Manana Avazashvili, compases de sabiduría y sensibilidad

La georgiana afincada en Gasteiz Manana Avazashvili (1940, Tbilisi) imparte clases de música en la academia Georgika. Llegó aquí hace 20 años reclamada por su hija, que ya estaba establecida en Euskal Herria. Atrás dejó una larga y fructífera carrera como pianista y pedagoga. Es doctora en Pedagogía y Musicología y fundó la primera Cátedra de Preparación Pedagógica Musical en toda la antigua Unión Soviética.

Reconoce que no fue fácil emigrar a esa edad, pero las convulsas crisis y la dureza de las situaciones que vivió en su país de origen le imprimieron carácter y aumentaron su sabiduría y capacidad de adaptación. Todo ello le ha permitido también encarar el reciente confinamiento por el coronavirus con serenidad. Y aunque asegura que “ningún método digital puede sustituir a la relación que se establece entre alumnado y profesorado”, también reconoce que “las clases virtuales han permitido que niñas y niños no pierdan el trabajo realizado, no olviden las obras, y mantengan el contacto con el instrumento musical

-¿Imaginas un futuro educativo exclusivamente on-line?

-Es muy complicado transmitir a niños y niñas desde edades muy tempranas el saber de la música. Primero hay que comprender a cada cada alumno y alumna, con sus capacidades musicales y mentales. En esa complejidad entran en juego infinidad de matices pertenecientes a distintas disciplinas como la psicología, la pedagogía musical en este caso, o incluso el amor, paciencia, escucha, receptividad, miradas, sonrisas… y esto es difícil de manejar en la enseñanza on-line. Es más, la enseñanza on-line aleja al alumnado del docente. Es interesante para mantener un contacto mínimo, pero como algo muy provisional.

-¿Has sido una profesora estricta?

-Hace un tiempo, mi hija me dijo que siempre había sido muy estricta con mis alumnos, pero que ahora me veía como una “abuela de alumnos”. Sí, es verdad, he sido muy exigente para que mis alumnas y alumnos no echaran su vida a perder estudiando música. Dedicar toda una juventud hasta llegar al Conservatorio Superior y luego quedarse a las puertas de la profesionalidad, eso era una tragedia, al menos en Rusia. La música rusa alcanzó fama mundial, en gran parte debido a una rigurosa disciplina. Nadie vive bien de la música. Exige mucho esfuerzo, tienes que sacrificar muchas cosas… tiene que apasionarte si quieres ser feliz con esta profesión.

“Entendiendo a la alumna y al alumno como un individuo. Mi relación con ellos es mi obra”

-¿Cómo consigues motivar para que una alumna saque lo mejor de sí misma?

-Entendiendo a la alumna y al alumno como un individuo. Mi relación con ellos es mi obra. Si mi trato es superficial, y cuando se marcha respiro aliviada, he hecho un mal trabajo. No puedes ser un robot, estás con un ser humano, tienes que implicarte. No hay más misterio. Estar e intentar entender al alumno. Trato de contagiarles cómo vivo yo la música, cómo toco, como escucho, como estudio. Y ahora, con mis ojos de abuela, comprendo de otra manera. Ahora sé que no puedes pedir a todas las personas igual. Y muchas veces una persona que no puede mucho y consigue algo, te da más alegría que otra con talento.

-¿Cómo recibiste la petición de tu hija de venir a Vitoria a ayudarla en 2001?

-Mi hija Eliso ya llevaba aquí 8 años cuando yo llegué. Vino con una gira y se quedó en Vitoria. Pero es curioso, cuando yo tenía 5 ó 6 años mi abuelo materno, jurista, abogado, persona muy inquieta y de horizontes e intereses muy amplios, me habló más de una vez del País Vasco, y me decía que era un lugar que tenía mucho que ver con Georgia. A mí me gustaba mucho escucharle, pero no comprendía bien por aquel entonces qué significaba “parecido”, o “en común”.

Cuando mi hija me comunicó que iba a vivir en Vitoria, en el País Vasco, pensé, ¡Dios mío, la vida teje hilos invisibles de mi pasado con mi futuro! Mi abuelo me habló de este lugar cuando era niña, y ahora voy a vivir aquí. ¡Es como si hubiera adivinado que podía pasar! Y lo que yo me preguntaba cuando vine aquí era a dónde voy, qué significa vivir en otro lugar, qué espero encontrar. Entonces empecé a reflexionar sobre cómo vives en tu país, cómo te integras en otro lugar… Así que llegué a Vitoria con los ojos abiertos, deseaba ver, conocer, sentir, y di las gracias a la vida por poder ver cosas nuevas.

