El #MeToo de las mujeres vulnerables, una asignatura pendiente

Dos ancianas ha sido violadas en los últimos días en Figueres (Girona) y Alicante, respectivamente. La primera, de 95 años, se recupera en un hospital de las gravísimas lesiones sufridas. De la segunda sabemos que, al igual que aquélla, fue agredida en su propio domicilio.

No son casos aislados. El pasado junio, otra mujer de 85 años fue atacada y violada también en su casa, en un municipio de Tarragona.

Las personas despistadas se preguntan cómo es posible violar a una anciana, como si estos actos tuvieran algo de sexual. Mal vamos cuando en el imaginario colectivo se siguen asociando las violaciones o la prostitución, que también es violencia sexual, con el irrefrenable impuso sexual masculino y no con una violencia contra las mujeres normalizada en todas sus formas.

Las agresiones sexuales a mujeres en situación de vulnerabilidad, salvo la prostitución que erróneamente se quiere considerar un acto de libertad de las mujeres que la ejercen, son tabú porque es algo demasiado insoportable para poderlo mirar de frente. A ello se suma que la fragmentación y lo abrumador de la información que recibimos a diario hace imposible componer ningún cuadro completo.

Tenemos el reciente caso de las menores tuteladas en Madrid, a quienes se convertía en drogodependientes para después prostituirlas. Otro tanto sucedió en Mallorca e incluso en Gasteiz y también se han denunciado abusos a menores tuteladas en Valencia.

Hay trabajadores que agreden sexualmente a mujeres en residencias de mayores o de personas discapacitadas. Tras destaparse un caso en Tarragona, que no es el único ni mucho menos, se ha pedido un registro estatal de trabajadores involucrados en estos delitos. En Barakado fueron dos residentes quienes abusaron de una mujer anciana.

Se pueden añadir a la lista los incontables casos de entrenadores, monitores, sacerdotes, padres, familiares, parientes y amigos que violentan a las niñas y niños amparándose en la sensación de impunidad que da el abuso de poder en un sistema que posibilita y promueve la violencia.

‘A mí me cuida mi amiga’

El abuso sexual de las mujeres, niñas y niños permanece oculto porque los depredadores escogen muy bien a sus víctimas: mujeres que no pueden hablar o a quienes no se creerá.

Ginny Jenkin, directora de la organización británica Acción por el Abuso a Ancianas señala que ”a la gente le resulta difícil entender por qué alguien quiere abusar de una persona mayor, pero quienes sufren de cierta fragilidad mental y física son la víctima perfecta: no pueden defenderse, no pueden escapar, y si pueden comunicarse, probablemente no se les crea. ¿Qué más quiere un abusador?”, subraya.

Conviene vigilar con mucha atención lo que sucede en las residencias y en los entornos cercanos de niñas y niños, y de personas vulnerables de todo tipo, incluidas las trabajadoras del hogar en situación de falta de derechos. Tenemos que empezar a llevar el ‘Yo si te creo, hermana’ a este sector de la población, a quienes no pueden defenderse.

Apoyemos todas sus denuncias, escuchemos su voces, démosles crédito, aun a riesgo de equivocarnos. Como dicen las compañeras mexicanas: ‘A mí no me cuida la policía, me cuida mi amiga’. Y quien dice la policía dice todo el resto de instituciones que perpetúan este patriarcado misógino y violento.