LORENA RO | SUPERVIVIENTE DE LA PROSTITUCION 
“Mi proxeneta fue el banco”

Lorena Ro, 42 años y natural de Gasteiz, no se acuerda de los puteros. Y no es porque su paso por la prostitución fuera breve en comparación con otras mujeres. Es que no quiere saber nada de ellos y sólo los menciona para denunciar su condición narcisista y tiránica.

Quienes sí le vienen constantemente al pensamiento, en cambio, son aquellas mujeres con las que compartió piso en su misma ciudad. Dónde estarán, qué harán, cómo les irá en la vida… Esta es su historia y es también la historia de su evolución hacia la conciencia feminista y abolicionista.

Aunque ‘sólo’ permaneció en el sistema prostitucional durante un año, fue tiempo suficiente para abandonarlo con profundas heridas que el tiempo parece obstinarse en mantener: ansiedad, atrofiamiento del deseo sexual, incapacidad de mantener relaciones de pareja sanas, hipersexualización y drogadicción (estas dos últimas las tiene superadas).

Amenaza de desahucio

A esta lista se añade desconfianza hacia los hombres y hacia las instituciones públicas y privadas. Se duele de que no la ayudaran y esa falta de apoyo la abocó a la una salida que “siempre está ahí para las mujeres, mientras el empleo está permanentemente en el aire”, recalca.

No tuvo chulo. “Mi proxeneta fue el banco”, es su resumen, a modo de frase lapidaria, del papel de este elemento esencial del sistema. Y es que fue una deuda con una entidad financiera y la amenaza de desahucio del piso donde vivía con su madre lo que la abocó a la prostitución. 

Cuenta que procede de una familia desestructurada. Su padre era maltratador y su madre se separó cuando ella tenía 6 años –es la pequeña de tres–. Enérgica y de carácter decidido, montó un negocio con su novio y con su hermano. La crisis de 2008 se lo llevó por delante y ellos huyeron. Tuvo que comerse sola el marrón.

Sin trabajo todavía y sin perspectivas de tenerlo, vendió todo lo que tenía. “Mis libros fueron lo único que me quedé”

“El banco vino con una deuda hipotecaria de la casa de mi madre y del negocio, y no pude hacer frente a los pagos”, relata. Su madre, con una pensión de 640 euros, tampoco. Aun así, llegaron renqueando hasta 2012. Sin trabajo todavía y sin perspectivas de tenerlo, vendió todo lo que tenía. “Mis libros fueron lo único que me quedé”, rememora con voz quebrada.

Lorena, en casa, con uno de sus perros.

Informarse sobre sus derechos

Incluso debían la cuota de la comunidad de vecinos, pero no las demandaron por ello. Fue el único apoyo que obtuvieron en esos terribles momentos. “Ni instituciones privadas ni el Ayuntamiento de Vitoria, ni el Gobierno vasco me dieron nada. No daba el perfil, al ser una mujer soltera y sin criaturas. Me decían que podíamos vender la vivienda. ¡A ver quién la iba a comprar en aquella época!”, cuestiona.

El banco le negó los tres años de carencia, a los que después supo que tenía opción y, “a pesar de estar pagando parte de la cuota amenazaban con desahuciarme y eso es ilegal”, aclara. Ahora está mucho más informada sobre sus derechos y cree que, de haberlos conocido antes, su vida habría sido diferente. Pero en momentos de dificultad “el entendimiento se atrofia”.

“Yo sabía dónde iba, ¿eh? Tenía 30 años, me sentía libre sexualmente hablando y me dije: esto es un trabajo”

“Desesperada” y con el “acoso” del banco como aguijón decidió dar el paso. Recuerda nítidamente aquel día en que se asomó al periódico y encontró únicamente tres anuncios de trabajo. Dos decían: ‘Se busca chica para compartir piso’, y el otro, ‘Se busca soldador’.

Alter ego para “sobrevivir”

Llamó a uno de los primeros. “Yo sabía dónde iba, ¿eh? Tenía 30 años, me sentía libre sexualmente hablando y me dije: esto es un trabajo”. Eso sí, se creó una ‘alter ego’ “para poder sobrevivir”. Es algo propio de las mujeres en prostitución. De hecho, en ella se dan casi todas las circunstancias que notifican las supervivientes, salvo que carece de un historial de violencias sexuales previas.

“Me dije: tengo que sacar tanto al mes para vivir. Lo racionalicé hasta tal punto que me puse un horario de trabajo”. Era consciente de que aquello era una situación provisional en tanto no encontrara un empleo. Por eso, se quedó en su ciudad y, mientras estaba en el piso, “en vez de ver la tele mientras me llamaba algún putero como hacía otras mujeres, me dedicaba a estudiar y a buscar empleo activamente”.