Por otro lado, los primeros días en un lugar nuevo no son fáciles y mi llegada a Vitoria fue un tanto inquietante. Llegué en septiembre de 2001, y a los pocos días sucedieron los escenarios internacionales en torno al 11-S en Nueva York, y en Vitoria explotó una bomba de ETA en los juzgados de Vitoria. Yo vivía enfrente. Sentí inseguridad y preocupación. Y es que la vida constantemente nos pone retos para superar.

Llegué por tanto con 60 años. No fue fácil, pero me quedo con lo positivo: conocí un nuevo ambiente y nueva gente. Y pregunté dentro de mí qué tenía que hacer yo para sentirme con el derecho a vivir en un país nuevo, que era mi nuevo hogar. Tus orígenes también se quedan contigo, y nunca se pierden. Con sentimientos ambiguos, decides no sentirte víctima de la vida.

El confinamiento

-El reciente confinamiento, ¿es tu primera experiencia de cuarentena, de estado de alarma o excepción?

-No. Nací en 1940 y meses más tarde Hitler atacaba la URSS, involucrándonos así en la II Guerra Mundial. En el territorio de Georgia no había guerra, pero tuvo repercusión. No pasamos hambre ni desgracias, pero vivimos encerradas durante un tiempo. Mi padre era matemático y mi madre pianista y profesora de música. Mi infancia se centró en el piano. Con las ventanas cerradas, las luces apagadas, y con dificultades, recuerdo que tocaba con mi madre el piano a cuatro manos. Estábamos aisladas en casa, pero sonaba la música.

Más tarde en los años 80-90 se produjo el desmoronamiento de la Unión Soviética. Nos quedamos sin luz, sin gas, sin agua… Fue un drama, hubo muchos sucesos trágicos, pero sobrevivimos sin dejar de trabajar, pensar, valorar la realidad y bromear.

-Con cinco años de edad comenzaste a tocar el piano con la célebre música pedagoga Wanda Shiukashvili. En el aprendizaje de la música, una de las tareas más complicadas es conseguir que niñas y niños ensayen. ¿Cómo transcurrió tu proceso formativo?

-Mi madre me exigía constantemente, y yo, como la mayoría de niñas y niños, quería tocar pero no ensayar, es normal. Yo pensaba en jugar y explorar, no en una tarea repetitiva. He tenido dos profesoras, de las mejores, Wanda Shiukashvili y mi madre.

“Hay que saber que dedicarse profesionalmente a la música es uno de los caminos más largos y más difíciles”

-Consta en tu currículum que fuiste a un colegio para niñas y niños superdotados.

-No me gusta la palabra superdotada, porque abarca niveles distintos, desde la genialidad hasta tener unas capacidades estándar que destacan en algún aspecto, pero en aquel momento, en la Educación Básica del conservatorio, existía un área denominada así, escuela de superdotados, niños y niñas que tenían capacidades destacadas. La responsabilidad era no perderles de vista. Pero en general, desde los primeros pasos en el aprendizaje de la música, todos los niños y niñas necesitan buenos profesores y buena enseñanza. De lo contrario, para los 16-17 años, no podía tener una vida profesional con oportunidades. Hay que saber que dedicarse profesionalmente a la música es uno de los caminos más largos y difíciles. Cuando eliges tu profesión, eliges un tipo de vida, eliges tu vida. Eso lo tiene que saber cada persona que está eligiendo. Y en la música eso es una dedicación total. Me he dedicado profesionalmente a la música toda la vida y he visto muchas tragedias en este camino. La escuela rusa era muy exigente. Por el camino se quedaban muchas personas, exigía mucho sacrificio, aparte de talento. También es muy importante la ilusión, voluntad, y rasgos personales…

-¿Cuales fueron los siguientes pasos tras finalizar tu formación en la escuela básica del conservatorio?

