«Hay muy pocos referentes de hombres que promuevan otros modelos de masculinidad»

La socióloga, teórica feminista y profesora de la universidades Complutense y de A Coruña Beatriz Ranea es una de las pocas feministas que se ha adentrado en el estudio de las masculinidades. Sus investigaciones se han plasmado en la obra ‘Desarmar la masculinidad’, editada por Catarata, que presentó recientemente en la librería ‘Libreramente’ de Barakaldo.

-Normalmente son los hombres los que acaparan el discurso público acerca de las masculinidades. ¿Qué te animó a adentrarte en esta materia?

-Todo surge del estudio de la prostitución. Había un vacío respecto al estudio de la demanda de la prostitución. Cuando se habla de prostitución como violencia de género o sexual se tiende a hablar de las mujeres, y eso está bien para visibilizar las situaciones pero importa poner el foco en los demandantes, en cómo esas prácticas de forma individual o en grupos tienen que ser conectadas con cómo se construye la masculinidad hegemónica. Cuando terminé la tesis me planteé qué más aparte de la prostitución, qué escenarios legitimaban la masculinidad hegemónica en este momento de auge feminismo y crisis de legitimidad de me parecía importante que las mujeres nos incorporemos al estudio de las masculinidades, aunque dentro de los estudios de género el tema siempre ha estado presente de forma directa o indirecta, siempre se ha problematizado la socialización masculina. Cuando los estudios de la masculinidad como tal empiezan a tener vida propia dentro de la academia son los hombres los que se dedican a ello. Me parece fundamental que estemos las mujeres para que no se pierda la necesaria perspectiva crítica que tienen que tener estos estudios, porque una parte de ellos sigue la deriva de que la masculinidad no se estudia como una relación de poder, no se hace una crítica a que se construye desde el privilegio y se olvida que las relaciones de género siempre producen desigualdad y es preciso ponerlo sobre la mesa.

Cuestionamiento de privilegios

 -Desde tu punto de vista, ¿qué características definen las ‘nuevas masculinidades’?

-En primer lugar, soy un poco crítica con la denominación ‘nuevas masculinidades’ prefiero llamarlas masculinidades disidentes o contrahegemónicas o alternativas o igualitarias. Creo que debería definirla el cuestionamiento de los privilegios de la masculinidad, de que ellos ocupan un lugar que a las mujeres les es vetado, y el trabajo para cambiarlo tiene que ver con el trabajo individual del reconocimiento de las mujeres como iguales, una mayor implicación en los trabajos reproductivos y con construir otro modelo de relaciones, tanto afectivas como sexuales, más basadas en reconocimiento hacia las mujeres y en los cuidados y la empatía. Creo que la empatía es fundamental para construir otras masculinidades y, en el plano público y colectivo, se espera que esos hombres tengan impacto como referentes cambiando la visión que se tienen la masculinidad en su entorno, e implicación contra las violencias machistas abogando por otro modelo de sociedad libre de violencias. Ese papel es fundamental que se haga con otros hombres. Creo que su espacio no está tanto en el feminismo como en el trabajo con otro haciendo pedagogía e interpelando. Una posición más incómoda pero más necesaria.

“El feminismo ha supuesto muchas renuncias para las mujeres. El camino que han de recorrer los hombres conlleva algunas renuncias también”

-Sí, los que lo intentan reconocen que es incómodo y que les cuesta sostener posturas feministas en grupos informales de hombres.

-Claro, es por el poder que tienen el grupo de iguales en la socialización masculina. El grupo refuerza el estatus de masculinidad de cada integrante y romper la fratría cuesta bastante, pero creo que ese es el camino que falta por recorrer y dicen que cuesta, que a veces es incómodo. Pero hay que saber también hasta dónde llegar en cada contexto. Hay que poner de relieve que las mujeres feministas llevan haciendo esto desde que el feminismo emerge. Esto ha supuesto muchas renuncias para las mujeres. El camino que han de recorrer los hombres conlleva algunas renuncias también.

 -Lejos de desarmarse la masculinidad hegemónica parece que se está rearmando y legitimando sobre todo por los discursos de la extrema derecha y vemos aumentar la violencia contra las mujeres y también muchas agresiones homófobas.

-A medida que el feminismo de esta cuarta ola se ha convertido en masivo y que se han sumado bastantes hombres, sobre todo chicos jóvenes, y a medida que se articulan grupos de hombres igualitarios, muy minoritarios, lo que ocurre en contrapartida es que surgen movimientos de reacción, como bien describió la periodista estadounidense Susan Faludi en los años noventa. En su libro ‘Reacción’ (La guerra no declarada contra las mujeres) nos explicaba que, tras el auge del feminismo de los años 60-70, hubo una reacción conservadora que trata de restituir el ‘estatu quo’ y ahora hay intentos minoritarios de desarmar la masculinidad y grandes intentos de volver a resituarla en el lugar que creen que le corresponde. Esto está muy vinculado con el discurso de la extrema derecha. En medio de esa crisis de legitimación de la masculinidad hegemónica y en este tiempo de incertidumbre, algunos encuentran certezas en esa idea que promueve la extrema derecha de la familia como debe ser y otras ideas que ven al feminismo, y esto ha ocurrido históricamente, como un movimiento que está en contra de los hombres en lugar de entender que nos beneficia a las mujeres, pero a los hombres les descarga de todo lo que implica la masculinidad hegemónica aunque pierdan algunos privilegios.

