Violencia psicológica, violencia perversa

¿Qué es la violencia machista psicológica? ¿Cómo se puede identificar? La psiquiatra Blanca Morera trató de responder a esas aparentemente simples pero complicadas preguntas -más aún si se trata de responderlas en un juzgado- en los cursos de Verano de la UPV-EHU.

Su intervención, titulada ‘Maltrato psicológico: análisis de la dinámica, identificación del fenómeno y consecuencias para la mujer’, clausuró el pasado viernes el curso ‘Víctimas de violencia de género ante los cambios legislativos. ¿Leyes para las víctimas sin las víctimas?’

La especialista calificó la violencia psicológica infligida a las mujeres como una “realidad perversa, una violencia mucho más amplia que la que llega a los juzgados”, ya que la vida de las parejas es “una realidad desconocida”. Se trata de un hecho que no es fácil de demostrar y tampoco de identificar. A menudo precede a otras formas de maltrato y es “devastadora para la regulación emocional de quien la sufre”.

Hay situaciones que se le parecen mucho. Morera explicó cómo diferenciarla de la “mera disfuncionalidad”, noción que se refiere a las situaciones de conflicto en la pareja con violencia mutua y que se pone de manifiesto, por ejemplo, en procesos de separación, en los que “están a la greña y buscan fastidiarse mutuamente”.

El principal indicador de maltrato psicológico es la culpa. El perpetrador de violencia psicológica asegura que la culpa de todo siempre la tiene la mujer, mientras que, según su experiencia profesional, en el otro caso los hombres suelen manifestar cierta vergüenza y arrepentimiento.

Cosificación e instrumentalización

Para explicar en qué consiste la violencia perversa tomó como referencia la conocida obra de Marie France Hirigoyen ‘El acoso moral’ (1998) y la retrató como una “fría racionalidad que se combina con la incapacidad de percibir al otro como ser humano”, por tanto implica instrumentalización y cosificación de la mujer. Es propia de sujetos con rasgos maquiavélicos, psicopáticos y/o narcisistas en distinto grado.

“El maltratador psicológico combina una mezcla de seducción y manipulación que anula el sentido crítico, desmonta las defensas, impide la interactividad y genera aislamiento”

La psiquiatra trató también de enmarcar este fenómeno conceptualizándolo como “una conducta física o verbal, activa o pasiva, que atenta contra la integridad emocional de la víctima en un proceso continuo y sistemático, a fin de producir intimidación, desvalorización, culpa y sufrimiento”. Agregó que incluye el “abuso económico” (no pagar la pensión alimenticia y provocar asfixia financiera, por ejemplo).

El maltratador psicológico, además, “impone su dominio para retener a la víctima” por medio de diferentes procedimientos: la seducción perversa, la comunicación perversa y la violencia manifiesta. Utiliza una combinación de seducción y manipulación que “anula el sentido crítico, desmonta las defensas, impide la interactividad y genera aislamiento” en la víctima.

El victimario actúa “de forma similar a las sectas, en las que la víctima no percibe inicialmente la coacción y la manipulación, y se despersonaliza. Obedece para contentar a su pareja y, pasado el tiempo, la sumisión se instaura por miedo”, describió.

‘Luz de gas’

No es fácil “terminar estas relaciones”, porque la víctima no dispone de defensas y piensa que el maltratador quizás tenga razón. Está confusa porque no hay violencia expresa y experimenta una mezcla de confusión, sumisión y miedo, fenómeno que se conoce como ‘luz de gas’.

Puso dos ejemplos para ilustrar esta dinámica. El primero, una breve conversación:

-Ella: Te veo disgustado, ¿qué te pasa?

-El: Tu sabrás

-Ella: Explícamelo.

-El: ¿Hace falta que te lo explique?

El segundo sería decirle a ella que la quiere pero con un tono y una gestualidad que indican todo lo contrario.

Además, el perverso trata de provocarle nerviosismo en público para asegurar después ante las demás personas que está desequilibrada.

Cuando la víctima ya no lo soporta más y se quiere alejar, el maltratador “saca toda la artillería de culpa, desvalorización y hostilidad”. Ademas, se presenta como víctima de la “mujer desequilibrada”.

Morera está convencida de que la solución al maltrato psicológico machista la aporta el enfoque feminista, imprescindible en el sistema de justicia pero también en la población en general, especialmente en las mujeres, educadas como estamos en ser para otros y que muchas veces tardamos en reaccionar a estas situaciones por mantener unida a la familia. Sin embargo, cuando hay violencia, remacha, “no existe familia” y se está perdiendo la oportunidad de vivir una vida digna.

Medidas para “salir del túnel”

Para “salir del túnel”, recomienda las medidas de autoprotección, la percepción del maltrato y del ciclo de la violencia, la regulación emocional y el tratamiento de la sintomatología clínica, el empoderamiento (revisar mitos y creencias), y apoyar y generar buenos tratos. Recomendó leer ‘Etica de la razón cordial’, de Adela Cortina.

La violencia psicológica, aunque muchas veces invisible es, para Morera, una violencia homicida. “No causa sufrimiento, enfermedad y pérdidas de vidas en su sentido estricto” pero supone el menoscabo de la “posibilidad realizadora”, algo tan nefasto, a su juicio, como destruir una vida.