Se permiten la tristeza y el miedo a las mujeres, y la defensa y la rabia a los hombres. De modo que las mujeres aprendemos a reprimir la ira para encajar en los estereotipos.
Plantarse y derecho de reciprocidad
Esto tiene consecuencias importantes en nuestro pensar, sentir y actuar. La rabia, sostiene Chemaly, nos permite identificar una amenaza a nuestra dignidad y es valiosa para la evolución.
La prohibición de experimentar la rabia hace también que muchas veces se confunda con la tristeza. Esta emoción indica que algo va mal y permite generar empatía pero “reduce la habilidad de las mujeres para plantarse y ejercer el derecho de reciprocidad”.
“Las mujeres llegan a la satisfacción vital a los 80 años cuando dejan de luchar contra los estereotipos de género”
Es por esta razón por la que, según aseguró, las mujeres llegan a la satisfacción vital a los 80 años cuando dejan de experimentar ansiedad por luchar contra lo que quiere decir ‘ser femenina’ y han dejado de lado los estereotipos de género.
La rabia de las mujeres puede incluso acentuar el racismo. Chemaly aseguró que en EE UU una mujer negra tiene más posibilidades de ser expulsada del colegio por un comportamiento agresivo y un 5% más de posibilidades de que la echen del trabajo si muestra liderazgo. Lo mismo ocurre con otras razas diferentes a la caucásica.
Prototipo de la rabia
“El prototipo de la rabia es el de un hombre blanco que muestra sus ideas”. Ejemplo de ello son las hordas partidarias de Trump que asaltaron el Capitolio el pasado 6 de enero.
La escritora estadounidense invita a replantearnos nuestra relación con esta emoción para lograr un “cambio revolucionario”. Propone expresar el enfado, sin aceptar su represión como algo normal; romper con la idea de poner a otras personas por delante de nosotras y que tiene que ver con el cuidado; y cambiar la consideración social de la violencia machista. “Me refiero a tener que vivir en un ambiente hostil de violencia con gente que amamos y que se supone que tiene que estar de nuestra parte”, puntualizó.
A nivel político, se muestra partidaria de expresar alto y claro que estamos enfadadas, no cansadas, sino enfadadas.
Previno de los efectos adversos que la rabia reprimida causa en la mente y en el cuerpo, e invitó a gestionar las emociones. A ello ayuda, en su opinión, escribir sobre lo que sentimos, buscar gente que legitime nuestras emociones y unirnos en comunidades que buscan un cambio.