-Tras finalizar el Conservatorio Superior de Tbisili me trasladé al Conservatorio de Moscú. Cuando llegué mi profesor de piano me dijo: “Para vivir en Moscú como pianista hay que tener una salud excelente”. Y yo pensé: “¿Por qué me habla sobre salud? Habrá que tener talento y trabajar, ¿pero salud?…” Y cuando llegó el invierno y estábamos con temperaturas constantes bajo cero, yo entendí qué quería decir: Veía el sol radiante tras la ventana, pero en la calle costaba respirar del frío que hacía.

-¿Nunca te desanimó la disciplina?

-Empiezas este camino con la idea de ser intérprete, una pianista maravillosa, y sin esta idea nadie aguanta este camino difícil hasta formarse. Y después llegas a un momento en el que hay muchos condicionantes para poder vivir como concertista: salud, vida cotidiana, relaciones familiares y muchas cosas más… Cuando empecé a estudiar en el conservatorio superior, el Gobierno comunista decretó que todos los jóvenes teníamos que empezar a trabajar desde los 19 años.

Esto fue una tragedia para muchos estudiantes. Para una aspirante a intérprete, para una médica, o tantos otros estudios exigentes, era muy difícil trabajar mientras estudiabas.

Ante este problema, muchos estudiantes buscaban certificaciones como trabajadores dados de alta en fábricas para poder seguir estudiando. Pero mi madre no quería que mi vida profesional comenzara basada en mentiras, no quería trampas en mi trayectoria profesional. Y me sugirió la idea de empezar con una alumna. Fue mi primera experiencia como profesora. Y yo le dije: “¿Pero qué le voy a enseñar a una alumna de 7 años? Y ella me dijo: “Ella tiene talento y quiere estudiar, y tú le enseñarás lo que sabes. Busca cómo guiar los primeros pasos de la joven pianista”. Y más tarde ése sería el motivo de mi primera tesis doctoral. Quiero observar con esto que los padres tienen una función de orientación en la vida de sus hijas e hijos, en todo lo suyo. Mi madre me llevó por buen camino. Y con aquella experiencia me enamoré del trabajo de profesora de música para siempre.

“El único manual que pueda valer año tras año, década tras década, es tu experiencia y trabajo personal”

-Eres doctora en Musicología y Pedagogía de la Música, ¿qué investigaste en tu tesis?

-Sí, en mi más temprana vida profesional descubrí los dos problemas más complejos que más tarde serían objeto de mis 2 tesis doctorales: 1) Primeros pasos de la juventud pianista: repertorio, tareas, método; Y qué significa ser profesora desde los primeros pasos del joven músico; 2) Formación pedagógica del profesorado de música en el conservatorio superior.

Posteriormente, y con 20 años de investigaciones, escribí con mi vieja máquina un libro-manual que tenía dos partes: Repertorio y práctica (para alumnado), texto metódico y cuaderno para niños y niñas, con pentagramas vacíos para que ellos mismos explorasen, y escribiesen con sus propias manos, para el aprendizaje de la lectura del lenguaje musical. Este libro se publicó dos veces, creo que en 1972 y luego en 1979, y estaba en todas las escuelas de música de la URSS… Y cuando pasaron unos años, yo misma ya no usaba mi libro. Lo escribí con toda mi alma y todos mis conocimientos. Ha sido un texto que ayudó a jóvenes, y puede que hasta hoy esté siendo utilizado… Pero a mí se me quedó desfasado, porque descubrí que ningún manual, ningún texto único puede ser provechoso para todos y para cada alumno y para cada profesora. Tienes que saber “todo”, pero con cada alumno o alumna y en cada situación saber elegir lo necesario para esa persona en concreto. El único manual que pueda valer año tras año, década tras década, es tu experiencia y trabajo personal.

Entonces aquí había una contradicción y un déficit preocupante: Hasta terminar el conservatorio superior nadie quería ser profesora, pero luego nada más acabar, el 99% buscaba dar clases de música. Y esta persona no se formaba como pedagoga en ningún momento en su plan de estudios. Por ello pensé que un nivel superior de estudios exigía disciplinas teóricas y prácticas para la enseñanza de la música. A eso dediqué mi segundo doctorado y mi práctica en conservatorio superior de Tbilisi y Moscú.

“En nuestras sociedades hay personas con perfiles de todo tipo: unas tienen que luchar, otras tienen que cumplir y otras tienen que mantener la esperanza… Así vive el mundo”

-En 1977 creas una cátedra de preparación pedagógica de la música. ¿Cómo fue esa experiencia?

