El miedo a ser agredidas en la calle se fomenta para coartar la libertad de las mujeres

El miedo de las mujeres a ser agredidas en la calle es desproporcionado. Distintos estudios y autoras lo constatan y destacan, no sólo que la posibilidad de las mujeres de ser agredidas en el espacio público es menor que la de los hombres, sino que aquéllas sitúan la violencia en el lugar erróneo pues la inmensa mayoría de las agresiones suceden en el hogar.

¿Qué ocurre para que se produzca esa distorsión en el pensamiento de las mujeres? Buena parte de la culpa la tienen los relatos que construyen lo que la doctora en feminismos y género y activista Nerea Barjola (Santurtzi, 1980) denomina el “terror sexual”.

Barjola participó el pasado mes de febrero en el ‘Congreso Igualdad, Sociedad y Futuro’ organizado por la Diputación de Gipuzkoa que se celebró en Tolosa. A juicio de esta investigadora, la violencia machista forma parte de la “estructura fundacional” del patriarcado y persiste porque hay un “sistema punitivo y social que la sustenta” y que se vale de los relatos y representaciones para establecer un mecanismo de “vigilancia y castigo” de las mujeres que se salen de los límites marcados. Es decir, el miedo a salir a la calle se fomenta por medio de imágenes e historias que tienen como finalidad que las mujeres no transiten libremente por la calle y se les dice que en caso de que lo hagan recibirán su castigo en forma de agresión. Barjola considera, además, que “las representaciones sobre el peligro sexual (esos relatos) son en sí mismas violencia sexual”.

Disciplina del terror sexual y medios

La novedad que aporta esta investigadora es la conceptualización de algunos elementos este sistema de opresión. Así, inspirándose en Foucault, y su definición de disciplinas como “métodos de control minucioso del cuerpo que lo someten a una sujeción constante de sus fuerzas y lo hacen dócil o útil”, Barjola establece el concepto de disciplina del terror sexual. Para ello se basa en los relatos sobre la violencia sexual que difunden los medios de comunicación en sus distintos formatos y que inducen en las mujeres pautas de comportamiento basadas en el autocontrol y el autodominio, “saberes que nos sujetan y que son profundamente machistas”, enfatiza.

Estas representaciones del peligro sexual sirven para aleccionar, castigar o coaccionar a las mujeres, a través de un “patrón de vigilancia social, que indica a las mujeres qué limites traspasar o no, y cómo comportarse”. Las narrativas (relatos) están construidas sobre dos bases: la primera, la culpabilidad de las mujeres, a las que se responsabilizará de la agresión; y la segunda, la excepcionalidad de los relatos (como episodios esporádicos), lo que irresponsabiliza al conjunto social de la violencia machista.

En la excepción se apoya precisamente un segundo concepto que plantea Barjola: el de microfísica sexista del poder, también inspirado en Foucault y su microfísica del poder. Tal concepto alude a un “mecanismo de divulgación y ocultación” que hace que la disciplina del terror sexual sea efectiva. No obstante, el propio concepto de microfísica sexista del poder, al desvelar esta dinámica del poder “que hace del relato sobre el peligro sexual un mecanismo eficaz, escurridizo y complicado de asir”, contribuye a responsabilizar a la sociedad de lo que la figura de la excepción le permite desvincularse.

La violencia como suceso y entretenimiento

La “excepción” presenta dos tendencias: a presentar la violencia sexista como suceso o como entretenimiento. Ambas disuelven la categoría de violencia machista, ya que un suceso se entiende como algo ocasional y por tanto ignora que exista una relación y una base ideológica detrás de todos los episodios a los que continuamente asistimos.

A la vez que esa disolución se produce, “las representaciones del peligro sexual se incorporan paulatinamente al cuerpo de las mujeres”. Barjola presenta la idea de “los cuerpos como territorio sobre el que se imprimen los límites y normativas sociales” que impone el patriarcado. Alude aquí nuevamente a Foucault y sus geografías corporales, según las cuales “territorio es una noción geográfica, pero es en primer lugar una noción jurídico-política”, lo que sugiere que se encuentra “controlado por un cierto poder”.

De acuerdo a esta idea, las agresiones sexuales “son corporales y se imprimen en el cuerpo de las mujeres”. Para Barjola, “no hay lugares objetivamente peligrosos fuera de los cuerpos”. Sin embargo, el cuerpo de las mujeres se va a identificar con lugares donde se haya producido o pueda producirse violencia sexual. Testimonios que distintas mujeres han ofrecido a esta investigadora indican que encontrándose en un lugar donde no había nada objetivo que les hiciera sentir miedo -si bien se trataba de zonas desurbanizadas o deshabitadas- se notaban incómodas y amenazadas “al entrar en contacto con la disciplina del terror sexual”.

Contrarrepresentaciones

La investigadora santurtziarra, que desentrañó las narrativas relacionadas con los crímenes de Alcasser en una investigación exhaustiva, entiende que no podemos confiar en el sistema de representaciones machista, por lo que anima a que produzcamos contrarrepresentaciones y da para ello algunas pistas:

  • Propone generar una contrarrepresentación en forma de política pública o seguridad ciudadana que vigile al agresor con orden de alejamiento para que “el libre tránsito sea para las mujeres y no para los agresores”.
  • También con ayuda de las “compañeras feministas que están en las instituciones” propone llenar el espacio público de monolitos que recuerden a las mujeres asesinadas para “que sea imposible al conjunto social ignorar el feminicidio”.
  • Otra idea consistiría en resignificar el lenguaje, “sacar de la ocultación retórica la violencia machista”. Explica que los relatos sobre peligro sexual nos hablan de mujeres desaparecidas, cuando “las mujeres no desaparecemos, somos forzadas a desaparecer”. El concepto de desaparición forzada define la desaparición en los regímenes autoritarios. De ese tipo son, a su juicio, las ocurridas dentro del régimen político sexista.
  • Como contrarrepresentación, Barjola alaba el papel de Las Farrukas en las fiestas de San Fermín, un acontecimiento de proyección internacional, donde ellas extiendieron una pancarta llamando a la autodefensa feminista en un “territorio masculinizado”.
  • En cuanto al papel de los hombres, cree que su discurso debería ser algo así como lo que sigue: “Tenemos que dejar de torturar sexualmente y de asesinar a las mujeres. Tenemos que dejar de acosarlas cuando salen a correr, de perseguirlas por las calles, de abusar de nuestras compañeras y amigas, y tenemos que dejar de ejercer nuestros privilegios”. Si las mujeres coincidimos en la posibilidad de ser asesinables y violables, los hombres comparten la condición de agresores y violadores.

Como conclusión, Barjola entiende que “la función del conjunto social frente a la violencia machista es la de generar discursos que permitan que las mujeres podamos vivir nuestra vida libremente”.

Utzi erantzuna