“El feminismo desde nuestra perspectiva es anticapitalista y debe de ser antirracista”

El conocimiento no es objetivo. No los son los métodos ni los objetos de análisis. Tampoco las premisas ni las conclusiones. En el pensamiento social, la mirada eurocentrada del sujeto varón, blanco, europeo y heterosexual ha dominado el mundo en los últimos siglos construyendo conocimiento y formando identidades. El colonialismo también ha consistido y consiste en eso. Esta perspectiva se va quebrando en el mundo de hoy. Una grieta importante la abrió el feminismo en la Ilustración y otro hito fue el pensamiento decolonial de los años ochenta del siglo XX. Sin embargo, el pensamiento feminista ilustrado surgido en Europa y EE UU en el siglo XVIII tampoco se ha librado del afán de constituirse en paradigma dominante, no en vano se inspiró  en la filosofía de su época. Desde los feminismos del Sur, surgidos de los pueblos colonizados, se le ha acusado de despojar de su propia historia a los otros feminismos y de pretender legitimarse como el movimiento feminista por antonomasia. En esos feminismos del Sur se enmarca la feminista mexicana indígena, investigadora y activista Delmy Tania Cruz, que ha visitado recientemente la Comunidad Autónoma Vasca de la mano de Setem Hego Haizea y se ha reunido con grupos de mujeres en distintos municipios. La invitación no es casual: buena parte del feminismo autónomo vasco y del Estado bebe actualmente de esos otros feminismos que reclaman voz y voto en el debate. De ellos procede precisamente la consigna de “poner la vida en el centro” que ha presidido las multitudinarias manifestaciones del 8M tanto de este año como del anterior.

Que todas las vidas sean vivibles

-Creo que estas alturas tenemos bastante claro que el feminismo es de todo menos homogéneo. Sin embargo, parece que podemos unirnos en torno a la utopía de poner la vida en el centro. También en la idea de que para lograrlo hay que luchar contra el heteropatriarcado capitalista depredador. Esa es la teoría, pero ¿cómo crees que podríamos asociarnos en la práctica o en la lucha mujeres de culturas diferentes, y con intereses vitales y aspiraciones diferentes?

-El argumento de poner la vida en el centro tiene un principio ético fundador:  que todas las vidas sean vivibles; que yo pueda vivir bien sin despojar a otras personas de sus buenas vidas. Para ello necesitamos revisar nuestras prácticas políticas, epistémicas y ontologicas. Es decir, nuestra práctica política en el sentido de qué estoy haciendo para que mi lucha política abarque otras formas de mirar la vida; a nivel epistemológico, qué conocimientos, qué genealogías estoy siguiendo dentro de los feminismos para considerar todas las aristas que deben tener nuestros ‘sentipensamientos’ feministas. No se trata sólo de repensar el Norte ni las olas como único referente sino de pensar en los ‘pluriversos’ que existen de conocimientos y saberes de todas las mujeres del mundo y e cómo eso lo llevamos a las asambleas, a la práctica, al escucharnos. La ontología es reconocer que tenemos maneras distintas de ver el mundo que están en disputa y en tensiones por un patriarcado blanco hegemónico occidental heterosexual, y es comprender que estamos en arenas completamente desiguales y que nunca va a ser igual porque el encarnamiento lo sentimos de manera distinta las mujeres blancas, la negras, las racializadas, las indígenas… La crisis civilizatoria, con un mismo paraguas que es el heteropatriarcado capitalista y racista, a cada una nos encarna de manera distinta según nuestras condiciones. Poner estas aristas sobre la mesa puede ayudarnos a tejer ideas comunes entre todas. No se trata de ponernos en los mismos zapatos, que nunca podremos, porque no tenemos los mismo pies.

Importancia de la movilización y la organización

Las grandes decisiones las siguen toman otros que no somos las mujeres. ¿Cómo podemos empezar a cambiar los paradigmas dominantes desde nuestros espacios de marginalidad y de secundariedad? ¿Qué ideas se plantean en los debates que se están produciendo en este momento?

-Con los diálogos en distintos espacios lo que queda claro es la importancia de la movilización y la organización política entre mujeres, pero depende de los contextos. Por ejemplo en Abya Yala, cuando estamos hablando de comunidades y pueblos, no podemos hablar solamente de las mujeres. Tenemos que incluir a los hombres, la juventud y la niñez como parte de nuestra referencia porque nosotras nos vivimos a partir de lo comunitario y no desde los paradigmas individuales. Los diálogos plantean si podemos articularnos con lo institucional o no. Ese es el debate: saber desde dónde parten nuestras luchas políticas. Muchas de nosotras estamos acompañando procesos que buscan la autonomía y la libre determinación y que están al margen del sistema capitalista y también del sistema estatal. No buscamos la respuesta desde el Estado y creo que ahí surge la posibilidad de abrir debates y grietas al muro institucional, capitalista. Me parece que esa es una pregunta que cada una desde sus luchas muy locales tiene que contestarse: ¿Desde que lugar de enunciación estámos y qué es lo que queremos romper? ¿Queremos la paridad solamente? ¿Estamos pidiéndole al Estado que nos dé la oportunidad de…? ¿A que tipo de Estado? ¿Qué otras formas de luchar queremos?

-¿Y cómo podríamos imaginar una comunidad humana que pusiera la vida en el centro?