-Fue una pesadilla. Una gran lucha profesional e ideológica. Unas colegas me apoyaban y otras no, estaban en contra… Todavía hoy esta lucha no está terminada. Después de la caída de la URSS, muchos se marcharon a otros países y otras seguimos “peleando” en nuestras ciudades. En Tbilisi, nuestro conservatorio es un edificio enorme, un palacio, que se quedó sin luz y calefacción. Enseñábamos con velas, y así trabajábamos. Pero teníamos mucha ilusión: Íbamos a casa sin transporte, 4 horas de ida y vuelta. Dábamos clase con guantes y abrigos… No hemos engañado a nadie, hemos trabajado con lo que teníamos, dándolo todo, y sin enfadarnos, sin agresividad. En nuestras sociedades hay personas con perfiles de todo tipo: unas tienen que luchar, otras tienen que cumplir y otras tienen que mantener la esperanza… Así vive el mundo.

En aquella época trabajaba, tenía muchas responsabilidades y mucha presión, pero trataba de hacerlo con una actitud positiva. Daba conferencias, cursos, clases magistrales… en Moscú, San Petersburgo, Kiev, Novosibirsk y etc.

Mi padre me daba consejos para que no me agobiase: piensa en el final, todo se terminará, centra tu atención en el objetivo, y en la satisfacción que sentirás cuando todo esté realizado y bien hecho. Y, sabes, es maravilloso… El secreto es no perderse en las tareas de cada día, saber elegir lo que tengo que hacer hoy, que es lo primero. El truco era entonces, focalizarte, trabajar e ir directamente a esa sensación que tendrás con lo conseguido cuando todo termine. Anticipar esa sensación no es fácil, pero funciona…

“Hay que luchar mucho para conseguir las cosas como tú las piensas y quieres hacer, pero no sentí una dificultad mayor por ser mujer”

-En medio de todas esas actividades públicas y políticas, ¿sufriste momentos de discriminación por el hecho de ser mujer?

-Nunca me he sentido rechazada por ser mujer, o ser joven en aquella época. Vivía lo que hacía, tenía 26 años, no pensaba mucho. Tenía pasión y contagiaba a la gente con el amor, la ilusión, y los valores verdaderos del arte y de la música. Lo daba todo y me reconocían. Tengo que reconocer que fui bastante mayor cuando entendí que había maldad fuera de las historias y las novelas que leía. Sí, es duro, hay que luchar mucho para conseguir las cosas como tú las piensas y quieres hacer, pero no sentí una dificultad mayor por ser mujer.

“Soy flexible, prefiero seducir”

-Sin embargo, en tu entorno, en aquella época, ¿no había discriminación hacia las mujeres?

-En mi familia no había discriminación. Puede ser que en los pueblos, en sitios pequeños sí, pero en mi entorno yo no veía discriminación. Por ser mujer y pensar como yo quería no me sentí rechazada. En el trabajo encontré gente que pensaba como yo y gente que pensaba lo contrario. Pero eso es normal.

Es verdad que la vida de las mujeres es más difícil, porque muchas cosas dependen de ella: familia, trabajo, hijas, vida profesional. Si tu pareja te entiende y no es egoísta, todo es más fácil, pero si no es así tienes que defenderte para no llevar tanta carga. Creo que ante estos problemas hay distintas maneras de reaccionar. Y mi manera es analizando y reflexionando para cambiar mi entorno cercano con mucho amor. No soy combativa en este sentido, soy flexible, prefiero seducir mi entorno, contagiar, tú tienes pasión y luchas. Cuando ocupé cargos de responsabilidad, hubo quienes querían arrebatar mi puesto. Pero también hubo quienes creyeron en mí, me apoyaron, e hicieron el camino conmigo… y te unes a esa gente.

He aprendido, que muchas cosas se arreglan a tu alrededor si arreglas tu “casa” interior: estudiándote a ti misma, preguntándote qué quieres, por qué quieres eso, qué puedes hacer, a qué tienes derecho, qué quieres ofrecer a la gente… Muchas veces no profundizamos sobre qué queremos de nosotras mismas: ¿Puestos, dinero, poder?, ¿Cómo queremos que nos vean? Es muy complicado. Vivir en paz contigo misma, y vivir de manera interesante, y que tus proyectos se reconozcan, que te entiendan, eso es arte y ciencia de vida.

