RESEÑA LITERARIA 
La guerra femenina tiene sus propias palabras

Título: La guerra no tiene rostro de mujer
Autora: Svletana Alexievich
Traductora: Ioulia Dobrovolskaia, García Gonzál
Editorial: Debate
Número de páginas:
368

“En más de una ocasión observé que en su relato lo sencillo vence a lo grande, incluso vence a la Historia”

¿Qué es la Historia (así con una hache mayúscula)? ¿Es el relato de lo grandioso que en realidad no es la historia de nadie? ¿Qué son entonces las historias personales de esa mujeres-nadie a quienes Alexievich preguntaba, con las que conversaba para rememorar una guerra mil veces contada de la misma manera? ¿Son esos relatos historia? Dice Svletana Alexievich que su escritura es historiografía de las emociones, una historia del alma. ¿No debiera ser esa la Historia con mayúsculas?

“Atenta escucho el dolor… El dolor como prueba de la vida pasada. No existen otras pruebas, desconfío de las demás pruebas. Son demasiados los casos en que las palabras nos alejaron de la verdad.”

La autora dedicó casi una década a recoger testimonios de mujeres que habían participado en la segunda guerra mundial. Las visitaba en sus casas, tomaban café o té o merendaban, hablaban de la vida, de esa guerra que marcó sus vidas y que quizás no habían vuelto a mencionar en voz alta. Los recuerdos contenidos en las voces de mujeres que el libro recopila hablan de la vida en el frente de la que no hablan los libros de Historia con mayúscula. Hablan del trabajo duro de las lavanderas, las cocineras, las enfermeras, las mecánicas de coches, las carteras…

“Ellas – ¿como explicarlo bien? — extraen las palabras de su interior en vez de usar las de los rotativos o los libros, toman sus propias palabras en vez de coger prestadas las ajenas.”

En medio del dolor, de las pérdidas y del miedo, las mujeres cuentan cómo hacían el pan, cómo lavaban las ropas endurecidas por la sangre negra, cómo cuidaban de los heridos, cómo les daban de comer, cómo fregaban las ollas con sus manos en el agua helada. Entre las memorias de la emoción por poder ir al frente, del afán por formar parte de la lucha por una gloria incierta, emerge la narración de las tareas interminables, invisibles: cuidar a los caballos, remendar las ropas, arreglar zapatos, tallar madera para ataúdes, cortar el pelo, construir vías, refugios, escribir cartas…

Dice Alexievich que las mujeres relatan de otra manera, hablan de otras cosas. Especialmente cuando hablan de la guerra. Dice que la guerra femenina tiene sus propias palabras. Dice que en la guerra contada por las mujeres no solo sufre la gente sino el planeta, los pájaros, los árboles. Y dice que quiso escribir ‘La guerra no tiene rostro de mujer’ porque esa guerra en voz femenina sigue siendo desconocida. Ella quiso escribir, con la voz de sus protagonistas, la historia de esa guerra, la Historia de las mujeres.

“Fui a la guerra siendo tan pequeña que durante la guerra crecí un poco.’ Es la frase que anoto en mi libreta, aunque en la grabadora haya decenas de metros de cinta.”

Dice Svletana Alexievich que en su recuerdo de todas esas conversaciones suena un coro sin palabras, un coro de llanto donde reverbera la eternidad. No la eternidad de los héroes y las victorias militares, sino la intemporalidad de esa sabiduría que da el dolor – un grado superior de información, dice –, la eternidad de los relatos en los que lo cotidiano eclipsa a lo grandioso y se convierte en Historia con mayúsculas.

(Julia Rípodas es profesora de Filosofía y desde hace años se dedica intensivamente a indagar sobre la escritura de mujeres y a leer obras de mujeres del pasado y actuales que en general reciben menor atención editorial y mediática. Sus críticas literarias se publican en el blog ‘Cuentan ellas cuentan’. El título original de esta entrada es ‘Las mujeres y la guerra’)