Lucía Nieto Socióloga e investigadora 
«Las cárceles como castigo comenzaron con el encierro de las mujeres»

Las cárceles de mujeres, en sus orígenes, se diferenciaban de las de los varones en que eran establecimientos de encierro permanente cuyo propósito se ceñía a corregir las desviaciones de conducta, mientras que para los varones suponían un lugar de paso hacia otras formas de enmendar el daño causado. Para la socióloga Lucía Nieto, quien ha investigado la situación de las mujeres encarceladas en los llamados Módulos de Respeto, aquel propósito inicial moralizante de las prisiones femeninas se mantiene bajo nuevas formas. Recientemente presentó en la librería feminista ‘Libreramente’ de Barakaldo su trabajo ‘Mujeres encarceladas. Los Módulos de Respeto en Euskal Herria’.

-¿Qué te llevó a centrar tu investigación en este tema?

-Cuando hice Sociologia, el trabajo final fue sobre cárceles de mujeres. Posteriormente, cursé el Máster de Estudios Feministas y de Género en la Universidad del País Vasco. Hay pocos estudios centrados en las prisiones y en las mujeres y, como parte del movimiento feminista, quería poner el foco en los colectivos más discriminados, cuya situación desconocemos desde todos los aspectos, también el académico.

-¿Qué tratamiento o medidas específicas ofrecen las cárceles a las mujeres?

-Los Módulos de Respeto se promueven para mujeres como si fueran medidas de igualdad de género que se aplican en las cárceles y, cuando te pones a analizarlos, ves que, en vez de promover la igualdad, acentúan los roles de género. Desde la ley de igualdad de 2007 se ha hecho un programa de acciones con enfoque de género pero no se han visto resultados.

“Las presas han sido socializadas como mujeres, como responsables del cuidado afectivo, y el desapego les perjudica”

-Tu investigación resalta que hay un reducido número de reclusas, un 8% de la población penitenciaria, aunque esa cifra sobrepasa la media de otros países europeos, y sostiene que el propio hecho de ser minoría les añade desventajas como la de tener que permanecer más lejos de casa.

-Sí, en el Estado sólo hay tres cárceles de mujeres, el resto son de hombres con módulos femeninos. Muchas están muy lejos de las familias y eso les crea desarraigo. Han sido socializadas como mujeres, como responsables del cuidado afectivo y familiar, y el desapego les perjudica. Les produce sentimientos de culpa y depresión más acentuados que a los hombres.

Normativa muy estricta

-¿Qué son los Módulos de Respeto?

-No se conoce muy bien cómo funcionan y no están pensados para las reclusas. Cuando se diseñaron, no aparece la palabra mujer más que en cuatro frases. Empezaron en 2005 y en 2012 el 42% de presas ya estaba en Módulos de Respeto. Se supone que son voluntarios pero, si en la prisión solo hay un módulo de mujeres y ese módulo es de respeto, ya no pueden elegir. La prueba la tenemos aquí. En Euskal Herria hay 4 módulos de mujeres, tres de ellos de respeto. Estos módulos tienen una normativa muy estricta, que va mas allá de lo que se aplica en los ordinarios. Hay una profesora de la Universidad de Navarra, Paz Francés, que pone en duda su legalidad porque supone un castigo punitivo paralelo a la privación de libertad y esto vulneraría el artículo 25.2 de la Constitución.

“Se hace mucho hincapié en las normas y eso les genera situaciones de estrés”

-¿En qué se diferencian de los módulos ordinarios?

-Tiene una normativa más estricta y se basa en el control informal y en la organización en grupos para tareas de limpieza, limpieza excesiva, señalado también por el Comité Europeo para la prevención de la tortura y los tratos inhumanos. Las presas están en grupos de trabajo y todos los días hacen asamblea y cada grupo semanalmente se encarga de una tarea de la prisión. Funcionan por negativos. Por ejemplo, si una mujer no hace la tarea diaria, se encuentra sentada en la celda a la hora del recuento, no saluda con educación, si viste con ropa demasiado corta, demasiado sucia, si tiene una camiseta de más en el armario, o si  interrumpe a una funcionaria , se le pone un negativo. Esto afecta al grupo porque aquél que acumule más negativos hará la peor tarea la semana siguiente. Funcionan por presión de grupo.

-Todo parecen desventajas. ¿Cuál es el objetivo y el beneficio de permanecer en ellos?

-Según Instituciones Penitenciarias, se trata de crear roles sociales lo más parecidos a la vida real. El problema, especialmente de las mujeres, es que eso no es así. Se hace mucho hincapié en las normas y eso les genera situaciones de estrés. Por ejemplo, en los módulos de mujeres, que ya son limpios, se les exige limpieza extrema: ni una gota en el lavabo, ninguna arruga en la sábana.  La ventaja es que pueden tener un vis a vis extra o salir el fin de semana un poco más temprano o acceder antes al tercer grado. Además, son más tranquilos, no hay peleas porque una de las normas que tienen es delatar a quien no hace la tarea o falta al respeto. Todas son vigilantes de todas. Hay menos funcionarias. Es la estrategia neoliberal de responsabilizarnos a las personas de lo que deberían hacer las instituciones. Cuando ofrecen trabajo, las tienen a ellas como mejores, aunque la oferta laboral es muy escasa y menor para las mujeres que para los hombres. Ellas mismas hablan del módulo ordinario como conflictivo y, no es así, es un módulo normal.

-¿Por qué ellas lo ven así?

-La Criminología lo llama la criminologia del yo y del otro. Se comparan con las otras. Es la idea de otredad de Simone de Beauvoir: las otras son las delincuentes y nosotras las que hemos cometido un error. Se crea un enfrentamiento que no es real.

