Feministas para sobrevivir

Kontxi Rebollo y Arantza Arrieta, pioneras de la autodefensa feminista en Gipuzkoa. FOTOS: ESTEFANÍA CALPARSORO.

Nos encontramos con Kontxi y con Arantxa en Egia, muy cerca de donde, allá por los años 80, tenía su local la Asamblea de Mujeres de Donostia.

Nada queda de ese edificio, pero sí del movimiento que allí germinó. Y es que aquel local, ubicado en un antiguo almacén de grano, continuó albergando semillas incluso después de cerrado; semillas que se esparcieron después por la ciudad y que florecieron también en otras tierras gracias a la labor de las trabajadoras mujeres que lo frecuentaban.

Esta zona ha cambiado, al igual que ha cambiado la radiografía social de la ciudad. Sin embargo, esa concienzuda labor no sólo no ha desaparecido, sino que sigue dejando huella.

Nada más hay que ver la acción del movimiento feminista que consiguió, tras décadas de laborioso trabajo, que el 8 de marzo del pasado año 2018 se constituya en un hito histórico de un movimiento que continúa creciendo y organizándose para reivindicar los derechos de las mujeres; para decir al mundo que no queremos ser valientes, sino libres.

Kontxi Rebollo Ortega y Arantxa Arrieta Soraluze son dos de aquellas mujeres que participaron activamente en la Asamblea de Mujeres de Donostia, que dieron vida a ese local y que polinizaron, con su perseverancia, estas tierras, logrando que estas reivindicaciones sean, a día de hoy, una aclamación multitudinaria. De su mano conocemos los inicios del movimiento feminista en la ciudad, y también de una práctica ahora ya extendida pero que ellas comenzaron a impartir cuando aún nada se sabía de ella: la Autodefensa Feminista. En nuestro encuentro ambas siguen transmitiendo la misma fuerza con la que comenzaron. Y de allí salimos empoderadas; aunque ha pasado el tiempo, siguen polinizando.

Este artículo está dirigido a ellas, y a todas sus compañeras.

De la comisión antiagresiones a la autodefensa de mujeres 

Corría finales de los ‘80 cuando ellas comenzaron a dar formaciones de la mano de un grupo de mujeres alemanas, afines al movimiento autónomo, que aterrizaron en Iruña. Sin embargo, ya existía una reflexión previa en torno a la violencia contra las mujeres, generándose, en el año 1981, la Comisión Antiagresiones en el seno de la Asamblea de Mujeres de Donostia, activa hasta 1995; asamblea organizada, a su vez, en diferentes comisiones de barrio y coordinada con las diversas asambleas de Gipuzkoa y del resto del Estado.

La Comisión Antiagresiones se reunía semanalmente y pretendía dar asistencia, consejos, así como dotar de herramientas de defensa, a aquellas mujeres que hubieran sido agredidas; y surgió en respuesta a un momento en el que este tipo de vulneraciones estaba, si no aumentando, por lo menos sí comenzando a visibilizarse.

Consiguieron que el Ayuntamiento de Donostia les cediera un local dentro de la antigua Alhóndiga que se encontraba junto al Mercado Central de Frutas de Atocha; allí donde podemos encontrar los actuales Juzgados. Local que fue decorado con viejo mobiliario de escuelas que iban consiguiendo las mujeres que lo frecuentaban. Allí recibían visitas de diversas mujeres a las que ofrecían apoyo y herramientas para hacer frente a sus vivencias de opresión y desigualdad.

Ejemplo de ello son las mujeres en situación de maltrato que llegaban a través de anuncios colgados en baños públicos para mujeres; labor que se puede considerar precursora del servicio de atención que hoy en día ofrecen las instituciones a través del teléfono 016.

Así, desde la Comisión realizaban campañas y acciones de denuncia y boicot contra agresores, así como contra sus defensores, recopilando datos sobre denuncias de maltrato que después hacían públicos. Fue a través de la Comisión Antiagresiones como comenzó a visibilizarse una realidad conocida pero obviada por un sistema que encubría esta violencia contra las mujeres relegándola al ámbito privado.

La denuncia, sin embargo, no era suficiente. Era necesario organizarse y elaborar planes de acción. “¿Cómo responder a lo que está pasando de una manera más efectiva?”, se preguntaban. Conocer a estas mujeres alemanas procedentes de Hamburgo supuso, así, un punto de inflexión.

De su mano recibieron el primer taller de autodefensa para mujeres. Aspecto que supuso el cuestionamiento de otra serie de actitudes que no se habían tenido en cuenta hasta el momento y que permitió llevar la problemática más allá de la mera agresión física.

