Feministas de EE UU alertan del aumento del autoritarismo patriarcal en el mundo

Semanas antes de que el Tribunal Supremo de EE UU derogara el derecho al aborto, feministas de EE UU lo relacionaban con un aumento del autoritarismo patriarcal en todo el mundo y alertaban de este hecho.

“Las mujeres libres y empoderadas son una amenaza para el autoritarismo en todo el mundo, y los autócratas lo saben”, señalaban las autoras de una investigación publicada en ‘Ms. Magazine’, la revista fundada por la prominente feminista Gloria Steinem. En el trabajo, se analizan los persistentes ataques a la igualdad a través de legislaciones republicanas contra los derechos reproductivos, y los programas escolares sobre racismo, sexismo y cuestiones LGBTQ+.

Lo que sucede en Estados Unidos, advertían, refleja “un patrón preocupante: en todo el mundo, el autoritarismo patriarcal va en aumento y la democracia está en declive”. De hecho, “a medida que la participación de las mujeres se hace más prominente en la política nacional e internacional, el sexismo político se está volviendo más virulento”.

Autoritarismo patriarcal

Las autoras de la investigación definen el autoritarismo patriarcal como un sistema que rechaza la competencia política y promueve un poder central fuerte que mantenga el statu quo político y social. “Los autócratas intentan mantener el control atacando el estado de derecho, la separación de poderes, la expresión política y las elecciones justas”, precisan. Otro rasgo es que “tienden a usurpar el poder en parte promoviendo una jerarquía de género conservadora y binaria”.

“El retroceso autoritario –constatan- se produce cuando se despoja a las mujeres de la igualdad de acceso, oportunidades y derechos en el lugar de trabajo, en la esfera pública y en el hogar. Al reforzar el control de los hombres sobre las mujeres y las niñas en sus vidas, los líderes autoritarios hacen un trato patriarcal, repartiendo la autoridad privada a cambio de la lealtad pública al hombre fuerte. Por cierto, muchas mujeres también aceptan el trato. Las mujeres de los grupos y clases dominantes suelen estar dispuestas a promover normas y políticas de género conservadoras que refuerzan el statu quo. La vigilancia de la expresión y las relaciones de género se convierte en una poderosa herramienta para promover una identidad nacional racial, religiosa o étnica hegemónica”.

“La visión patriarcal autoritaria del mundo es que los hombres son ‘hombres’, y las mujeres esposas y madres”

Junto con eso, se promueve “un mayor control del Estado sobre los cuerpos de las mujeres; la subordinación de las mujeres en los cargos públicos y en la fuerza de trabajo; la permisividad hacia la agresión, el acoso o el abuso sexual; los ideales hipermasculinos; la criminalización de las personas LGBTQ+ y la tolerancia de la violencia hacia las mujeres y las niñas”. La guinda es el “énfasis en la ‘familia tradicional’, en la que el papel de las mujeres es principalmente doméstico.

Amenaza para el sistema

En suma, la visión patriarcal autoritaria del mundo es que los hombres son ‘hombres’, mientras que las mujeres son esposas y madres. Todos los demás son una amenaza para el sistema”.

El año pasado se batieron récords en las restricciones al acceso al aborto: 19 Estados aprobaron nuevas leyes y sólo seis ampliaron el acceso. Sin embargo, “a pesar del entusiasmo por obligar a las mujeres a ser madres, los republicanos siguen obstaculizando el permiso parental remunerado”.

Al mismo tiempo, el empleo se desplomó durante la pandemia, y el paro de las mujeres casi duplicó al de los hombres en 2020. No todos los países experimentaron esta ‘Shecession’ (recesión que perjudica a las mujeres mucho más que a los hombres), que “refleja las desigualdades estructurales de la economía estadounidense, la segregación de género por sectores laborales y la falta de acceso a guarderías y atención sanitaria asequibles”.

