CRISTINA CARRASCO | ECONOMISTA FEMINISTA  
«No se pueden dejar los cuidados en manos de empresas con afán de lucro»

La crisis de los cuidados está lejos de resolverse. Es más, la pandemia ha puesto claramente de manifiesto un problema latente. En estos momentos, tenemos una oportunidad de hacer un nuevo contrato social que ponga los cuidados en el primer punto de todas las Constituciones, de que sean asumidos por el Estado y dejen de suponer un negocio.

Es el panorama de la situación actual que trazó la profesora de Teoría Economía de la Universidad de Barcelona, ya jubilada, Cristina Carrasco  en un ciclo de conferencias organizado por la Uned y el Ministerio de Igualdad bajo el título genérico de ‘El feminismo después de la pandemia’. Esta precursora de la economía feminista y activista impartió su conferencia desde Chile -país del que es originaria y donde ahora reside-.

Tras repasar la génesis y evolución de la crisis de los cuidados, entendida como la puesta en evidencia de la incapacidad social y política de garantizar el bienestar de amplios sectores de la población (Ezquerra, 2010b) y la generalización de la dificultad de éstos para poder cuidarse, cuidar o ser cuidados (Del Río, 2004), Carrasco ofreció lo que, para ella podrían constituir algunas alternativas.

Crisis de los cuidados

Para entender la crisis de los cuidados y su magnitud, dijo, hay que comprender cómo funciona el sistema sociopolítico, y económico.

La sociedad capitalista heteropatriarcal es también explotadora de la naturaleza, racista y colonialista. Además, pretende perpetuarse. La prueba está en que, “en todas las facultades de Economía, pretenden enseñar que este sistema es el único posible”, señaló.

¿Cómo funciona este modelo? “Analiza únicamente la producción, el consumo y la distribución de mercado, que funcionan con intercambio de dinero, y deja fuera todo el trabajo no monetizado, por ejemplo, la participación ciudadana y, sobre todo, el trabajo doméstico y de cuidados”.

Análisis “erróneos y sesgados”

Al excluir este importante apartado, “los análisis económicos son erróneos y sesgados”. No sólo eso. “Además, la economía está eludiendo la responsabilidad en las condiciones de vida de las personas” porque “todo lo que no se lleva al terreno público no existe y hay que resolverlo a nivel privado”.

“Los salarios son más bajos de lo que habría que pagar”

Para la economía oficial, explicó Carrasco, la gente sale a trabajar al mercado y recibe un salario. “Sabemos que eso no es así. En casa se hace una cantidad enorme de trabajo para reproducir la vida y la fuerza de trabajo que volverá al mercado”.

Se supone que el salario cubre el coste de reproducir esa fuerza de trabajo pero “no es verdad porque el valor del trabajo en casa no se considera”, por lo que la profesora concluye que “los salarios son más bajos de lo que habría que pagar” y eso genera un “beneficio enorme para el sistema”. La economía dominante tampoco considera los bienes de la naturaleza, como la energía, sin la cual no podría funcionar y que “fomentan el beneficio del sistema y son su sostén”.

Así, el negocio es redondo. “Se traspasan los costes a unos sectores donde no funciona la economía contable y quedan invisibles, lo que aumenta los beneficios” y se cumple el objetivo de este sistema que es la “acumulación de capital en manos privadas”.

Crítica metodológica

Junto a esta crítica al funcionamiento del sistema en su conjunto,  que no hace sino acentuar las desigualdades, Carrasco planteó una crítica metodológica. Para la economía, “existe un personaje, el ‘homo economicus’, que es un hombre que se relaciona en el mercado a través de los precios. Parece que no tiene relaciones afectivas, toma decisiones racionales y no se le otorgan rasgos asociados a la feminidad”.

Además, es una “persona joven y sana, siempre dispuesta a trabajar en los mercados, no cuida ni tiene necesidad de cuidados”.

“Tenemos que profundizar en qué significa una vida decente, digna, que satisfaga nuestras necesidades básicas”

Feminización de la pobreza

Aunque ese prototipo no existe, “ha sido la imagen para que el sector masculino pueda salir al mercado libre de responsabilidades, de cuidados, con libertad de tiempo y acción. Su trabajo es valorado y reconocido porque se intercambia por dinero, y el dinero en el capitalismo es poder”. Esta diferenciación de roles “origina la feminización de la pobreza y las diferencias existentes en salarios, pensiones y cuidados” entre hombres y mujeres.

La economía feminista da un vuelco a todo ese paradigma. Reivindica que el objetivo de la economía tiene que ser la vida y de ahí surge el concepto de sostenibilidad de la vida. “Tenemos que profundizar en qué significa una vida decente, digna, que satisfaga nuestras necesidades básicas” y ahí “la noción de cuidados es fundamental”, subraya la economista chilena.

Los cuidados se prestan a nivel individual, en los hogares, y también colectivamente. Ambos tipos de cuidados están entremezclados y “son una absoluta necesidad”, por lo que, para Carrasco, “deberían ser el primer derecho en toda Constitución”.

“Los cuidados deberían ser el primer derecho en toda Constitución”

Ciudades “agresivas”

Los cuidados en el ámbito colectivo habrían de tener en cuenta el diseño de las ciudades para el bienestar de las personas. Esta economista considera que las urbes son “agresivas para la población vulnerable” y para revertir las deficiencias habría que habilitar “muchísimas más áreas verdes, calles con mucho más espacio para las aceras”. Habría que reorganizar también los tiempos, “ya que después de trabajar queda poco margen para cuidar, y para el ocio y las relaciones”.