Vivir en paz contigo misma, y vivir de manera interesante, y que tus proyectos se reconozcan, que te entiendan, eso es arte y ciencia de vida

-Actualmente, ¿hay machismo en ese mundo profesional de la música?

-Mi profesora decía: “Odio cuando se habla de pianismo femenino y masculino. Sólo hay pianismo, música, talento”. La música no tiene sexo. Tanto mujeres como hombres hacen pianismo. Puede ser que en ese camino de dura disciplina se hayan quedado más mujeres sin llegar al final. Somos iguales como seres humanos, somos distintas personas, sentimos distinto, vemos las cosas distintas. A nadie se nos debería echar atrás por ello. Pero que esto sea así es un proceso lento, supone un cambio de conciencia lenta. Lo que está claro es que las mujeres no podemos dejar nuestra profesión y proyectos. Por otro lado, nadie tiene derecho a estar en un nivel o puesto sin trabajar y sin valer. Es un arte, es sabiduría, saber lo que depende de ti, y no meterte en lo que no depende de ti. Pero no se puede dividir el mundo entre hombres y mujeres.

“Tener amistades es más difícil que enamorarse”

-¿Qué significa la amistad para ti?

-A estas alturas de la vida puedo decir que la amistad ha sido complicada para mí. Tener 2 ó 3 amigos es una gran suerte. Conocidos, relacionarte con gente, eso es más fácil, pero tener amistades de verdad es más difícil que enamorarse y encontrar pareja. En la infancia, las relaciones pertenecen a un plano inconsciente, y la adolescencia es muy turbulenta. Después, en la etapa del conservatorio superior, viví la mejor etapa de mi vida. Tuve amistades de verdad, relaciones agradables, en las que supe elegir… Por otro lado, la vida del músico profesional es individual, solitaria, abierta a la gente, pero individualista. Este aspecto no depende sólo de la profesión, sino también de tu carácter.

-La música ha sido un recurso fundamental durante el confinamiento para expresarse, desconectar, hacer gimnasia, encontrarnos con nuestras vecinas y vecinos en esas ventanas y balcones… ¿Qué análisis haces de todo ello?

-La Música es un lenguaje universal, sin traducción, se presenta en nuestra vida diaria y en momentos como los actuales: se ve que hay interés y ganas de aprender, tocar, cantar, compartir, sentir, descubrir que eres capaz de hacerlo… a tu ritmo, sin complejos… Y resulta que asignaturas escolares menos apreciadas como la música, gimnasia, lectura… ahora emergen y recobran importancia. Porque la música, la lectura, nos ha ayudado a mantener la ilusión en estos días. Leer es el mejor viaje virtual, mental y emocional. Es interesante conocer elementalmente el lenguaje musical, cantando, tocando algún instrumento, ser amateur. Hubo destacados musicólogos, a mediados de los años 50 del siglo pasado, que auguraban que la música clásica moriría y la ópera también… En aquel momento, la cultura musical estaba centrada en niveles sociales con alto poder adquisitivo, y esas clases sociales empezaron a tambalearse. Para llenar las salas de concierto se necesita dinero disponible, tiempo libre y educación musical. He vivido casi un siglo y la música no muere y la opera tampoco. Gracias a Dios, los pesimistas se fueron con el siglo pasado.

“También hay música maravillosa actual. Entonces, calla, no juzgues, escucha, porque si algo da vida a las personas, tiene derecho a vivir”

-¿Quienes son tus artistas referentes?

-Esa es la pregunta más difícil para una música profesional, y va cambiando en cada época, incluso hay momentos en los que sólo quiero silencio, busco el exilio. Pero, sí, ahí están las grabaciones de Michelangelli con su exquisitez en Domenico Scarlatti, Glenn Gould con obras de Bach, Annie Fischer, S. Richter, Gilels, Rubinschtein… Por un lado te entusiasma escucharlo, y piensas: ¡Que naturalidad, yo también puedo hacerlo!… Y, si tenías un mal día, tu vida vuelve a ser maravillosa, y en otros momentos piensas: ¡Dios mío, cómo puedo yo ser música habiendo profesionales como estos! En todas las etapas de tu vida no te gusta lo mismo, pero sí hay nombres para siempre… Ahora los niños y niñas te traen a clase música nueva que les gusta, y me cuesta entenderla, pero si la escuchas sin prejuicios y buscas qué lleva esa música que tanto les gusta, descubres que también hay música maravillosa en lo actual. Entonces, calla, no juzgues, escucha, porque si algo da vida a las personas, tiene derecho a vivir. También tengo que decir que hay “músicos” horribles que no transmiten valores que ayuden a vivir, abruman, narcotizan, no dan fuerzas. Pasa lo mismo con la literatura, el cine, etc. El arte tiene que ayudar a encontrar qué es la vida y para qué merece la pena vivir.