“Las tareas que tienen encomendadas entran dentro de las normas de genero: manualidades, taller de costura, cajitas…”

-¿Lo fomenta la institución o es una estrategia de supervivencia?

-En las prisiones donde hay Módulos de Respeto, suelen desviar a ellos actividades recreativas y culturales de los módulos ordinarios. A la prisión le viene bien que los Módulos de Respeto parezcan mejores.

Despojo del yo

-Resultado de la presión y la elevada exigencia en los Módulos de Respeto aparecen lo que denominas la estrategia de la redomesticidad y el despojo del yo.

-Recojo el trabajo de autoras que han investigado estas cuestiones. En concreto, Ana Ballesteros y Paz Francés, que han investigado los Módulos de Respeto. La estrategia de redomesticidad se refiere a que las tareas que tienen encomendadas entran dentro de las normas de género: manualidades, taller de costura, cajitas… En definitiva, trabajo doméstico, privado, interno. Por otra parte, al no haber un modelo de conducta concreto, porque lo que está bien o mal depende mucho de la subjetividad de la funcionaria de turno, no saben qué puede hacer o qué no. Se pasan el día preguntado, porque el miedo a que les pongan un negativo les genera inseguridad y sumisión, pues tener tres negativos las lleva al módulo ordinario como ‘castigo’, cuando ese módulo es normal. El no poder tomar ni decisiones mínimas por sí mismas las infantiliza. Además, se le da una importancia desmesurada a la limpieza como forma de que sean sumisas y productivas. Tienen un montón de normas absurdas y una rutina muy marcada, los domingos se levantan a las siete de la mañana aunque no tengan tarea, no pueden adornar la celda con una foto fuera del lugar estabecido. Todo eso les quita la personalidad y las hace homogéneas. Eso sería el despojo del yo.

-Has entrevistado a mujeres que estaban fuera de esos módulos para tu trabajo. ¿Qué te ha parecido lo más destacable de sus relatos?

-Han sido entrevistas muy largas y sólo he tomado una parte pequeña para el trabajo. A todas las marca la prisión para toda la vida. Dentro, generan estrategias de resistencia y supervivencia, haciendo deporte, teatro… Y fuera hay de todo. Por ejemplo, una mujer me decía que su hijo no la hablaba por haber estado allí adentro, otra era de familia pudiente y cuando entró en prisión no querían saber nada. Al salir, necesitaba contarlo pero cuando hacía algún comentario se producía un silencio o cambiaban de tema. Hay historias muy duras. Algunas intentan suicidarse. A dos de ellas les llegaron las condenas muy tarde, ocho o diez años después y habiendo rehecho su vida tuvieron que ingresar en prisión. Una tenía condena por estafa y la otra por robo. Las dos con niñas pequeñas. Una de ellas salía los fines de semana y sus hijas creían que estaba en un internado en el extranjero. Así pasaron dos años. Y ahora que las veía los fines de semana no les contó la verdad, porque tenía culpa y vergüenza. Esto tiene que ver con la socialización de género. La antropóloga Dolores Juliano dice que las mujeres cometemos pecados, no delitos. Entonces, a las mujeres se nos tiene que corregir moralmente.

Necesidad de un cambio estructural

-Eso es precisamente para lo que surgieron las prisiones, según explicas en tu investigación. ¿Crees que ese propósito se sigue manteniendo?

-Sí, porque como no se ha hecho una mirada al encierro femenino históricamente, no se han aplicado políticas nuevas. No ha habido un cambio estructural. Por ejemplo, en los Módulos de Respeto, las mujeres siguen haciendo manualidades y los domingos pueden ir a misa. Es lo único que pueden hacer. La Iglesia sigue teniendo mucho peso ahí. En Euskal Herria, el voluntariado lo lleva la pastoral religiosa. Hay pocas asociaciones que trabajen en este campo, aunque las que hay trabajan muy bien. En Martutene las mujeres de la pastoral van a hacer ganchillo una vez a la semana.

“Quería hacer algo útil y menos abstracto, porque muchas veces nos perdemos en teorías”

-Afirmas: “Las cárceles son un horrible experimento humano”.

-Son un horrible experimento porque se crearon para limpiar las calles de personas que reflejan lo que no queremos ver como sociedad. Las cárceles como castigo comenzaron con el encierro de las mujeres. Para los hombres eran un medio para llegar al castigo, que era una multa, el destierro… Creo que las cárceles no solucionan nada, solo alejan el problema. Hay pensadoras que hablan de la abolicion de las prisiones, como Angela Davis, o asociaciones más cercanas, como Salhaketa Nafarroa, son antipunitivistas o anticarcelarias. No he llegado a profundizar mucho en el tema, pero como las cárceles van a mantenerse creo que hacen falta políticas públicas penitenciarias que se centren en la situación concreta de los encierros de las mujeres, que no se ha mirado nunca. Pienso que el movimiento feminista, ahora que está tan en auge, puede hacer presión para que esto suceda.

-El movimiento feminista está reflexionando sobre un modelo no punitivista. Quizas no todas estén de acuerdo con aplicar ideas reformistas.

-Me  parece muy bien todo lo que se haga, pero la situación actual es esta y se trata de ver qué se puede hacer de forma rápida para cambiar la situación y ese era el objetivo de mi trabajo. Se puede hacer una política pública rápida centrada en esto. Quería hacer algo útil y menos abstracto, porque muchas veces nos perdemos en teorías antipunitivistas pero, mientras tanto, ¿qué hacemos con los violadores? Queremos cambiar la ley de violencia de género y estaría mejor que existiese una ley educativa, pero mientras tanto, para que no nos asesinen, necesitamos algo más tangible. Creo que ambas reivindicaciones no son incompatibles dentro de un movimiento social que genere presión política a tantas instituciones políticas supuestamente feministas como tenemos.