Crisis del coronavirus: ¿Y las empleadas de hogar y cuidados?

El 50% de quienes trabajan en régimen externo y el 98% de las internas se dedican al cuidado de personas mayores en situación de dependencia. Es un trabajo que demanda una gran cercanía física con la persona atendida. Levantarlas, ayudarlas a caminar, a lavarse, a comer… Otras trabajadoras cuidan criaturas que, al parecer, aunque normalmente son asintomáticas, propagan el virus.

A día de hoy, 14 de marzo, las instituciones vascas y las españolas no han realizado un solo movimiento para dirigirse directamente a las trabajadoras de hogar y cuidados, indicándoles cómo les afectan concretamente las medidas que se están implantando para frenar y reducir los daños derivados de la epidemia del coronavirus. No hay ni un solo protocolo que mencione a esas miles de mujeres que en épocas normales pasan las gripes propias de pie, soportan sin atención y sin baja médica lesiones musculares derivadas de falta de formación y de medios para atender personas, y llevan en silencio las secuelas síquicas de la falta de descanso y vida social.

«No hay ni un solo protocolo para esos miles de mujeres que en épocas normales pasan las gripes propias de pie»

El cuidado en casa mediante el contrato de trabajo doméstico está excluido de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales (LPRL) y por tanto de sus instrumentos: las tareas del puesto de trabajo y su forma de ejecución segura no han sido descritas ni analizadas desde el punto de vista de la salud laboral antes de la epidemia, y ahora las partes no cuentan con servicios de prevención que actúen complementando y ayudando a implementar las normas de las autoridades sanitarias. No está habiendo ni acción pública ni privada dirigida al único sector que queda fuera de la LPRL.

El panorama frecuente de la parte empleadora no ayuda en una coyuntura como esta. A veces es plural, con varios familiares que dan órdenes contradictorias; otras veces, puede no haber empleador porque quienes contrataron sean familiares que no conviven (en un 86% de los casos, cuidadora y persona cuidada viven solas) o porque quienes en su día aparecían contratando carezcan hoy del estado mental necesario para dar ninguna clase de orden de trabajo, razonable o no.

En el caso de trabajadoras colocadas por agencias privadas de colocación, legales o ilegales, que cobran a veces una cantidad mensual por “asesorar” a la empleadora y en realidad cobran por asegurar una rápida sustitución de la trabajadora, es de temer que en esta situación desaparezcan del panorama. Teóricamente no son las empleadoras y por tanto no tienen obligaciones de ninguna clase.

«Están actuando sin otra ayuda que recomendaciones generales que no les sirven, tales como mantener la distancia social»

Sobre cómo proteger la salud en el empleo de hogar, ni sabemos ni podemos dar las indicaciones necesarias; eso es responsabilidad de Osakidetza (Servicio Vasco de Salud) y de Osalan (Instituto Vasco de Seguridad y Salud Laborales) y los correspondientes servicios de otras comunidades autónomas. Estamos todavía esperando un protocolo que no existe y hace tiempo que tenía que haberse publicado, porque se trataba de dar pautas concretas a quienes están actuando sin otra ayuda que recomendaciones generales que no les sirven, tales como mantener la distancia social de más de un metro; usar en caso contrario el EPI (equipo de protección individual) que no les han proporcionado y además no les serviría sin instrucciones de cómo usarlo; limpieza frecuente de las manos (¿cuántas veces, en qué momentos cuando la exposición al contacto con la persona atendida es de todo el día?).

Hay un documento de recomendaciones del Departamento de Salud y Osakidetza para el servicio de ayuda a domicilio, que puede tener aplicación en algunos aspectos y servir de ayuda a las trabajadoras de hogar. Pero la situación es distinta, sobre todo, porque las recomendaciones contienen obligaciones para las empresas del SAD y los empleadores domésticos no han recibido orientación ni instrucción alguna. El protocolo histórico sobre actuación respecto al sector se está cumpliendo a rajatabla: hacer como si no existiese, ni aún con el coronavirus, ni aún cuando el trabajo de la mayoría consiste en estar en contacto físico estrecho con el principal grupo de riesgo.

Arquitectura social precaria

La aparición rápida y masiva de necesidades extraordinarias de cuidado ha hecho que en muchos vecindarios la gente joven se vuelva hacia la mayor y que se creen grupos para atender a quien lo requiera, totalmente ajenos a los lazos familiares o de amistad previa, que son los que en épocas ordinarias funcionan. Esta crisis ha puesto de manifiesto la precariedad de esta arquitectura social en la que la necesidad de recibir la atención ajena no está prevista ni organizada y que tampoco tiene establecidos los cauces para ofrecerla. En épocas normales, la entrega vital de las mujeres de la familia, y en segundo lugar el empleo de hogar, con y sin autorización para trabajar, ahorran esta reflexión. Los escasos servicios colectivos de cuidado cuentan con ese colchón de horas de trabajo, que falla en un momento como este.

