Joy Amen, mentiras, vudú y prostitución

Amelia Tiganus advierte de que las condiciones para que una mujer caiga en redes de la explotación sexual son básicamente dos: que en el país del que procede la riqueza esté muy mal repartida y que haya sido víctima de violencia sexual. En su caso, se dieron las dos circunstancias y en el de la nigeriana Joy Amen, residente en Iruña, no está clara la segunda.

Ambas participaron en el curso ‘Justicia en clave feminista III: “Pornografía, prostitución y violencia machista: la (des)protección de las mujeres en la justicia del siglo XXI’, organizado por la UPV-EHU, y representaron a las supervivientes de la industria de la explotación sexual, si bien Tiganus habló poco de sus vicisitudes en la prostitución. No lo hizo esta vez porque, para quien tenga interés, su vida aparece relatada en el reciente cómic ‘Amelia’ y lo estará también en su libro de próxima aparición ‘La revuelta de las putas’. Su intervención se centró más bien en enmarcar la experiencia de las víctimas en la perspectiva feminista abolicionista de la prostitución, concepto éste que trató de clarificar para deshacer equívocos.

Referentes

Tiganus insistió en la importancia de los referentes y Joy Amen se presentó en esa mesa redonda precisamente por haber escuchado antes a Amelia, lo que la llevó a pensar que ella podría hacer esa misma labor de denuncia. Y nada mejor para ello que contar su propia historia de superación. Así lo hizo con la ayuda de Alicia Giménez, de Acción Contra la Trata, quien tradujo su testimonio.

Joy procede del Estado de Edo, en Nigeria, lugar donde actúan las mafias de la explotación sexual para captar mujeres y niñas con destino a Europa. Según aseguró, se trata de una región económicamente pobre. Un tratante de mujeres, que no le dijo que lo era, le ofreció desplazarse a Austria a trabajar de peluquera. Vio en ello la oportunidad de ayudar a su familia y accedió.

A cambio de la ayuda recibida, ella se compromete a no denunciar nunca a su tratante

Previamente, la sometieron a un ritual de vudú, habitual en estos casos, en el que toman muestras de su pelo, uñas y flujo menstrual. A cambio de la ayuda recibida, ella se compromete a no denunciar nunca a la persona que la traslada de continente. Y no lo suelen hacer, además, porque temen que las muestras se utilicen para perjudicarlas a ellas o a sus familias. 

Viajó a Austria vía Libia y después embarcó en una patera. Con dos detalles que ofreció dio una idea de lo terrible del periplo: cadáveres de gente que se quedó en el camino a su paso por Libia y embarcaciones atestadas de mujeres, muchas embarazadas, niños y hombres, para una travesía por mar en la que sobrevivir es un milagro y las agresiones sexuales son la norma.

Ya en Austria, la recibió una representante de su tratante, quien le informó de que se dedicaría a la prostitución y de que tenía una deuda de 20.000 euros. “Fue muy difícil, pero empecé. Ese no era el acuerdo, pero no tenía otra cosa y sería un problema para mi familia si no pagaba. Mis hijas estaban en Nigeria”. En esta breve declaración, resumió su experiencia en la prostitución.

Detención en Iruña

Cuando reunió 13.000 euros se las entregó a su tratante y le dijo: “Es suficiente”. Naturalmente, él no estuvo de acuerdo y ella no quería denunciarlo en virtud del acuerdo y por proteger a su familia. Le aconsejaron huir. Tenía amigas en Noruega y contactó con ellas, pero tenía que pasar por Iruña. Alguien le esperaría en la capital vasca, pero ese alguien no se presentó.

Sola, en una ciudad de la que desconocía todo, incluido el idioma, recaló en un albergue de personas sin hogar. En dos días se presentó la Policía y la detuvieron. “Acabo de llegar, ¿cuál es mi crimen?”, les preguntó. No le dieron explicaciones y la metieron al calabozo. Se sintió como una criminal, dice, y sospecha que ser negra y mujer quizás tengan que ver con ese maltrato.

Después de esta -otra más- penosa experiencia, de vuelta al albergue recibió una de las muchas alegrías que le depararía Iruña. Le esperaban y le habían guardado la cena. Pocos días después, obtuvo la asistencia de una abogada y abandonó el albergue para vivir en un hogar de acogida para mujeres en situación de prostitución y trata.

Las Poderosas

En uno de los talleres a los que asistió, conoció a Amelia Tiganus y, con la ayuda de su abogada, decidió dar un paso al frente para contar su historia y ayudar a muchas mujeres nigerianas que están en su situación y que no saben cómo salir.

A partir de ahí, lidera el grupo Las Poderosas, que surgió de unos talleres de Acción contra la Trata. La formación agrupa a mujeres en su mayoría africanas que trabajan el propio conocimiento, autoestima y confianza, la autodefensa con el cuerpo. A ello unen el reconocimiento y la defensa de sus derechos a través de la danza y el arte en general.

Aunque su vida ha mejorado mucho, aconseja a las nigerianas que no vengan a Europa y que rechacen las promesas de los tratantes. A las que están aquí les informa de que el Gobernador de Edo, quien anteriormente había trabajado en Italia, donde conoció la realidad de la trata que afectaba a las ciudadanas de su país, organizó a su vuelta a Nigeria una ceremonia para contrarrestar cualquier efecto que los rituales de vudú pudieran causar. Con ella, el exorcismo ha funcionado: ya no le tiene miedo a la magia.