Ganando confianza

Los talleres eran simples, comentan ambas, pero muy prácticos, lo suficiente como para que las participantes se cuestionaran su propia inseguridad; inseguridad que queda claramente demostrada en la cesión del espacio que hace una mujer ante la presencia de un hombre, bajándose de la acera cuando no entran dos personas, o apartándose a un lado para dejarle pasar, por ejemplo.

Así, y aún conscientes de que no por ir seguras iban a desaparecer todas las agresiones, “nos decían que lo primero que tenemos que hacer es andar con seguridad por la calle”, recuerda Kontxi.

El encuentro con estas mujeres alemanas fue fundamental para desarrollar la autodefensa para mujeres en Euskal Herria. Tras esta visita, una parte del grupo de mujeres que gestionaban la casa de acogida de mujeres maltratadas de Iruña fue a Hamburgo; una compañera holandesa se volvió con ellas para dar una formación de una semana en la capital navarra. A ella asistieron, junto con las mujeres de la casa de acogida de Iruña, un grupo de mujeres de la Asamblea de Donostia, entre ellas Arantxa, que recuerda cómo la solidaridad entre compañeras fue fundamental para poder sufragar los gastos de aquellas que no tenían recursos.

La autodefensa feminista tiene dos claves: aprender a decir que no y mostrar nuestra agresividad, tanto con el cuerpo, como con la voz

Así, Arantxa recuerda dos lecciones clave de esa formación, “por un lado la negación, el aprender a decir que no; el lado emocional. Por otro, el cuerpo, nosotras también tenemos nuestra agresividad, y hay que sacarla, tanto con el cuerpo como con la voz”. Además de trabajar la parte física y la emocional, enfocada a disipar el miedo mismo a pasar por determinados espacios, se dotaba a las mujeres participantes de técnicas para poder hacer frente a situaciones de agresión.

El conocimiento de estas técnicas de autodefensa es lo que intentaron transmitir en las formaciones que después ella impartiría junto con una formadora llamada Salo y algunas compañeras más. Formaciones que ofrecieron los fines de semana durante dos años, sin ningún tipo de recurso, sin cobrar, pero con mucha voluntad, moviéndose allí donde les pidieran ayuda; Andoain, Azkoitia, Hernani, Irun, Tolosa, los diferentes barrios de Donostia.

Formaciones dirigidas, en principio, a las mujeres que conformaban el movimiento feminista, y cuya intención era despertar la fuerza que esas mujeres llevaban dentro para constituirse en sujetos de derecho. Formaciones a las que se acercaba una media de 25 a 30 mujeres.

Avanzando hacia la autodefensa feminista

Como afirma Maitena Monroy, la Autodefensa Feminista es una herramienta política de empoderamiento feminista. No se trata simplemente de un método de defensa personal, sino que implica ayudar a las mujeres participantes a identificar aquellos aspectos sociales que nos desempoderan como personas solo por el hecho de ser mujeres, para politizarlos y enfrentar el patriarcado desde las vulneraciones a las que nos somete; para enfrentar este sistema tanto individual como colectivamente y, así, poder transformarlo.

De este modo, la Autodefensa Feminista consistiría en un particular método de autodefensa personal compuesto por un conjunto de técnicas y herramientas psicológicas y físicas, que incluye y tiene como finalidad realizar un proceso de reflexión, de autoconocimiento y de empoderamiento para que las mujeres sean conscientes de que también ellas tienen derechos y puedan pasar a la acción si consideran que sufren o pueden sufrir agresiones machistas, sean psicológicas o físicas.

En este sentido, la mayor dificultad no reside en aprender unas técnicas de autodefensa, sino en que las mujeres se sientan legitimadas para utilizarlas cuando toman conciencia de estar siendo agredidas.

Tanto Arantxa como Kontxi coinciden en ello. Desde sus inicios tuvieron claro que no se trataba  sólo de trabajar la parte física de la autodefensa frente a una agresión, aunque en todo momento la tuvieran presente. Así, la mayor importancia del proceso se la llevaba la actitud, la autoestima, el quererse a una misma; en definitiva empoderarse, ganar seguridad, construirse como sujetos que pueden adquirir el control de sus vidas, y no como objetos o víctimas subordinadas a las decisiones y haceres de otros.

Sin embargo, ellas no hablaban de Autodefensa Feminista, sino de Autodefensa de Mujeres. En este sentido, Arantxa matiza que “hoy en día es fácil sentirse orgullosa de ser feminista”, pero  ambas coinciden en que hace 25 años declararse feminista podía suponer trabas a la hora de generar el grupo y de reivindicar derechos, ya que se trataba de un movimiento estigmatizado.