«Están recibiendo orden de sus empleadores de no salir de la casa fuera de su jornada laboral, so pena de despido»

La parte más dura de la epidemia no ha hecho más que empezar, y ya estamos recibiendo consultas que denotan el estatus de subordinación en el empleo de hogar. Trabajadoras internas, pero también externas a 40 horas, están recibiendo ya desde hace días la orden de sus empleadores de no salir de la casa en horarios fuera de su jornada laboral, so pena de despido. Constituyéndose en autoridad, les privan de la libre movilidad, decisión que solo podría tomar la autoridad gubernativa por motivos de salud pública.

La crisis del coronavirus pone también en evidencia que el contrato privado de trabajo de hogar y cuidados no es capaz garantizar derechos sociales ni humanos elementales: estas cosas ocurren cuando se está bajo la autoridad de cientos de miles de particulares con capacidad de imponer su voluntad como en el tiempo de la servidumbre medieval, y esto no es una exageración.

La diferencia entre la servidumbre y el contrato de trabajo es precisamente que en este último hay límites al poder de quien te paga, límites que se llaman derechos laborales y que un Estado Social tiene que amparar con prestaciones públicas de desempleo que hacen que no dependas de las arbitrariedades de cada señor o señora. El actual empleo de hogar tiene que desaparecer sustituido por servicios, pero el objetivo va para muy largo y, mientras exista, debe disfrutar de igualdad de derechos con el resto.

«El actual empleo de hogar tiene que desaparecer sustituido por servicios, pero el objetivo va para muy largo»

En la página web de la Asociación de Trabajadoras de Hogar y Cuidados hay una guía de preguntas y respuestas que se refiere a los derechos de las trabajadoras de hogar y cuidado en la crisis del coronavirus.

Antes de consultarla, dos cuestiones a señalar. La primera es que, digan lo que digan las leyes laborales aplicables a este caso, la privación de la prestación de desempleo en el Sistema especial de Hogar es un arma poderosísima que permite imponer condiciones ilegales con la amenaza del despido. La segunda, que el coronavirus combinado con la Ley de Extranjería añade excepcionalidad y precariedad a la situación preexistente. Pero esta vez no se va a poder mirar para otro lado si la trabajadora interna sin papeles afectada por la enfermedad es despedida y no tiene una vivienda a la que acudir o si es ella quien deja el empleo en un acto de defensa propia porque no cuenta con medidas de protección frente al contagio.

Las respuestas de la guía son provisionales, hasta que la situación o indicaciones de las autoridades cambien. También podrían aparecer nuevas medidas para proteger a la ciudadanía del quebranto económico que trae la epidemia. Si incluyesen a las trabajadoras de hogar, informaríamos.

Si faltan preguntas, avisadnos a athbizkaia@gmail.com y las responderemos públicamente.

Final: a punto de enviar el texto a la revista, se ha emitido el discurso de Sanchez por televisión, con las medidas del Consejo de Ministros del sábado.

Dos observaciones: la prohibición de circular por la calle salvo para ir y volver de casa al centro de trabajo, resultará durísima para quienes trabajan internas y tienen unida vivienda y centro de trabajo. La posibilidad de salir a la calle para hacer la compra, puede convertirse en una ocasión que utilice cualquier otro miembro de la familia para, de paso, respirar algo de aire. Como ya se ha indicado, antes de que se impusiesen limitaciones a la libre circulación, ya se les estaba impidiendo salir de casa para evitar el contagio.

Por otra parte, en el listado de sectores profesionales a los que el Presidente agradeció conmovido su colaboración en esta crisis, faltaron las decenas o centenas de millares (¿cuántas son?) de trabajadoras de hogar que después de las mujeres de la familia son el segundo recurso de esa parte del sistema de cuidados que no se quiere mencionar. Señaló por su nombre muchas profesiones y sectores: salud, información, cultura, ejército, policía, trabajo autónomo… pareció que iba por fin a citarles, pero se quedó en una mención a “quienes” cuidan. Puesta a subsanar, habrá más gente que lo merezca, pero quiero mandar desde aquí un abrazo a las cajeras de supermercado y a las limpiadoras de superficies probablemente infectadas de virus, de las que no pareció acordarse.

(Este artículo se ha publicado en la revista ‘Viento Sur’ con el título ‘Trabajadoras de hogar y cuidados: preguntas y respuestas’. El texto original incorpora una guía informativa para las empleadas de hogar y cuidados)