La novela de una joven investigadora saca a la luz las miserias de la universidad

Mientras el MeToo de la universidad estatal resuena cada vez con más fuerza, afloran otras miserias que desmontan el mito de la institución como templo del saber y de la excelencia científica.  

Una de las últimas denuncias se ha plasmado en forma de novela. ‘Becaria en llamas’ cuenta las desventuras de la antropóloga Nerea Azkona, bilbaína de 39 años, a su paso por la carrera investigadora para la cual obtuvo una beca y que desarrolló en la propia universidad.

El relato incide en las miserables condiciones laborales de becarios y becarias pre y postdoctorales, y relata el día a día de tres jóvenes que comparten piso y, al llegar a casa, “justifican todo lo que les pasa” resignadamente. Una de ella es Auri Lizundia, álter ego de Azkona.

Es una “historia personal” pero también “muy política”, puntualiza la autora, porque “lo personal es político”, trae al caso el viejo adagio feminista. Y si bien se centra en la precariedad económica y en las abusivas exigencias a las se les somete a la juventud investigadora, toca también otros temas.

De 600 euros al mes a mileuristas

Las becarias y becarios de su generación –hace una década- recibían 600 euros al mes sin Seguridad Social. Al terminar, después de siete años de duro trabajo mal pagado, ella disfrutó de sólo ocho meses de paro. Ahora han mejorado algo las cosas y llegan a mileuristas, lo que “en un bar, sería ilegal”, resalta la escritora.

Hablamos de jóvenes que “dan mil vueltas a los viejos dinosaurios” en conocimientos informáticos, idiomas, creatividad y demás, y que son sus esclavos y esclavas porque “de su firma depende que se renueve la beca” u otras ventajas.

“El abuso de poder está muy normalizado. Es un sistema patriarcal, medieval, elitista y clasista”

“El abuso de poder está muy normalizado –rubrica Azkona-. Es un sistema patriarcal, medieval, elitista y clasista. Hay acoso sexual porque la mayoría de personas con poder son hombres mayores y es el caldo de cultivo perfecto para que ocurra”, señala. Ese es otro de los asuntos centrales de la novela.

El acceso a las plazas de docente también está amañado en muchas ocasiones, según cuenta. A las concesiones de plaza les suceden miles de recursos que para cuando se resuelven son tiempo y oportunidades perdidas para quienes quedaron en el camino.

En realidad, lo que cuenta Azkona va saliendo a cuentagotas pero ella ha compuesto un tapiz con todas las corruptelas y para hacerlo digerible lo ha novelado, ya que este género permite también el humor. Negro, por supuesto.

En el piso de estudiantes compartido se comentan los atropellos sufridos y, ante la pasividad de las víctimas, que experimentan una especie de síndrome de Estocolmo, los objetos de su investigación “toman medidas para salvarlas porque se dan cuenta de que el sistema va a destrozarlas”.

Así acabó Nerea Azkona, precisamente, hecha polvo. “Me doctoré un 4 de octubre y el 31 estaba en la calle. Después de cuatro años de gastar dinero público para especializarme en algo muy, muy concreto, se acabó la beca y hasta luego”.

Se podría suponer que es normal que esto suceda. Termina la investigación y a otra cosa. Esta antropóloga, sin embargo, opina todo lo contrario. Después de invertir dinero público y tantos años en la vida de una persona lo lógico es que continúe su actividad laboral como investigadora en la institución académica, dado que las ayudas públicas le orientan también hacia esa actividad.

‘Burbuja’ académica

En su caso, dice, hubo otros factores que propiciaron su salida de la universidad. Tras la crisis de 2007, no sólo se produjo el estallido de la burbuja del ladrillo, sino también la de personal investigador en la universidad. No había plazas para absorber la demanda.

Arrojó la toalla y desistió de seguir luchando. Podía haberlo hecho pero ya estaba prácticamente sin energías y quiso encontrar algo que le permitiese trabajar en mejores condiciones.

Además, estaba tocada moral, física y emocionalmente. Ha necesitado diez años y un largo proceso de duelo para digerir esa experiencia. Lo que sucedió a continuación tampoco fue de gran ayuda. No tuvo mucho éxito en la empresa privada, la administración o el tercer sector, porque su perfil era “demasiado académico”.

Actualmente sigue investigando y ejerce como autónoma en un intento de reinventarse. Promete una segunda entrega, ‘Autónoma en llamas’, anuncia con humor.

Arrojar luz y prender el sistema

Su novela lleva como subtítulo ‘Busca comunidad de cerillas’. La imagen tiene un doble sentido. Por un lado, se refiere a arrojar luz en lo que ocurre en un sistema cuyas víctimas se ven incapaces de reaccionar, debido a la presunta respetabilidad de la universidad y a la cultura sacrificial y del sueño americano que nos impregna, y por otro lado quiere hacer prender toda esa inmundicia.

El regusto amargo que le dejó la experiencia y el hecho de basarse en la suya propia hizo que el final fuera infeliz. Pero ha decidido cambiarlo. “Para eso está la literatura. ¡Al final vamos a ganar!”, proclama entusiasmada.

‘Becaria en llamas’ es una autoedición que se financia mediante crodwfunding y que a falta de diez días del fin de campaña ya ha superado su objetivo. No obstante, puede adquirirse y patrocinarse aquí.