Los demócratas del Congreso se han ocupado de estos problemas con iniciativas para apoyar a las mujeres trabajadoras pero los republicanos acabaron tumbando los proyectos de ley. Mientras tanto, las leyes contra la violencia de género se han relajado “gracias, en parte, a lo que la académica Ruth Ben-Ghiat describe como la ‘cultura de la masculinidad sin ley’ del Partido Republicano. Esta facción política lidera también la legislación antitransgénero.

La investigación recuerda que la democracia y la igualdad de derechos para las mujeres son infrecuentes en la historia del mundo y que fue el activismo de las mujeres -que exigían el derecho al voto, a la propiedad, a la autonomía corporal protegida por la Constitución y a los derechos civiles y políticos para todas las personas- “el que inauguró la expansión de la democracia mundial en el siglo XX”.

Además, “durante la posguerra, los movimientos de masas que exigían la independencia y la democracia tuvieron más éxito en la consecución de sus objetivos cuando la participación de las mujeres fue numerosa. De Filipinas a Brasil, de Túnez a Argentina, de Chile a Sudán, los movimientos de ‘poder popular’ tenían más probabilidades de lograr una democratización sostenida cuando al menos el 25% de sus participantes eran mujeres”.

“Sólo el 30% de la población mundial vive en democracias”

‘Recesión democrática’

Sin embargo, lamentan que “en los últimos años, muchas democracias han vuelto a caer en el autoritarismo, incapaces de evitar el ascenso de las fuerzas antiliberales. Por decimosexto año consecutivo, el mundo ha avanzado hacia el autoritarismo, lo que algunos han llamado una ‘recesión democrática’. En la actualidad, el proyecto Variedades de la Democracia (V-Dem) informa de que sólo el 30% de la población mundial vive en democracias”.

El liderazgo misógino ha detenido o revertido los derechos de las mujeres y los avances en igualdad de género. “Por ejemplo, en India, Myanmar y Venezuela se han producido recientemente descensos en los niveles de democracia e igualdad de la mujer”.

Hasta dónde podríamos llegar lo muestran países totalmente autocráticos como Rusia, Turquía y China. En esos lugares, “las mujeres se consideran subordinadas a los hombres en el hogar, en el lugar de trabajo y en los cargos públicos. En Turquía, el presidente Recep Tayyip Erdogan ha calificado de ‘medias personas’ a las mujeres que deciden trabajar en lugar de tener hijos”.

En esos países -y en muchos otros- “los derechos reproductivos están amenazados o, en algunos casos, son inexistentes y los llamamientos a los ‘valores tradicionales’ facilitan el sometimiento de las mujeres y de las personas LGBTQ+”.

“Un país en el que más de la mitad de la población está subordinada no es una democracia”

¿Qué soluciones apuntan? Las autoras de la investigación creen que se puede hacer “mucho” para “proteger y ampliar los derechos que tanto nos ha costado conseguir y que ya están consagrados en la política y que, a su vez, protegen la democracia”.

En primer lugar, ven fundamental “comprender plenamente que los ataques a la autonomía, el bienestar y los derechos de las mujeres y de las personas LGBTQ+ son ataques a la democracia constitucional. Un país en el que más de la mitad de la población está subordinada política, social, económica y culturalmente no es una democracia”, aseguran.

Llamada a la movilización

En segundo lugar, llaman a la movilización. “El destino de los derechos de la mujer está ligado al destino de la democracia, y la movilización de las mujeres puede ayudar a garantizar ambos”.

Recuerdan que hace más de 100 años, las mujeres de todo el mundo se movilizaron por su inclusión en la democracia. “Y desde entonces han utilizado su poder político para exigir derechos fundamentales en materia de salud, empleo y vida doméstica. Se han convertido en electoras clave con los que los líderes y los partidos autoritarios tienen que lidiar -y a menudo tratan de controlar-“.

Como colofón, destacan que “las mujeres y sus aliados se movilizan cuando sus derechos son atacados, pero son aún más poderosas cuando se movilizan en torno a cuestiones de amplio alcance”.  Defienden la “democracia inclusiva”, en la que las  “candidatas feministas, funcionarias electas y políticas feministas son fundamentales para la salud y el bienestar de la democracia”.