“Cuando has vendido todo lo que tienes, sólo te queda convertirte tú misma en objeto de venta”

Lo dejó en cuanto encontró trabajo en una panadería por un sueldo de 800 euros. “Me encantaba hacer pan y terminé gestionando el negocio”. Allí pudo dar carpetazo a esa etapa de su vida, a la que no se ha podido “enfrentar hasta hace muy poco” y lo ha logrado mediante “conversaciones con feministas o compañeras”. Asegura que estas charlas le han llevado a darse cuenta de que no eligió la prostitución, algo que creyó haber hecho en su momento, ya que, “si dices que no ha sido voluntario, niegas tu libertad”.

Pero, añade, “cuando abres la nevera y está vacía, cuando tienes un ente privado con un poder mayor que tú, cuando ves la desesperación en los ojos de tu madre y cuando has vendido todo lo que tienes, sólo te queda convertirte tú misma en objeto de venta”, admite con una lógica que sobrecoge. 

Finalmente, el piso de su madre se lo quedó el banco como dación en pago. Vivieron cinco años en esa misma vivienda con un alquiler social “porque la ley obligaba”, mientras ella se movía de un trabajo a otro: además de panadera –la ocupación que “me salvó”– cajera de gran superficie; agente comercial; hostelería…

Formación como auxiliar veterinaria

Ahora residen en Logroño porque los alquileres y el coste de la vida son más asequibles. Hace unos pocos meses volvió a quedarse en paro y aprovecha el tiempo para formarse como auxiliar técnica veterinaria. Y es que le encantan los animales. Conviven con dos perros y dos gatas, y los considera “compañeros de vida”.

Quizá por eso también se ha hecho “antiespecista y vegana” y en ese ambiente ha conocido mejor a Noe, una amiga de toda la vida, y a otras mujeres increíbles. Con ellas ha tenido muchas charlas fructíferas y el 8M del pasado año Noe le dijo algo que pudiera parecer inocuo y que, sin embargo, a ella la impresionó profundamente. “Ella llevaba muchos años marchando con el bloque antiespecista y me dijo que esta vez se iba al abolicionista por mí. Por mí –subraya–. Ella defendía algo que yo no entendía”.

Pero en el año y pico transcurrido hasta ahora lo ha comprendido perfectamente y ha empezado a encontrarse bien consigo misma gracias a una “gran cadena de apoyos”, aunque reconoce que aún afronta el gran reto de “hacer las paces con mi alter ego”. 

Está en proceso de formación feminista y ha escuchado y compartido vivencias con compañeras supervivientes como Sarah Berlori, Vanessa Silva y Carol L. Forma parte de Supervivientes en Acción y también se mantiene muy en contacto con Araba Abolizionista y colabora con Feministas de La Rioja.

Tras reflexionar se ha dado cuenta de que en la prostitución “no escoges; te están comprando y a ti solo te importa terminar pronto”

Este intenso proceso de reflexión le ha permitido darse cuenta de que en la prostitución “no escoges con quién estás. Te están comprando. No hay ningún tipo de sexo tampoco. A ellos sólo les importa su ego, su placer y someterte, y a ti, terminar cuanto antes”.

Está totalmente de acuerdo con las propuestas abolicionistas y con la puesta en marcha de la Ley Orgánica Abolicionista del Sistema Prostitucional (LOASP), promovida por la Plataforma de Organizaciones Abolicionistas de la Prostitución (PAP).

Prostituirse para ganar un sobresueldo

Pero mientras llegan las medidas concretas, hay algo que le preocupa, y mucho: “¿Cómo sobreviven esas mujeres?”. Y de nuevo se acuerda de aquellas compañeras de fatigas que con la prostitución se sacaban un sobresueldo porque con su empleo no llegaban a fin de mes y que “tenían dos o tres hombres fijos que venían a estar sólo con ellas”. O de aquella abuela de 55 años que se desplazaba desde Valencia y de la que decían en su casa que iba a cuidar ancianos y con lo que ganaba mantenía a toda la familia.

Propone “hacer un Al Capone” a los prostíbulos para conseguir dinero que posibilite a las mujeres en prostitución “empezar una vida digna”

Incluso conoció a una mujer sola con dos hijos, uno de 17 años y otro pequeño, que se vio en la tesitura de confesarle al mayor a qué se dedicaba rogándole encarecidamente que cuidara de su hermano mientras tanto, porque tenía pavor a que los servicios sociales se enterasen y se los quitaran.

Casa de acogida

Lorena cree que las mujeres en prostitución necesitan ayudas diversas y específicas porque presentan “problemáticas muy variadas y diferentes”. Propone “hacer un Al Capone” a los prostíbulos y, mediante impuestos a las “fortunas que están haciendo”, conseguir dinero que posibilite a las mujeres en prostitución “empezar una vida digna”. 

Ella se ha implicado totalmente en los procesos de reparación y tiene un proyecto en perspectiva que pretende ayudarlas y ayudarse a sí misma. Su sueño es abrir, con sus compañeras veganas, una casa de acogida para mujeres maltratadas, adonde puedan traer a sus animales de compañía. “En los pisos tutelados no están permitidos y para muchas son familia”. Por eso, sería una iniciativa privada y estaría abierta a cualquier mujer con necesidad de sanación.