A ellas mismas les costaba demostrarlo en aquellos espacios donde no se sentían libres. Por otro lado, destacan que en aquellos años cualquier mujer que participara en la Asamblea de Mujeres era intrínsecamente feminista.

Por su parte, ambas reconocen que, aunque aquellas primeras formaciones no eran completas, sí notaron que se avanzaba en algunos aspectos. Así, el que una mujer se preguntara, en forma de preocupación, por las consecuencias judiciales de su respuesta ante una agresión, implicaba, sin embargo, que se sentía capaz de reaccionar ante una vulneración de sus derechos.

«El feminismo es como una cadena: nosotras hemos abierto puertas porque otras han abierto puertas por detrás»

Esta necesidad de reaccionar por ellas iniciada ha llevado a que hoy en día las formaciones de autodefensa feminista sean ofrecidas en diversos espacios, incluidos algunos institucionales, con cursos estructurados y formadoras profesionales. Situación que alegra a Kontxi y Arantxa, aunque insisten en que todo curso debe, además de dar herramientas para la autodefensa, ayudar a comprender el por qué y el para qué de la misma.

En este sentido, siguen reivindicando que la Autodefensa Feminista es más que el saber defenderse físicamente; implica un cambio de actitud ante las agresiones del día a día, agresiones que se sufren sólo por ser mujer. Implica conocer estrategias para defenderte; pero también implica profundizar en aquello que nos da miedo y analizar de dónde vienen las inseguridades, para, desde las raíces, ganar seguridad en una misma y aprender a afrontarlos.

Y fue, precisamente, el cuestionar, el politizar estos aspectos, lo que permitió abordar la violencia sexista desde una nueva visión y conceptualizar la autodefensa de mujeres para pasar a denominarla, tras un largo proceso de aprendizaje y reflexión, Autodefensa Feminista. Así, como señala Monroy, el cambio de autodefensa de mujeres a ADF, no sólo es un cambio de nombre, sino que implica también un cambio en el análisis, en la metodología y en la intervención fruto de décadas de trabajo e investigación.

En este sentido, tanto Kontxi como Arantxa destacan muchos logros, pero sienten que aún quedan muchas cosas por hacer: conseguir una educación sin diferenciaciones de género, igualdad en las condiciones laborales, que sean los mismos hombres quienes se cuestionen su posición privilegiada en las relaciones de poder. Y una mayor implicación de las instituciones en la lucha contra la desigualdad.

Aún queda mucho camino por recorrer. Sin embargo, gracias a la perseverancia de este colectivo de mujeres empoderadas han germinado diversas iniciativas que permiten avanzar hacia la igualdad.

Así, debido a la labor de mujeres como ellas contamos con la Casa de las Mujeres de Donostia; con un mapa de puntos negros de la ciudad, que, además de visibilizar espacios inseguros, permite mejorar la arquitectura urbana para garantizar la seguridad en la calles; con iniciativas como la Lilaton que nace de la reivindicación de las mujeres de su derecho a practicar deporte en las calles; o el festival de cultura feminista Feministaldia organizado por Plazandreok.

Iniciativas que nos permiten generar espacios de encuentro donde conocernos y de los cuales salir reforzadas y preparadas para autodefendernos y continuar avanzando; porque, como remarca Kontxi, el feminismo es como una cadena, “nosotras hemos abierto puertas porque otras han abierto puertas por detrás y ahora os toca a vosotras estar en primera fila y seguir abriendo más; siempre teniéndonos a nosotras detrás, para acompañaros y ayudaros”.

Y, efectivamente, tenerlas en la retaguardia nos da confianza y fuerza para seguir caminando.

Kontxi Rebollo. Foto: Estefanía Calparsoro

Kontxi Rebollo.

 

Kontxi: «¿Qué ha supuesto el feminismo? Pues ser lo que soy hoy en día. Me siento bien, me siento contenta con lo que hago, sé disfrutar de las cosas, creo que tengo un entorno agradable, me ha dado seguridad, mucha seguridad. Me ha dado lo que soy»

«A mí el feminismo me ha permitido ser consciente de que, sin ser egoísta y sin dejar a los demás tirados en la cuneta, tengo una vida, y de que es importante estar bien incluso para ayudar a los que tienes al lado»

Arantxa Arrieta. Foto: Estefanía Calparsoro

Arantxa Arrieta.

Arantxa: «Soy feminista por necesidad, por necesidad interior. Una compañera, hace mucho tiempo, decía que para ella ser feminista era algo así como abrir una ventana y eso ha sido y sigue siendo también para mí»