El abolicionismo de la prostitución, en el corazón del feminismo

Dice la profesora Rosa Cobo que el abolicionismo de la prostitución está en el corazón del feminismo. La historiadora e investigadora Yolanda Rodríguez Villegas, de la Plataforma Navarra para la Abolición de la Prostitución (PNAP), suscribe totalmente esa idea y para defenderla ha escrito un artículo que se publicará el próximo año en una obra colectiva de la Universidad de Nevada (EE UU).

La introducción de ese documento, titulado ‘El nuevo modelo abolicionista’, detalla las posturas abolicionistas de las principales representantes del movimiento feminista desde sus inicios. Los argumentos que se repiten son: la prostitución es incompatible con la dignidad humana, es una forma de esclavitud, la precariedad económica es lo que empuja a las mujeres a prostituirse y la prostitución favorece la trata de mujeres y niñas.

Mary Wollstonecraft

“Esclavitud humillante”

La tradición feminista tiene más de 300 años de antigüedad, tanto su corpus teórico como su práctica, si se considera que las primeras feministas en poner por escrito las vindicaciones de los derechos de las mujeres fueron Olympe de Gouges con su ‘Declaración de los derechos de las mujeres y las ciudadanas’ (Francia, 1791) y Mary Wollstonecraft, con su ‘Vindicación de los derechos de las mujeres’ (Inglaterra, 1792).

Esos dos textos fundacionales del feminismo recogen las principales reivindicaciones de derechos fundamentales, tales como la igualdad de oportunidades y la libertad, derecho al voto y a la propiedad privada, derecho a la educación, a ser elegidas cargos públicos, etc.; derechos que hasta entonces sólo estaban reservados a los hombres. En ellos, Wollstonecraft se refirió a la prostitución como “una esclavitud humillante”.

Flora Tristán

La más “horrible de las aflicciones producidas por la desigual distribución de bienes”

En el capítulo VIII de ‘Mujeres públicas’, Flora Tristán hace un desgarrador relato de las condiciones de vida de las mujeres prostituidas en el Londres de primeros y mediados del siglo XIX, y “refleja exactamente cuáles eran, y siguen siendo, las dos causas principales de la existencia de la prostitución”, puntualiza Rodríguez Villegas.

La primera, es el empobrecimiento de las mujeres, lo que hoy llamamos feminización de “Las muchachas nacidas en la clase pobre son empujadas a la prostitución por el hambre”, según Tristán.

La segunda es la existencia de demanda masculina. Tristán pide para estos hombres que degradan a las mujeres “¡que esta monstruosidad sea imputada a vuestro estado social y que la mujer sea absuelta!”

Es una de las máximas del abolicionismo, recuerda la abolicionista de Pamplona, que las mujeres prostituidas sea “absueltas” y se garanticen sus derechos, y que “los hombres demandantes y proxenetas sean imputados por el crimen que cometen contra ellas y, por ende, contra todas las mujeres, pues si una sola mujer o niña es mercantilizada todas podemos serlo”.

Tristán concluía que “la prostitución es la más horrible de las aflicciones producidas por la distribución desigual de los bienes en el mundo”.

Movimiento sufragista

Josephine Butler, contra la “trata de blancas”

La sufragista Josephine Butler lideró la campaña para revocar la Ley de Enfermedades Contagiosas (1869-1886), una ley que “daba a los magistrados el poder de ordenar un examen genital a las prostitutas para buscar síntomas, enfermedades venéreas, y detener a las mujeres infectadas en un hospital de bloqueo durante tres meses para ser curadas”.

Además, refiere Rodríguez Villegas, fundó la Federación Abolicionista Internacional, originalmente llamada Federación Británica y continental para la Abolición de la Prostitución, constituida en Liverpool en 1875. Sus fines eran luchar contra la reglamentación estatal de la prostitución, vigente en toda Europa en forma de leyes sanitarias y de prevención de enfermedades, y prevenir y abolir la trata de mujeres con fines de explotación sexual que, en esos momentos, se encontraba en su apogeo con el tráfico incesante de mujeres europeas. Cantidad de ellas fueron enviadas de Irlanda y los países del este de Europa (de ahí el termino, hoy en desuso, de “trata de blancas”) hacia el pujante mercado de América latina, sobre todo Argentina.