“El feminismo tiene que ser interseccional”

-Has dicho que las nuevas masculinas serán feministas o no serán. ¿Consideras el feminismo la única teoría y práctica liberadoras para toda la humanidad?

Si, teniendo en cuenta que el feminismo tienen que ser interseccional, tiene que poner sobre la mesa los diferentes ejes de desigualdad, basados en la clase social, la etnicidad, la orientación sexual y otros ejes de desigualdad. Tanto la teoría como el movimiento se ha demostrado que son, en el contexto contemporáneo, la vanguardia de los movimientos sociales hacia la transformación de la sociedad y hacia la emancipación humana, en este caso la emancipación de los roles de género tan opresivos, todos los mandatos, esa carga que incluso, antes del nacimiento, cuando se sabe que el bebé es niño o niña, nos empiezan a proyectar y nos condiciona; y por tanto creo que es una teoría y un movimiento emancipador. Sobre todo, promueve la emancipación de las mujeres, pero también libera a los hombres de todos los mandatos de la masculinidad hegemónica, que son tremendamente violentos para las mujeres, la infancia y el hábitat, como para los propios hombres. Los mandatos de la masculinidad hegemónica promueven la asunción de prácticas autodestructivas. Tener que demostrar que eres un auténtico entre comillas hombre tal y como lo espera la sociedad les aboca a prácticas de riesgo: beber más que ninguno, conducir rápido o que amenacen con el uso de la violencia o la usen en determinadas situaciones y eso supone un gran daño para el resto, pero también para ellos.

Prostitución y masculinidad

-Has comentado que tu trabajo parte del estudio de la prostitución. ¿Compartes la afirmación de que la prostitución es el último bastión de la masculinidad?

-Es un laboratorio de la masculinidad más hegemónica, porque en contextos de prostitución se observa muy bien como ésta se reproduce en la intersección de los tres grandes sistemas de dominación y desigualdad. Los hombres se sitúan en jerarquía sobre las mujeres. Además, las deshumanizan y cosifican, y nos las reconocen en tanto iguales, sino altamente diferentes, y se creen con el privilegio de poder pagar por acceder al cuerpo de una mujer que no les desea, algo que fuera de los contextos de la prostitución se hace mediante manipulación intimidación o violencia física y lo conceptualizamos como violencia sexual claramente. En espacios de prostitución el dinero es el que modifica el significado de esa misma acción. También hay capitalismo. Es el dinero el que hace que el hombre tenga ese poder sobre las mujeres. Las mujeres de contextos más empobrecidas son las que están en situación de prostitución y eso hace que se incremente el poder que tiene el putero. Un tercer sistema de dominación son las relaciones neocolonialistas. La mayoría de esas mujeres son de origen migrante en situación administrativa irregular, lo que hace que el poder de los hombres también aumente. ¿El último bastión? Podríamos decir que sí, porque lo que ocurre es que los hombres restituyen el poder que se creen que ha de tener la masculinidad hegemónica sobre las mujeres. Ellos se erigen, en tanto hombres, decidiendo cómo, con quién, dónde, cuándo y qué practicas se llevan a cabo. Deciden casi todo lo que tienen que ver con la relación prostitucional y eso les confiere el poder sobre las mujeres que sienten que están perdiendo con el avance del feminismo. Esa idea de que ¡Ay ya no se puede decir nada, no se puede hacer ninguna broma! Cualquier tocamiento significa acoso Con todo eso, los hombres van perdiendo su posición en cuanto hombres en la sociedad y en los espacios de prostitución esa sensación se diluye y vuelven a sentirse hombres de verdad, entre comillas. Sienten que tienen poder sobre las mujeres.

“Todas y todos hemos sido socializados en el machismo y es un trabajo muy arduo ser conscientes primero, y luego trabajar para cambiarlo”

-¿Cuál crees que es la vía para que el feminismo llegue a los hombres, a través de otros hombres o hay más caminos?

-Tiene que haber muchas vías. Es un trabajo que tiene que ser transversal, porque la igualdad se tiene que manifestar en todos los ámbitos. Todas y todos hemos sido socializados en el machismo y por tanto es un trabajo muy arduo ser conscientes primero, y luego trabajar para cambiarlo. Una de las vías sí que es el trabajo de hombres con otros hombres, y además es fundamental, porque el rol de los hombres que se acercan al feminismo es transformar su entorno y más allá, y tienen que intentar abrir la mirada a otros hombres y también tiene que ver con que haya referentes públicos que muestren otros tipos de masculinidad, no esas figuras hipermasculinas que son los futbolistas y son los referentes de la mayoría de los niños. Es importante mostrar públicamente otros modelos que vayan abriendo fisuras en esa representación hegemónica, porque es verdad que, gracias al feminismo, las mujeres tenemos los mandatos de la feminidad muy fuertes, pero también otros referentes otras figuras donde mirarnos gracias al trabajo de las historiadoras feministas. Creo que es importante que se lleve a cabo este trabajo con los hombres. Hasta el momento está siendo complicado. Contamos con muy pocos referentes que podamos identificar como hombres que promueven otros modelos de masculinidad. Un elemento fundamental es que estos hombres escuchen a feministas y que lean teoría feminista para reflexionar y problematizar la masculinidad.