Un paseo íntimo con Nawal al-Sa’dawi por la Barcelona de 2002

La escritora, activista feminista y psiquiatra egipcia, Nawal al-Sa’dawi, cuyo fallecimiento se conoció ayer, no era tan célebre hace 20 años como lo es ahora. En 2003, recibió el Premio Internacional Catalunya, dotado con una importante cantidad económica, gracias al impulso de su candidatura desde el Comité de Solidaritat amb Nawal al-Sa’dawi, que promovió la periodista Mai C. Alvarez. Su objetivo era que el reconocimiento detuviera la persecución judicial que estaba sufriendo por defender el feminismo en su país y resaltara también, claro está, su enorme contribución al movimiento.

Mai C. Alvarez acompañó a Nawal en una visita que hizo un año antes a Barcelona -previamente se habían encontrado en Egipto- y envió a ‘Andra’ un peculiar y precioso artículo que publicamos en la edición de junio de 2002 y que revelaba aspectos íntimos de la activista egipcia. Por ese artículo, que reproducimos, Alvarez recibió una mención en el séptimo certamen La Mujer en la Unión Europea:

Nashua
(O cómo las lenguas expresan éxtasis)

Pasó mucho tiempo hasta que volví a ver a Nawal al-Sa’dawi. En mi memoria, ella se alejaba del embarcadero con la maceta de menta que yo había aportado a nuestro paseo en falúa por el Nilo y que era enorme. Enma Bonino y yo, entre las mujeres venidas de muchos rincones del planeta éramos, creo, las que vivíamos más el aspecto dramático de la situación: Un veredicto aplazado nos hacía presentir lo peor.

Mientras Nawal hablaba con Emma Bonino, yo quedé cautiva de la belleza de aquel momento, de la alegría de las mujeres árabes, de la amabilidad de los hombres presentes y de la inusitada elegancia del barquero en la proa del barco, como Anubis guiándonos hacia donde yo no sabía pero donde mi corazón pesaría tanto como una pluma.

Me dejé fascinar por mi presente y olvidé todo lo que no fuera disfrutar y recoger con mi cámara lo que se me aparecía, como enmarcado ya, para compartirlo con la inmensidad de seres que, aunque ausentes, también se me hacían presentes en aquel conjunto.

Le habían concendido el Premio Internacional de la Generalitat Valenciana. Se lo entregaron en una gala donde estarían los embajadores de países aledaños a la Mediterránea, el día 8 de marzo. Creyó hasta el último momento que se trataba del de Catalunya. Ya en el País Valencià, manifestó a sus anfitrionas que quería pasar por Barcelona.

Cuando Nawal habló conmigo desde València, me dijo que no tenía ningún compromiso y que preparara lo que me pareciera conveniente para su estadía.

Le preparamos un apartamento, pensando respetar su intimidad, un coche, por si deseaba hacer algún viaje, e imaginamos que, al ser una visita privada, podía impartir una clase en una universidad de las que habían presentado su candidatura al Premi Internacional Catalunya.

Su viaje coincidía con la cumbre en Barcelona de los presidentes de la UE y los traslados habituales se estaban complicando para la ciudadanía, ya que se habían blindado zonas de la ciudad. Las universidades suspenderían durante unos días las clases, decían que por medidas de seguridad. Recuerdo que todas las comunicaciones sufrieron alteraciones. Incluso los correos electrónicos, en una clara manifestación de cómo nuestra vida está controlada por los representantes de los Estados.

En definitiva, la Universidad de Barcelona estaba en el centro de la ciudad y su rector, Joan Tugores, había respaldado su candidatura. ¿Podríamos preparar una clase de Nawal al-Sa’dawi? El departamento de Filología Arabe (profesora, Mercé Comas); el de Historia Contemporánea. Grup de Recerca Consolidat Multicultural i Gènere (profesora, Mary Nash); el de Historia de la Filosofía, Estética y Filosofía de la Cultura (profesora, Fina Birulés); y el de Filología Románica. Centre Dona i Literatura (profesora, Marta Segarra) acordaron ofrecer conjuntamente: ‘Una mirada sobre el s. XXI”, una clase interdisciplinar, manifestando así un interés comprometido con la legitimación de una cultura diversa, democrática y feminista.

Nawal ya había visitado Ca la Dona y había tenido una conversación con un grupo de mujeres maltratadas

Cuando se celebró la clase, en la antigua capilla de la Universidad de Barcelona, Nawal ya había visitado Ca la Dona y había tenido una conversación con un grupo de mujeres maltratadas que a mí me había permitido, por primera vez y después de meses, preguntarle sobre su vida privada. Creo recordar que aquel diálogo fuo uno de los más interesantes que puede presenciar entre Nawal y cualquier colectivo.

Aquellas mujeres me parecieron llenas de decisión y muy cómodas hablando con ella como amigas entrañables. También recuerdo la expresión física de Nawal contestándome que la violencia la había acompañado toda su vida y que (se golpeaba las entrañas con las manos abiertas y las palmas hacia el cuerpo) sólo desde nuestro interior se le hace frente.

Sería de obligada cortesía preparar una cena para ella, invitando a la práctica totalidad de mujeres que se habían comprometido en su defensa y en su reconocimiento a través de las candidaturas al Premio Internacional Catalunya.