Hacia finales del siglo XIX y primeros años del XX el pujante movimiento sufragista había hecho suyas las reivindicaciones abolicionistas.

ONU (Convenio 1949)

“Trata y prostitución son indisociables”

El Convenio para la represión de la trata de personas y de la explotación de la prostitución ajena (Naciones Unidas, 1949) establece, a decir de Rodríguez Villegas, uno de los puntos fundamentales del abolicionismo: que trata y prostitución son indisociables, dos caras de la misma moneda, y que, por tanto, si el objetivo de las sociedades democráticas es acabar con la trata en tanto ésta constituye un crimen contra las mujeres y las niñas, especialmente las más vulnerables, se debe comenzar por abolir la prostitución, “considerando que la prostitución y el mal que la acompaña, la trata de personas para fines de prostitución, son incompatibles con la dignidad y el valor de la persona humana y ponen en peligro el bienestar del individuo, de la familia y de la comunidad”, señala el Convenio.

II República española

Decreto abolicionista

El 28 de junio de 1935 vio la luz el decreto que suprimía la reglamentación –hasta entonces vigente- en España, cerrando un periodo que se había iniciado a mediados del siglo XIX” .

La historiadora de Pamplona ha encontrado un “más que interesante debate sobre la prostitución las Cortes Generales de 1932, en la II República Española, en la que un grupo de diputados y diputadas, entre ellas Clara Campoamor, expusieron que la lucha contra el sistema prostitucional no debía hacerse solamente con perspectiva sanitaria, para atajar las enfermedades venéreas -como se había hecho hasta entonces-, sino con perspectiva feminista. Ello suponía entender que la prostitución, tal y como dijo el diputado Manuel Rico Avelló, “es absolutamente incompatible con la dignidad humana y, por tanto, no cabe otra cosa que la adopción pura y simple de la teoría abolicionista”.

Y para ello el también diputado César Juarros reclamaba: “Antes que cosa alguna, como barrera primera para evitar que muchas mujeres caigan en la prostitución, ir a la implantación de postulados como el de la libertad económica, que permitirá a las mujeres desenvolverse con suficientes medios materiales” .

Este debate en el Congreso de la República española vino avalado por un gran trabajo realizado desde principios del siglo XX por muchas feministas españolas, sufragistas y abolicionistas, tales como Concepción Arenal, Carmen de Burgos, o Margarita Nelken .

“Que no se reconozca la decencia de ninguna mujer mientras no podamos atribuírnosla todas”

Mujeres Libres

Liberatorios de la prostitución

La agrupación anarquista Mujeres Libres, la fundaron en abril de 1936 la médica Amparo Poch y Gascón, la escritora y sindicalista Lucía Sánchez Saornil y la abogada Mercedes Comaposada.

En el número 11 de la revista ‘Mujeres Libres’ (1936-1938) abordaban el tema y proponían distintas acciones contra la prostitución, entre las que destaca, según Rodríguez Villegas, la independencia económica de las mujeres, como base fundamental para su liberación del dominio masculino: “Son necesarias una libertad y una igualdad económicas, una igualdad de sueldos, una igualdad en el acceso a los medios trabajadores de todas clases”

En el número 5 de la revista apareció un breve artículo en el que proponían la creación de ‘Liberatorios de prostitución’. ¿En qué consistían?:

“La empresa más urgente a realizar en la nueva estructura social es la de suprimir la prostitución. Antes que ocuparnos de la economía o de la enseñanza, desde ahora mismo, en plena lucha antifascista, aún tenemos que acabar radicalmente con esta degradación social. No podemos pensar en la producción, en el trabajo, en ninguna clase de justicia, mientras quede en pie la mayor de las esclavitudes: la que incapacita para todo vivir digno”.

Y exigían “que no se reconozca la decencia de ninguna mujer mientras no podamos atribuírnosla todas. No hay señora de tal, hermana de tal, compañera de tal, mientras exista una prostituta. Porque la que sustenta esos títulos de honradez, la que hace posible esa decencia, es precisamente la prostituta (…) Esperamos que todas las organizaciones obreras, asociaciones femeninas, partidos políticos y todas las mujeres y los hombres conscientes colaboren en esta obra, en la que Mujeres Libres pone todo su entusiasmo emancipador y constructivo”.