-¿Has compuesto alguna obra musical?

-No. Para eso hay un talento especial. O lo tienes o no lo tienes. Pero en el mundo de la música como estructura, como sistema, todo está interrelacionado. En primer lugar, existe la composición y en un nivel similar la improvisación, aunque ambas sean cosas distintas. Sin la creatividad de estas dos, no existe la música. Visión y vida interior llevan a la composición/improvisación. En el siguiente nivel está la interpretación, los intérpretes, no crean sus composiciones, pero algunos tocan mejor que los mismos compositores. A continuación estaría el nivel educativo en la música, el profesorado. No podemos olvidar que a lo largo de la historia, los mejores músicos se ganaban la vida dando clases particulares, escribían obras para sus alumnos. Finalmente, tenemos a la audiencia con distintos niveles de cultura musical. Si no hay audiencia, no funciona todo el sistema. Y, envolviendo a toda la estructura, está la musicología. Es imprescindible, porque no existe una disciplina, una experiencia, sin pensar y explorar …. Todo esto es necesario para que la música exista, y yo me siento parte de este sistema….

-Con tu trayectoria y experiencia, ¿has pensado escribir tus memorias, tu historia de vida?

-He escrito libros en georgiano y ruso, y se quedaron en las bibliotecas de muchos conservatorios. Cuando escribes un libro significa mucho para ti, pero poco a poco no te satisface, no hay un libro que pueda valer para todos los tiempos, y si vale es que no has avanzado, no has evolucionado. Si escribiera un libro giraría en torno al asunto de quién soy. Es lo que me preocupa ahora, un libro profesional no me interesa ya…. Me gustaría profundizar sobre quién soy y si encuentro respuestas significará que no he vivido en vano. Si tuve un tiempo para actuar, para pensar, para escuchar… eso es vivir plenamente.

“La crítica es cosa de la gente joven que está buscándose a sí misma. Yo a mi edad observo, escucho…”

-¿Cómo ha sido tu experiencia profesional y personal en Gasteiz?

-Georgia y el País Vasco tienen cosas en común que son importantes para mí. Como decía antes, mi abuelo me habló cuando era pequeña de este país, pero yo sólo recordaba la existencia de este lugar mencionado por mi abuelo. Cuando supe que mi hija empezaría a vivir aquí, comencé a buscar qué tenemos en común: Adoración a la música: cultura coral e instrumental; Cultura familiar, algo muy importante para mí: relación entre generaciones; Entorno natural y clima parecidos; Cultura gastronómica: Comer es un acto social y sabemos apreciar buenos vinos.

Por otro lado, soy curiosa, no chismosa, me interesa todo pero mis opiniones no tienen porque ser verdades… Llegué a Vitoria con 60 años cumplidos. La crítica es cosa de la gente joven que está buscándose a sí misma. Yo a mi edad observo, escucho…

Vitoria es para mí como mi segunda ciudad natal. Alrededor veo una ciudad preciosa, gente interesante. Lo que más me llamó la atención de la gente es que es verdadera amante de la música, tanto de su música local como del ámbito profesional, en su pasado y en su presente. Ahora hay muchas personas jóvenes y adultas profesionales que se dedican y viven la música, y no solo viven de ella.

-Eres lectora. ¿Qué género prefieres?

-Otra pregunta de respuesta complicada. Para los 16-17 años de edad, ya conocía casi toda la literatura europea, leía muchísimo. Creo que eso es fundamental para ser una persona culta. Leo en georgiano, ruso, inglés y ahora, sobre todo, en castellano. Tengo también períodos “sin libro”, quiero silencio. Y hay otras temporadas que puedo tragarme un tocho de 500 páginas en dos días… Depende.

-¿Qué planes tienes para el futuro?

-No hay edad sin tareas por hacer y sin sueños por cumplir … Muchos.