Recuerdo la expresión física de Nawal contestándome que la violencia la había acompañado toda su vida

Aquella cena, como el oasis en el desierto, reunió a un amplio y variado conjunto de mujeres que, según he podido comprobar por los comentarios, nunca se habían reunido para compartir cena: desde nuestras representantes en el Parlament de Catalunya hasta la primera intérprete de tenora del país, María Antonia Pujol, concierto que dejó embelesados los oídos africanos de Nawal por su sentimental sonido, pasando por mujeres que probablemente nunca estaremos representadas en ningún Parlamento que no sea el ágora de la calle en nuestro haber: ser de vocación feministas y vivir la pasión de la libertad. Esa noche alguna de las invitadas se excusó y alguna otra, sin excusarse, no se presentó. Así es también nuestra vida.

Una de las que no podía estar presente, lamentándolo mucho, era Mireia Bofill, traductora de ‘Mujer en Punto Cero’, libro inconmensurable de Nawal y exaltación de la conciencia de libertad tan prohibitiva para la mayor parte de las mujeres árabes. Yo sentía que no podría quedarse privada de un contacto más próximo con Nawal por su trabajo, gracias al que habíamos conocido semejante realidad.

Esa circunstancia, y el hecho de que considero su traducción como una valiosa recreación, me estimuló a improvisar una cena para ella y para Mary Nash, que también se lamentaba por un compromiso que le impediría conocerla personalmente. Mireia Plana, posible traductora de Nawal al català, sería otra invitada y, finalmente, la solidaria Xus de Miguel Vallejo, una con la que siempre coincido en las manifestaciones convocadas por la plataforma Aturem la Guerra, y con la que me encontré en la de apoyo al pueblo palestino, completó la mesa de aquella noche.

Reunidas en aquella especie de matriz, en aquella intimidad extrema, cada una de nosotras éramos mujeres excelentes

Cenamos en una bodega abierta sólo para nosotras. Yo percibía una situación de potencial femenino entre la diversidad geográfica y generacional que representábamos. Y, cómo no decirlo, reunidas en aquella especie de matriz, en aquella intimidad extrema, cada una de nosotras éramos mujeres excelentes.

Excelentes y privilegidas con nuestra mutua compañía. Con platos exquisitos, vino suave, con un tono relajado y relajante Nawal quiso saber la naturaleza de las mujeres con las que cenaba, refiriéndose a sí misma como UNA MUJER DE FUEGO.

La mayoría también coincidieron en esa materia evanescente que deja señales indelebles: eran mujeres de fuego. Yo no. Quiso averiguar algo demasiado personal sobre mí, que ahora no recuerdo probablemente porque la prudencia florece en mi inconsciente y así fue como aproveché su curiosidad para explicar algo que no había osado hasta aquel momento. Mary Nash, historiadora competente y memoria nuestra colectiva, sería mi testimonio. Las demás, como es natural, también se convirtieron, al unísono, en testimonias voluntarias de mi historia particular.

Nawal quiso saber la naturaleza de las mujeres con las que cenaba, refiriéndose a sí misma como UNA MUJER DE FUEGO

Bien, cuando volví a escribir poesía, dejando la lírica obligada de mi juventud ya prácticamente olvidada, hice una serie de poemas de tema erótico. Entre ellos había uno con nombre árabe: ‘Nashua’, que significa uno de los éxtasis que recoge la lengua árabe. Era un poema sencillo, con sólo cinco versos, y en él deseaba expresar el éxtasis que nos puede hacer experimentar la contemplación.

En el último verso necesité el nombre de una mujer, quería explicitar con él la sensualidad del cuerpo de las mujeres. Probé algunos nombres que por su sonido venían bien al ritmo del verso. Todos eran nombres de mujeres que conocía de alguna manera y no quise que ese poema erótico fuera adjudicado a alguna de ellas por una elección fortuita.

Mi poema durmió años sin ese nombre que me reclamaba.

Llego un momento -¿Cómo no se me había ocurrido antes?- Y Nawal fue el nombre, a modo de homenaje, que acabé eligiendo para ‘Nashua’.

Al llegar aquí todas las presentes reímos, empezando por Nawal que lo hacía más alto que todas juntas y que entusiasmada gritaba que quería leerlo.

-Imposible, está escrito en castellano, dije. Si Mary quiere hacer una traducción se lo paso, ahora que ya sabéis la historia de este poema.

-De acuerdo. Envíamelo, dijo Mary Nash, ante mi sorpresa.

Lo hice:

Between the heat of the golden tapestry
Abundant with fanciful birds andr unforeseen wisteria,
An the cool lime,
In this unperturbed place,
Nawal, your body enraptures me

Que en mi lengua materna fue, desde hace años y hoy sigue siendo:

Entre el calor del oro del tapiz,
lleno de fantásticas aves y de glicinas
inesperadas, y el fresco de la cal,
en este espacio imperturbable:
Tu cuerpo, Nawal, me extasía

Es así como las tres lenguas, tantas veces utilizadas para las competencias y batallas de todo tipo, nos expresan tres maneras de comunicar el éxtasis.

(Nota de la autora: fábula dedicada a cada una de las mujeres que aparecen en ella, con mi agradecimiento por protagonizarla y hacerla posible. Para Mary Nash, mi admiración por su talento y generosidad)