“Cualquier solución tiene que ser universalizable, tiene que beneficiar a la diversidad de las mujeres”

Crisis de los cuidados

La crisis de los cuidados se inicia a mediados del siglo XX cuando las mujeres acceden mayoritariamente a los estudios y al trabajo remunerado. Las clases medias y altas resolvieron el problema contratando a alguien para los trabajos de casa. Las mujeres de la clase trabajadora tuvieron que compaginar los trabajos dentro y fuera de casa.

En el Norte global se importó mano de obra femenina para las tareas domésticas y de cuidados, pero “esto no puede ser un remedio porque cualquier solución tiene que ser universalizable, tiene que beneficiar a la diversidad de las mujeres”, sostiene la economista feminista.

En este punto, Carrasco rescató una cita de la filósofa estadounidense Marta Nussbaum que asegura que “la sociedad que asigna cuidados distinguidos por clase, género o raza nunca podrá decir que ha llegado a la justicia o a la igualdad social.”

El sistema capitalista, a decir de la ponente, alberga una gran contradicción. “La reproducción social a través del trabajo doméstico y de cuidado es fundamental porque posibilita la acumulación”. Sin embargo, ese mismo sistema “desestabiliza los procesos de reproducción”.

La pandemia

Este hecho ha sido palpable durante la pandemia. “El Covid crea conflictos que permiten ver la estructura de un sistema que no tiene en cuenta la vida de la mayoría”. Carrasco aclaró que “el virus no ha creado una crisis sino que ha profundizado la que ya existía, una crisis “ecológica, alimentaria y de cuidados”.

Los espacios públicos, comunitarios, y los servicios esenciales como la salud, la educación y las pensiones se han mercantilizado y “el mercado no se hace responsable” de los problemas que ello pueda acarrear.

En todo el mundo se ha producido un colapso de los sistemas sanitarios, que no ha podido ser compensado por la “dedicación intensa” de las profesionales de la salud, una amplia mayoría de mujeres.

La orden de quedarse en casa ha obligado a los hogares a hacerse cargo de criaturas y mayores dependientes las 24 horas del día durante varios meses. Han sido las mujeres quienes se encargaban de los cuidados en los domicilios, compaginándolos con el teletrabajo, y también es el personal mayoritario en las residencias, donde la deficiencia de los recursos ha hecho estragos.

La convivencia obligatoria ha incrementado la violencia machista; las empleadas domésticas, muchas en precario, con salarios bajos y poco valoradas han sufrido las consecuencias de la “ralentización de la actividad del mercado”.

El confinamiento no ha podido ser practicado tampoco por las personas con trabajo informal. La crisis del coronavirus ha afectado más a personas con escasez de recursos y, aunque el virus no discrimina, han puesto en evidencia las diferencias de clase.

En definitiva, se han intensificado los trabajos de cuidados que es lo que, para Carrasco, ocurre en las situaciones críticas, lo que ha puesto en evidencia “cuáles son los trabajos necesarios y también los consumos necesarios”.

“Hay que impedir políticas de ajuste que afecten a los servicios sociales y a las clases precarizadas”

Propuestas de acción

En cuanto al futuro, esta economista feminista cree que hay algunas certezas: “La crisis económica se va profundizar y el desempleo será enorme”, por lo que llama a “impedir políticas de ajuste que afecten a los servicios sociales y a las clases precarizadas”, ajustes que derivan del exceso de endeudamiento público y privado.

También aprecia muchas incertidumbres:

  1. La sociedad está cambiando pero seguir con lo que teníamos y cada vez peor no nos interesa.
  2. Se está dando una apropiación del poder político en el mundo por parte de las derechas más duras, que están militarizando territorios, profundizando en el extractivismo y la mercantilización global con un aumento de las desigualdades.
  3. La política con mayúscula es la participación de la ciudadanía en la organización social

Ante estas perspectivas ofrece algunas propuestas de acción:

  1. Poner en el centro la sostenibilidad de la vida con una mirada a largo plazo y a través de pequeñas acciones para la organización de los tiempos y los cuidados. Hay que buscar estrategias propias en cada territorio y buscar puntos de encuentro entre los movimientos afines con un fin común, como pueden ser el ecologista y el feminista.
  2. Eliminar la cultura del miedo y pensar hasta dónde se ha utilizado la pandemia para desmovilizar a la sociedad. Es un hecho muy grave y hay que ver cómo perdemos el miedo y recuperamos la organización social desde la base.
  3. Debatir cómo construimos lo común, los servicios públicos, las economías solidarias, desprivatizar los cuidados que “no pueden dejarse en empresas con afán de lucro”. Hay que aplicar la creatividad: crear comunidades en colaboración con lo público para desprivatizar, desfeminizar y desracializar el cuidado de la vida. Hay que ver cuáles son las necesidades urgentes y avanzar hacia un objetivo común. Uno de los principios es que lo que se pretende conseguir sirva para toda la humanidad, sin privilegiar a unos grupos frente a otros.
  4. Las políticas públicas son importantes pero la política con mayúscula es la participación de la ciudadanía en la organización social. Hay que intervenir, modificar y presionar con acciones propias de los movimientos sociales, como lo ha hecho el movimiento feminista que ha logrado que los gobiernos escuchen, aunque falta mucho por conseguir. Hay que presionar para que las instituciones fuercen los cambios.
  5. Aunque criticamos el desarrollo informático y privilegiamos el encuentro, también ofrece posibilidades para seguir manteniendo las relaciones.