-Pienso que poner la vida en el centro deja de ser un argumento y se vuelve práctica en la vida cotidiana.  El primer paso es empezar a valorar la vida cotidiana como parte de nuestro centro y que nuestras vidas sean vivibles no ‘a expensas de’ ni del Sur ni de otras vidas del Norte, ni de otras mujeres u hombres. El segundo paso: tendremos que combatir entre todas al capitalismo, que es lo que no deja que pongamos la vida en el centro. No hemos hecho un ejercicio de imaginación pero tenemos referentes de luchas que lo están haciendo. Por ejemplo, las mujeres amazónicas cuando dicen pongamos la vida en el centro luchan por que no se expropie el petróleo, porque a ellas les parece más importante preservar la tierra que el beneficio económico. Eso me parece un punto de partida fundamental. También el ejemplo de las compañeras zapatistas  que han creado sus propias formas de educación, de partería, de salud sexual… están poniendo su propia vida en el centro sin despojar a otras de su bienestar.  Para mí, ese tipo de feminismo —ellas no lo llaman así— es lo que nos gustaría llegar a articular. El feminismo desde nuestra perspectiva es anticapitalista y debe de ser antirracista completamente, debe valorar todas las vidas de la misma manera y no unas más que otras.

La manera sistémica de entender el mundo

-Zapatistas, y mujeres amazónicas. ¿Qué pueden aportar esos pueblos ancestrales a esta lucha?

-Me parece que es fundamental reconocer la ontología, es decir, la manera sistémica que ellas tienen de entender el mundo, donde lo humano no es lo que está en el centro solamente, sino todo lo vivo. En donde el agua tiene derechos por ser un ente fundamental dentro del territorio, donde a los cuerpos diversos les afecta lo que pase en el territorio y a éste lo que pase en estos cuerpos. Es lo que aquí se llama interdependencia, esas formas de entender el mundo de manera compleja y no de manera separada, de saber que las intersubjetividades existen no sólo en lo humano sino también en lo no humano. Eso me parece fundamental, aunque sin esencializar. Tampoco se trata del ‘pachamanismo’. Las propias mujeres organizadas en defensa del territorio han puesto sobre la mesa las dificultades que enfrentan y que enfrentamos para combatir el patriarcado y el machismo fuera y dentro de nuestras comunidades. Esta visibilización permite crear las estrategias para combatir estas formas que no dejan vivir bien las mujeres, a las juventudes y a la niñez.

-Has estado varios días de viaje por la Comunidad Autonoma Vasca. Has hablado con mujeres diversas. Que impresión te llevas y qué te han transmitido?

-Venir a tierras vascas siempre ha sido un regalo para nosotras, porque nos llevamos muchos diálogos y aprendizajes, y reflexiones para repensar. Hemos estado compartiendo una metodología que se llama cerpo-territorio. Es una metodología que nosotras hemos venido trabajando en diferentes partes de Abya Yala y que estamos compartiendo aquí, y el año pasado en diferentes partes de la península y en Alemania y otros lugares, que nos llevan a reflexiones de cómo crear vínculos o puentes para el dialogo, saber desde dónde hablamos y nos escuchamos. Me alegra el corazón saber que hay compañeras cuestionándose el lugar del feminismo, desde dónde hablan, que están como sacándose la venda para mirarnos de diferente manera y desde diferentes lugares. Reconocer todas, todas, nuestros privilegios, nuestros lugares de enunciación y cómo actuamos. No es tan fácil porque todas hemos sido educadas a la manera patriarcal, a la manera vertical de tratarnos. Creo que un paso fundamental que están dando los movimientos feministas es el cuestionarnos cómo podemos hablar entre las diversas, desde qué punto hablamos. Va a ser dificil sí, y a algunas sé que les molesta…  bueno, pero creo que este debate es trascendental para que podamos juntar nuestras luchas. He escuchado como muchas inquietudes y me las llevo para seguirnos repensando para seguir encontrando puntos para poner en el debate argumentos, no porque sean verdades, sino porque son nuestros ‘sentipensares’ y queremos compartirlos. Eso he aprendido y estoy muy contenta.

La nueva colonización

El presidente mexicano López Obrador pidió no hace mucho al rey de España que se disculpe por los atropellos de la conquista y dice que las consecuencias duran hasta hoy. Lo que relatas sobre la explotación de las tierras indígenas ¿puede ser el refejo de esas consecuencias? ¿Qué opinas de esta petición?

-La nueva colonización a través de esas políticas extractivas continúa, pero me parece que el gobierno mexicano actual y los pasados siguen esa misma lógica colonial y extractivista. Su discurso hacia fuera es uno pero hacia dentro sigue teniendo las mismas prácticas coloniales y de despojo hacia los territorios indígenas. Por ejemplo, su política del tren maya, que quiere empezar desde la Selva Lacandona (Palenque) atravesar toda la selva maya para llegar a la península de Yucatán. Es un proyecto de desarrollo que trae despojos a los territorios y pueblos originarios y que vuelve a poner a los pueblos originarios como servidumbre al servicio de las grandes empresas en pro del beneficio de unos cuantos que siempre son empresas, ricos, blancos… Es el turismo como nueva colonización y ciertos cuerpos racializados indígenas son los que les van a servir a ese turismo, porque ese tren no va a servir a las poblaciones. Ese es uno de los tres grandes proyectos del presidente autodenominado de izquierdas. Un presidente que  está ignorando a los pueblos e imponiendo políticas de homogeneización en la educación. El pueblo zapatista ha dicho ‘no’ al tren maya y él lo ha ignorado. Está militarizando los territorios y sabemos sus efectos porque los hemos vivido durante más de doce años. Sabemos lo que implica que los militares estén en las calles, que empiece a masculinizarse ese territorio y lo que significa para las mujeres. Todo esto lo está haciendo en Mexico y hace esa petición al exterior como para limpiar su nombre. Yo no niego que existe una nueva colonización de las empresas, pero que estas empresas no son sólo de origen ibérico, sino de un montón de lugares y de las propias políticas de las que se está beneficiando el presidente. Yo creo que lo que está contaminado es el poder estatal y que su discurso está lleno de retórica.